El pasado mes de octubre dio aquí cuenta (enlace) de la filmación de la Novena de Mahler que Christoph Eschenbach y la Orchestre de Paris habían colgado gratuitamente en la red: una interpretación lentísima y nigérrima que se encarama por derecho propio a lo más alto de cuando se ha hecho en la materia en los últimos lustros. Como ya queda poco para que eliminen los archivos de su lugar (en teoría los quitan en julio), van aquí algunas consideraciones sobre algunas otras interpretaciones del ciclo, advirtiendo que aun me quedan por ver Cuarta, Quinta, Sexta y Octava; cuando las vea escribiré sobre ellas. Desgraciadamente no están ni Das Lied von der Erde ni el Adagio de la Décima.
La interpretación de la Primera Sinfonía, filmada en 2007 y algo comprimida en las dinámicas, no me ha interesado especialmente: se trata de una interpretación sobria, directa, de un solo trazo, distanciada tanto del “romanticismo” como de enfoques más o menos expresionistas, y que aun mostrándose poco interesada por el sarcasmo no margina los aspectos sombríos de la pieza, pero que necesita un punto más de calidez, emotividad e imaginación para destacar. Eso sí, no hay rastro aquí de esos efectismos y amaneramientos que otras veces tanto lastran la página, lo cual resulta muy de agradecer.
La de la Segunda, un registro de 2006 en el que los metales no están muy allá, es una grandísima interpretación. Pese a algunos pasajes algo amanerados, el primer movimiento impresiona gracias a un enfoque particularmente sombrío, de sonoridades rocosas y adustas, así como por la manera en que, paladeando la música con especial concentración, se van acumulando las tensiones hasta que va alcanzar un enorme dramatismo en la sección final. El segundo movimiento, lento, recogido e intimista, anuncia el enfoque que Eschenbach adoptará en los movimientos centrales de la Tercera. El formidable Scherzo, sin ser muy sarcástico, mantiene bajo la batuta del maestro la atmósfera ominosa. El cuarto, cálido y trascendido, se beneficia de la participación de la mezzo lírica Mihoko Fujimura, que sintoniza a la perfección con esta línea interpretativa. En el dilatado movimiento final, y manteniéndose muy lejos del arrebato de por ejemplo un Bernstein, Eschenbach opta por la lentitud, la concentración y la serena sobriedad, ofreciéndonos una resurrección particularmente espiritual y trascendida. Correcta la soprano Simona Saturova, redondeando una interpretación atípica pero de enorme atractivo. Si la que ofrece en Granada el próximo lunes 4 de julio mantiene este interés, asistiremos a una experiencia memorable.
En una línea parecida se sitúa la Tercera, filmada en 2009. La manera en la que el célebre arranque de los metales se va ralentizando ya anuncia que nos vamos a encontrar ante una interpretación creativa y comprometida que recuerda en buena medida a la de la Segunda. Así el primer movimiento, admirablemente desmenuzado, resulta particularmente dramático y ominoso, mientras que el segundo está cantado con enorme calidez y posee detalles creativos muy inspirados que no añaden amaneramiento ni dulzonería. El tercero se encuentra en la misma línea y ofrece un amplio aliento panteísta. Como en la Sinfonía Resurrección, la intervención de Fujimura –sería quizá deseable una voz más profunda- se ve respaldada por una batuta particularmente lenta y estática. El quinto movimiento sabe ser Inocente sin caer en lo monjil mientras que el último alcanza las cotas más altas de belleza y emotividad, si bien para algunas sensibilidades –entre ellas la mía- sería preferible un final menos triunfalista y más ambiguo.
Del mismo año es la Séptima, en la que nos encontramos con las que parecen ser características recurrente de este ciclo Mahler: tendencia a la lentitud, concentración en el fraseo, magnífica disección del entramado orquestal y un total alejamiento del efectismo, del amaneramiento o de la trivialidad. Su gran logro son las dos músicas nocturnas, desgranadas con calma, efusividad, sinceridad y un lirismo de la mejor ley, mostrándose además la batuta bien atenta a los pasajes más dramáticos que hay en su interior. Espléndido también el primer movimiento, dramático y decidido, ya que no especialmente visionario. Interesa menos el Scherzo, una música fantasmagórica y fascinante a la que Eschenbach no logra dotar no ya del sarcasmo que necesita, sino de fuerza interna. Irreprochable, para terminar, el siempre problemático movimiento final, que el maestro lleva con emoción y sin escándalo gratuito dentro de una línea ortodoxa, pero sin aportar nada en particular.
Les recuerdo que estas filmaciones las pueden encontrar en la web de Medici TV (enlace), en la de la Orquesta de París (enlace) y en la del propio Christoph Eschenbach (enlace). Seguiremos informando.
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