Lo bueno: el habitualmente tan esforzado como discreto Festival de Música Antigua de Úbeda y Baeza está experimentando una espectacular mejoría en cantidad y calidad que lo convierten, si tenemos en cuenta la incomparable belleza de las ciudades y de sus marcos escénicos, en una de las más interesantes del panorama nacional en su género. Lo malo: aunque con esta se cuentan ya quince ediciones, es necesario un importante apoyo por parte de las administraciones públicas si quiere consolidar su posición, y el panorama en este sentido no resulta precisamente halagüeño. Por estas mismas fechas, el desinterés del ayuntamiento de Úbeda ha mandado a tomar viento al Festival de Música de Cine, al tiempo que –por no salirnos de Andalucía- la Diputación de Sevilla retira el 50 por ciento de su aportación anual al Teatro de la Maestranza. A ningún político se le ocurre recortar en televisiones locales y otras lindezas. Así nos va.
En fin, tras mi visita a Madrid en busca de Lady Macbeth (enlace) me acerqué a Baeza para disfrutar de una peculiarísima sesión continua. Buenos Aires Madrigal es el nombre del espectáculo que a las ocho y media nos ofrecía en las ruinas de San Francisco el Ensemble La Chimera bajo la dirección de Eduardo Egüez. Por lo visto el grupo hispanoamericano lleva ya años ofreciéndolo en sus giras, e incluso lo tienen grabado (noviembre 2002) en el sello M. A. Recordings. A tenor de lo leído en el programa pensé que se trataría de una yuxtaposición de páginas de Frescobaldi, De Rore, Marenzio y Monteverdi con creaciones de Gardel, Piazzolla y otros grandes nombres del tango. No fue eso, o al menos no exactamente, porque más que de yuxtaposición se puede hablar de fusión, incluyendo bandoneón en el bajo continuo y violas da gamba acompañando los sones porteños.
De tal combinación podría resultar un mamarracho o una genialidad. Fue lo segundo, pues aunque los miembros de La Chimera no parezcan de primerísima fila, demostraron ser unos músicos “de verdad”, es decir, alimentados por un verdadero espíritu de equipo, dispuestos a servir a la música mucho antes que a ellos mismos y dotados de un gusto exquisito. Realizaron todos un trabajo fabuloso respaldando a dos solistas vocales a cual mejor: un Furio Zanassi que se desenvuelve sorprendentemente bien en este repertorio tan alejado del que le es propio (¡soberbia además su dicción en castellano!), y una excepcional Susanna Moncayo –preferible a Ximena Biondo, presente en la referida grabación- que cada vez que abría la boca conseguía que un escalofrío recorriera nuestras entrañas. En suma, un espectáculo creativo, arriesgado, mágico e inolvidable que contribuye a tender lazos y abrir la mente: el quejido del bandoneón resulta no estar lejos de la melancolía monteverdiana.
A las doce de la noche, un grupo de unos sesenta o setenta frikis nos congregábamos en la iglesia de Santa Cruz –la única obra románica que queda en Baeza- para reencontrarnos con Marcel Pérès y su Ensemble Organum. Programa duro y fascinante: polifonías primitivas –pero que muy primitivas, anteriores a la Escuela de Notre-Dame- que proceden de Limoges y Moissac, con guinda final del Codex Calixtinus tristemente sustraído de la Catedral de Santiago de Compostela. Las interpretaciones respondieron a lo que se podía esperar: tempi tendentes a la lentitud, emisión vocal rústica y continua recurrencia al melisma. Creen algunos que esto último es un intento de establecer vínculos con el mundo islámico, cuando el asunto en realidad va por otro camino: demostrar cómo la liturgia cristiana medieval y la tradición musulmana beben de una misma fuente, que no es otra que la del último imperio romano, léase bizantino, habida cuenta de la extensión territorial de este en tiempos preislámicos y de su funcionamiento como cruce de caminos en el ámbito cultural. ¿Discutible aplicar semejantes parámetros al mundo cluniacense, esto es, al que se encargó de unificar el mosaico artístico que había existido en la Alta Edad Media haciendo uso de la liturgia romana y de la arquitectura románica? Pues sí, pero el resultado –justo como en el concierto de tangos y madrigales- fue tan arriesgado como revelador. El frío, por una vez, contribuyó a crear la ambientación apropiada.
1 comentario:
Enhorabuena interesante entrada. Un cordial saludo.
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