viernes, 29 de junio de 2012

El modélico Debussy de Charles Dutoit

Con motivo de la visita al Festival de Granada de Charles Dutoit con un par de programas centrados en el impresionismo, traigo aquí este doble CD que recoge sendos compactos que el director suizo –setenta y cinco tacos ya- dedicó a Claude Debussy en su etapa al frente de la Sinfónica de Montreal. Images, Nocturnes y Printemps fueron registrados en 1988. La mer, Jeux, la suite orquestal de Le martyre de Saint Sebastien y el Prelude a l'apres-midi d'un faune lo hicieron al año siguiente, beneficiándose de nuevo de la acústica de la iglesia de San Eustaquio y del excelente hacer de los ingenieros de Decca, que ofrecieron tomas de naturalidad y transparencia irreprochables.

Nunca ha sido Dutoit un director capaz de genialidades. Aquí tampoco lo fue, pero sí que mostró una muy especial afinidad con Debussy, hasta el punto de que se puede afirmar con rotundidad que todas estas interpretaciones, sin ser desde luego las mejores posibles (pienso en el Fauno de Haitink, El mar de Muti, la Iberia de Celibidache, en los Nocturnos de Tilson Thomas o Previn), pueden ser consideradas como modélicas, y probablemente primeras opciones para acercarse a esta música rematadamente genial por vez primera, sin las “contaminaciones” de batutas con mayor personalidad.

¿Dónde está el secreto de este Debussy? Pues en la perfección de su estilo. Nos encontramos con lecturas de una “ligereza francesa” en su punto justo, evitando tanto la opulencia romántica como el exceso de levedad; las brumas están ahí, pero tampoco hacen la atmósfera demasiado densa; hay además un carácter extrovertido y hasta narrativo muy saludable, sin perder nunca el control de la arquitectura –todo fluye con enorme naturalidad- y sin descuidar tampoco el toque exacto de misterio y ambigüedad que esta música debe tener. La elegancia, de nuevo muy “francesa”, está garantizada. El colorido es además riquísimo, sabiendo variar de lo moderadamente difuminado a lo incisivo cuando ello es necesario. Y no hay lugar para los narcisismos sonoros, los detalles decadentes o los efectismos varios en lo que batutas de mayor prestigio y/o talento caen con cierta frecuencia. Tampoco en la frialdad excesivamente intelectual de algún otro, no hace falta decir nombres.

He tomado notas a medida que iba escuchando cada una de estas obras, pero al final no encuentro necesario especificar nada en concreto, ya que apenas hay altibajos: todas estas interpretaciones responden al mismo patrón de una ortodoxia, una musicalidad y una comunicatividad intachables. Y aunque la creatividad, el compromiso expresivo y la magia quedan reservados para otros maestros, también para orquestas aún más capaces, los admirables resultados de Dutoit y Montreal merecen el mayor de los respetos.

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