jueves, 25 de agosto de 2011

Ciclo Beethoven de Barenboim y la WEDO en Colonia (II)

En su aparición de ayer la West-Eastern Divan Orchestra venía más nutrida que en la primera entrega (enlace) del ciclo Beethoven: si para las dos primeras sinfonías del autor había, para que se hagan ustedes una idea, tan solo cuatro contrabajos, la Cuarta que abría la velada de este martes contaba con seis, mientras que en la Heroica en total sumaban nueve. Con respecto a la plantilla del lunes aparecían algunas caras conocidas de la Staatskapelle Berlin a modo de refuerzo. Por lo demás, la WEDO siguió dando una lección de ductilidad sonora y entrega expresiva, con especial mención a las decisivas intervenciones de las maderas en las dos partituras sobre el atril. Barenboim estuvo "sembrado", como intentaré explicar ahora, pero no hay que quitarle mérito alguno a los integrantes de la que algunos imbéciles siguen llamando "orquesta de niños".

La Cuarta beethoveniana ha sido muy parecida a la que ofrecieron los mismos artistas hace unas semanas en Ronda, y por ende no merece le pena repetir lo ya dicho en este mismo blog (enlace), si bien debo añadir ahora que las imperfecciones técnicas que allí se evidenciaban han sido sustancialmente mejoradas y que, desde el punto de vista de la mera ejecución, pocas pegas se pudieron poner en la Philharmonie de Colonia: cuando aparezca la grabación en compacto, ustedes mismos podrán comprobar el nivel que ha alcanzado la WEDO. En cualquier caso, y volviendo a la interpretación, no resisto la tentación de manifestar mi entusiasmo ante la manera en que Barenboim hizo "respirar" a las maderas en el Adagio, así como ante la valentía de plantear una lectura tan alejada de lo lúdico para centrarse en los aspectos más combativos de la obra: la Quinta está a la vuelta de la esquina. Gran versión, en definitiva, aunque a mi modo de ver, y habida cuenta de la competencia discográfica, no sea genial, histórica y de referencia absoluta.


La que sí lo ha sido -eso mismo: genial, histórica y de referencia absoluta, y no crean que exagero- es la Heroica. Lo que Barenboim hizo con ella anoche me ha parecido lo más grande que el de Buenos Aires ha conseguido hasta ahora en el campo sinfónico beethoveniano, de tal modo que su Tercera pasa a convertirse en mi preferida de todas cuantas he escuchado en disco y en vivo, incluidas las dos grabadas por el propio maestro, quien -cada vez lo tengo más claro- parece seguir una evolución similar a la que vivió Furtwängler en la parte final de su carrera: ya no son necesarias las dosis de angustia, rebeldía y nihilismo de tiempos pasados, porque se ha llegado a una especie de "equilibrio trascendente" que, sin que se pierda en modo alguno la tensión interna de la arquitectura y sin renunciar a la dimensión trágica del fenómeno interpretativo, permite que la partitura fluya con mayor naturalidad, sin forzar las cosas, y enriquecer el enfoque antes un tanto unidireccional permitiendo que la sensualidad, la belleza trascendida y la -digamos- reflexión otoñal conviertan el resultado en una síntesis de singular perfección canónica.

En este sentido, la Heroica de anoche fue una suma de la cantabilidad de Kubelik, la capacidad de análisis de planos sonoros de un Klemperer y la dimensión filosófica del citado Furtwängler, todo ello galvanizado por la poderosa personalidad de un Barenboim "humanista" a más no poder que, amén de modelar a la orquesta con admirable plasticidad y de frasear con la misma naturalidad con que lo hace al teclado, sigue "inventando" continuamente, colocando acentos aquí y allá, poniendo al límite sus propias posibilidades y las de sus músicos para conseguir lo imposible; por poner un solo ejemplo, el increíble silencio tras el primer gran clímax de la marcha fúnebre fue de los que solo un maestro de técnica portentosa y enorme genio interpretativo es capaz de hacer. Toda la interpretación, desde la primera hasta la última nota pasando por el tantas veces menospreciado tercer movimiento, alcanzó el más excelso nivel imaginable, y justifica por ella sola la edición en compacto a cargo de Decca. El público reaccionó como la noche anterior: todos inmediatamente puestos en pie aplaudiendo a rabiar. Noche histórica.

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