Para la ocasión se congregó un elenco con nombres internacionales de cierta relevancia, pero paradójicamente quien mejor estuvo fue, en el rol principal, la soprano local Isabel Monar, una cantante muy estimable que me parece un tanto infravalorada, por no decir desaprovechada. Cierto es que el rol de Blanche de la Force le viene un poquito grande -hubo agudos gritados-, pero su canto tuvo estilo, comprensión del personaje -incluyendo su evolución psicológica- y emoción. Desde el punto de vista puramente vocal la mejor fue sin duda la reputada mezzo Iris Vermillion, aunque no la vi muy centrada como Madre María de la Encarnación. Y en cuanto a intención expresiva se refiere, sobresalió la Priora de la veterana Kathryn Harries, aunque debo dejar constancia de que si bien yo, sentado en primera fila, no tuve problema a la hora de disfrutar de su voz, según me contaron desde el Paraíso apenas fue audible. Lástima, porque como digo hubo mucha intención en sus decisivas intervenciones.
Del resto no se pueden decir muchas cosas buenas. Fue una sorpresa encontrarse a María Cristina Kiehr como Sor Constance. Una sorpresa desagradable, deberíamos añadir, porque su actuación, por decirlo suavemente, estuvo llena de problemas técnicos. Sin llegar a tales extremos, Janice Watson resultó también muy decepcionante como la nueva Priora. El veterano Anthony Michaels-Moore se limitó a cumplir como el Marqués y Roger Padullés, este sí, hizo un buen trabajo como el Caballero de la Force. El resto de los papeles estuvieron en manos de miembros de la Coral Catedralicia, que resolvieron la papeleta con más voluntad que acierto; como no son profesionales, creo que huelgan los reproches. Al final hubo aplausos relativamente cálidos para la frialdad habitual del público valenciano, que ha podido finalmente disfrutar en su ciudad del estreno de este título fundamental de la ópera del siglo XX.
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