sábado, 10 de diciembre de 2011

De Frescobaldi a Alfonso X pasando por Victoria: música antigua en Úbeda y Baeza (II)

Completo las anotaciones sobre mi doble jornada en el Festival de Música Antigua de Úbeda y Baeza del presente año. Tras los conciertos del Ensemble La Chimera y el Ensemble Organum del domingo 4 (enlace), aproveché que en mi trabajo hacíamos puente para escuchar el recital de Lorenzo Ghielmi en el órgano –obviamente barroco- de la iglesia de San Andrés de la segunda de las ciudades citadas. El programa se llamaba Afectos, efectos y stravaganzas en la música organística europea del siglo XVII. Pese al título, no hubo en la interpretación extravagancia ni efectismo, y sí una buena dosis de sensatez, naturalidad, atención al equilibrio polifónico y buen gusto a la hora de ornamentar, siempre dentro de un perfecto dominio del idioma. Aunque no todas las obras me convencieron por igual –me quedo con Frescobaldi y Cabanilles antes que con Jan Pieterszoon Sweelinck, Bernardo Storace y Georg Böhm-, la hora y diez minutos de recital no se hicieron pesadas merced a la calidad del instrumento y a la sabiduría del veterano organista italiano. Aunque los pocos que acudimos al evento aplaudimos con calor, el frío del recinto –comentado por el propio Ghielmi– nos hizo conformarnos con una única y breve propina.

Lorenzo Ghielmi Baeza 2011

La siguiente cita fue nada menos que en la Sacra Capilla de El Salvador de Úbeda: la Misa Ave Regina Caelorum y diversos motetes marianos en interpretación del Ensemble Plus Ultra y su director Michael Noone, en esta ocasión a capella. No hubo sorpresas: nivel técnico difícilmente superable, líneas muy empastadas, brillantez diamantina, fluidez en el discurso horizontal y un cierto distanciamiento expresivo al optarse antes por la belleza sonora que por la sensualidad o la tensión dramática. O sea, puro Victoria “a la inglesa”. Comprendo que a algunos no les termine de convencer –a estas alturas hay opciones más interesantes-, pero a mí me gusta mucho. Y qué decir de la música. Por cierto, andaba por allí Antonio Moral, pues el Centro Nacional de Difusión Musical del que ahora es responsable –yo diría que su salida del Real ha resultado positiva tanto para el teatro madrileño como para el CNDM- era coproductor del evento.

Sorpresa para terminar: entradas agotadísimas para el programa Romances de los judíos del Magreb que ofrecía Begoña Olavide con el Ensemble Mudéjar… ¡a las doce de la noche! Por fortuna la artista, la organización y los responsables del singular espacio escénico, la denominada “Sinagoga del agua”, hicieron lo posible para encontrar un hueco a los que acudimos allí en busca de una oportunidad de última hora. Creo que todos pudimos entrar. Fue un recital maravilloso, en gran medida por lo singular de la hora y del recinto, pero también por la belleza de la música sefardí –hubo propina de Alfonso X- y porque Olavide –le tengo mucho cariño desde que la descubrí hace lustros en una iglesia de Jerez con un precioso programa en torno al salterio acompañada de su marido Carlos Paniagua y Pedro Estevan- es una artista de enorme sensibilidad que canta bien –su voz es sensualísima- y toca aun mejor. En esta ocasión la secundaron el solvente laúd de Ramiro Amusatégui y la viola de Giovannello de Genaro, prestando este último de manera puntual su voz digamos popular –quiero decir, de emisión no impostada- para redondear el resultado de una cita nutrida, cálida y –menos mal- calentita, porque esta vez nos habían puesto calefactores. Un gran éxito.

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