sábado, 28 de mayo de 2011

La Canción de la Meier

Escuché ayer decir a un veterano crítico eso de que "la Meier ya no es lo que era". Siento no compartir la apreciación: obviamente su edad se deja notar en algunas limitaciones vocales -y en un físico bastante mermado en su belleza, no vamos a ocultarlo-, pero sigue siendo la enorme artista que siempre ha sido. Para mí es la mejor cantante del mundo. De ahí que me parezca merecidísima la Medalla de Oro del Palau de la Música que, en un ritual que incluía entrada de la mezzo en la sala flanqueada por un par de uniformados -con plumeros en la cabeza- y discurso de las autoridades de rigor. Y de ahí también que, independientemente de la Tosca por Mehta de esta tarde, me haya merecido la pena viajar a Valencia solo por escuchar a la Meier cantando La Canción de la Tierra.

No tengo mucho que añadir a lo que ya escribí en este blog sobre cómo recrea su parte (enlace): expresivamente estuvo sublime. Solo debo reconocer que en "De la belleza" reservó tanto sus recursos que en los exigentes pasajes en staccato -los jinetes y tal- apenas se la escuchó en segunda fila, y por lo visto nada en el piso superior del Palau; que pasó más de un apuro en el grave; y que la primera pareja de "Ewig" sonó algo agria. Por lo demás, ya digo, sensacional, hoy por hoy insuperable por ni una sola artista. Del tenor Thomas Mohr puedo decir que tuvo la voz adecuada. Ahí acaban sus virtudes: pobre legato, fiato insuficiente, línea tosca y sin flexibilidad. Donde mejor estuvo fue en "El borracho en primavera", pese a un puntual uso del falsete. "De la juventud", insufrible.

La Orquesta de Valencia no tuvo una buena noche ayer viernes 27. Cuanto más la escucho a ella y a su titular, más me da la impresión de que Yaron Traub no logra extraer el mejor partido posible: el maestro tiene las ideas bastante claras sobre cómo debe sonar Mahler, y además me parece que son ideas muy acertadas (más expresionismo que decadentismo), pero tiene que trabajar mucho más cosas como las entradas, el empaste de cada una de las secciones, el equilibrio de planos sonoros y la acumulación de tensiones. La dirección de Das Lied von der Erde fue buena, sin más. El escalofriante Adagio de la Décima Sinfonía que la precedió resultó más irregular: comenzó estupendamente y, tras un galimatías en los primeros violines en torno al minuto 16 -duró 25-, se llegó a los clímax sin tensión suficiente, y a partir de ahí se impusieron la rutina y hasta el aburrimiento. Claro que, ¿cuántas veces se tiene la oportunidad de escuchar en directo eso de "Die Sonne scheidet hinter dem Gebirge" en la voz de Waltraud Meier? Pues eso mismo. Noche inolvidable.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Sublime? Creo que usted y yo no estuvimos en el mismo concierto. Daba pena oírla, se dejó la mitad de la canción de la tierra en Alemania.
En vez de retrasar la edad de jubilación deberían adelantarla. Un saludo

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Yo mismo he reconocido que la Meier se escaqueó en algunos pasajes, y además entiendo que si yo desde segunda fila, a unos metros de la artista, la escuché con dificultad en más de un momento, desde otras localidades del aforo la cosa debió de ser peor.

Pero de ahí a invalidar su actuación creo que media un abismo. ¿Cuantas cantantes hay hoy día capaz de emocionar en esta obra como lo hace ella, con ese legato tan hermoso, esa dicción, esa perfecta matización expresiva de cada una de las sílabas y esa espiritualidad trascendida? Me parece que ninguna.

Gracias en cualquier caso por sus apreciaciones.

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