Me ha gustado bastante la dirección de Bychkov. O al menos, bastante más de lo que yo esperaba de un director que siempre me ha parecido más bien pedestre. Es la suya una dirección ortodoxa, es decir, de línea dura, muy feroz, angulosa y explosiva, mucho más cercana –salvando las distancias- a un Solti (enlace) que a un Thielemann (enlace), por citar dos ejemplos señeros en este título. Se le podría pedir al de San Petersburgo, eso es cierto, una más minuciosa planificación de la línea de tensiones y distensiones, como también una gama dinámica más matizada y no tan tendente al decibelio puro -el final resulta efectista a más no poder-, pero lo cierto es que con él la teatralidad está garantizada y uno nunca se aburre. La orquesta, sin ser de primera fila, rinde a muy buen nivel y se encuentra bien cincelada por la mano de su director.
El elenco es muy parecido al que dirigió el propio Bychkov ese mismo año en la Scala, en una buena producción de Luca Ronconi que en su momento se retransmitió por televisión. La Polaski, todavía bien de voz por aquellas fechas, compone una Elektra de enorme solidez; algo destemplada, sí, y de voz no bella, pero llena de intención dentro de su carácter más bien monolítico. En cualquier caso, viéndola (hay otros dos vídeos más: el de París de 2005, soberbio en lo musical, y el decepcionante del Liceu de 2008) es mucho más impresionante. Felicity Palmer pone su voz agria al servicio de una Klytämnestra correctamente perfilada. Muy bien el Orest de Franz Grundheber y excelente Anne Schwanewilms, quien compone una Chrysosthemis en absoluto ñoña. En su línea Graham Clark, es decir, ideal para Aegisth.
Lo verdaderamente tremendo de este registro es la toma sonora, al menos escuchada en SACD rodeado por los correspondientes cinco altavoces y su subwoofer. Con los resultados tendrá que ver no solo la excelencia del sistema, sino también la soberbia acústica de la Philharmonie de Colonia, pero tampoco podemos dejar atrás el trabajo de Michael Haas y su equipo, quienes recogen a la orquesta con admirable definición tímbrica y una gama dinámica de las que hacen historia, al tiempo que juegan con las posibilidades de la pentafonía para desplazar a los personajes de atrás hacia adelante, y viceversa, otorgando una teatralidad adicional a la grabación. Ni que decir tiene que escuchar con semejante lujerío tecnológico una partitura tan atronadora como la de Elektra supone una experiencia de las que no se olvidan. Y es que a Strauss le sienta muy bien el SACD.
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