Empezó Pascal Rogé en solitario enlazando sin solución de continuidad diferentes piezas breves de Fauré, Chopin, Poulenc y Debussy (nocturnos, estudios, etc). El resultado fue una especie de fantasía de unos veinticinco minutos de duración en la que los pasajes más recogidos estuvieron llenos de sensualidad y los teóricamente virtuosísticos recibieron una buena cantidad de matices expresivos. Ni que decir tiene que las páginas del compositor polaco fueron vistas desde un prisma francés, es decir, con más sugestión que arrebato romántico, lo que no impidió que la mano izquierda extrajera sonoridades de intenso dramatismo.
Salió la guapa Ami Rogé para la Fantasía en Fa menor de Schubert, nada menos. Me encantaron las dos secciones extremas, donde el bellísimo tema principal sonó con un lirismo conmovedor -y algún rubato interesante- sin acentuar, pero sin perder de vista, el regusto amargo que debe desprender esta página. La parte central, siendo muy hermosa y estando trazada con todo el equilibro que la obra schubertiana demanda, me interesó menos.
No hay apenas reparos para la segunda parte, toda ella a cuatro manos: la sintonía no ya expresiva sino técnica de los dos artistas es total, hasta el punto de que parecía -asombrosa la manera de pasar una melodía de un pianista a otro- que nos encontrábamos ante un solo pianista con los brazos multiplicados. Aparte de esto, la limpieza digital fue siempre admirable, lo mismo que la gama dinámica y, particularmente, la riqueza de colorido. Sutiles siempre, rotundos cuando debían serlo, Pascal y Ami Rogé dictaron una lección magistral en la trascripción realizada por el propio Debussy de La Mer, dicha con garra y nervio -encrespado a más no poder el “juego de olas”- pero no con nerviosismo. Estupenda también la recreación de El aprendiz de brujo, donde los artistas alcanzaron la necesaria concentración en los pasajes más calmos, si bien personalmente eché de menos una mayor ironía.
Rutilante, para terminar, la Rapsodia Española, siempre dentro de una óptica donde la sensualidad, el colorido y el embriagador perfume de la escritura raveliana se pusieron por encima de aspectos más dramáticos o aristados; en todo caso, “feria” me pareció un punto precipitada ya que, en su afán por deslumbrar con fuegos artificiales, la claridad no estuvo garantizada. De propina, una recreación de "En Bateau" de la Petite Suite de Debussy en la que, sin alcanzar el grado de inspiración genial de Daniel Barenboim y Yefim Brofman en un reciente concierto en París que hemos podidos escuchar vía radiofónica, Rogé y su mujer demostraron haber alcanzado la perfección dentro de la interpretación más ortodoxa, sensata e inapelable -ya que no particularmente creativa- del repertorio impresionista. Una velada para recordar.
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