
Con semejantes mimbres en el foso lució poco el reparto. Claro que tampoco había mucho que lucir. Quien más me gustó entre los principales personajes fue el Fígaro solvente, estilístico, honesto y bien cantado de Pietro Spagnoli. Su rival en la ficción tiene sin embargo poco que hacer: Nathan Gunn parece haber hecho carrera a pase de lucir palmito, porque en directo no se le oye, y como en esta producción el regista no le buscó un desnudo "por exigencias del guión" para distraer al personal, las insuficiencias vocales del barítono norteamericano quedaron particularmente en evidencia. Por si fuera poco en lo expresivo es de una sosería que echa para atrás, lo mismo que le ocurre a Annete Dash: la chica maneja bien su pequeña voz, pero está muy lejos de sintonizar con el personaje de la Condesa, rol sublime donde los haya. Sin ser tampoco el colmo de la expresividad, Aleksandra Kurzak al menos se mostró atinada en su hermosísima aria del cuarto acto. Bueno sin más el Cherubino de Alessandra Marianelli.
Lo mejor, los veretanísimos secundarios. Raúl Giménez y Carlos Chausson han sido grandes cantantes, y aunque sus insuficiencias derivadas de la edad quedaron patentes -sobre todo en el caso del tenor, pese a lo cual cantó su infrecuente aria-, ambos dejaron muestra de su gran valía en cuanto a estilo, a comprensión del personaje, a desenvoltura escénica y -sí, también- a proyección vocal, merendándose en este sentido al resto de sus colegas. De la Marcellina de Jeanette Fischer, solo puedo decir que tras el intermedio se nos informó de que la cantante sufría una afección vocal, pese a lo cual seguiría cantando "por deferencia al público". ¿Por qué no se suprimió entonces por esta noche su aria del cuarto acto, que tampoco es precisamente lo más inspirado de Mozart?
Si la función se me hizo soportable fue por la producción de Emilio Sagi, que por cierto es una versión "corregida y aumentada" de la que le vi en Jerez hace años: la escena es más grande pero casi idéntica, y si la memoria no me falla, gran parte de los movimientos escénicos son los mismos. Me gustó bastante su labor entonces, y me ha vuelto a gustar ahora, aunque su valor no resida tanto en la dirección de actores -convencional, bien realizada- como en la belleza de la ambientación andaluza y en la fuerza de la iluminación a cargo de Eduardo Bravo. Por lo demás, con lo que está lloviendo hoy día en el mundo escénico, da gusto ver un Mozart así, tradicional en el mejor sentido, honesto y sin pretensiones. Nada que ver, desde luego, con el fallido Barbero del propio Sagi en el Real. Por otra parte he encontrado algunas deudas en estas Nozze hacia la clásica producción de Strehler, que he podido conocer en DVD gracias a la reciente recuperación de la Ópera de París, aunque también tengo que advertir que Sagi no cae en el error de cargar las tintas sobre los aspectos melancólicos de la página, que los tiene.

2 comentarios:
Estuve anoche.
Aburrimiento, sopor. Se me hizo eterna.
Esta misma producción me encantó hace un par de años con López Cobos (que no es que sea el prototipo de lo animado, precisamente) y unos cantantes más competentes.
Ayer ya no sabía cómo ponerme.
No me extraña, Mocho, no me extraña. Yo la de López Cobos (que por cierto van a sacar en DVD) la escuché en el coche conduciendo a Madrid: al lado de lo de Víctor Pablo, parece Karl Böhm. Coñazo total.
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