En los años noventa tuve que sufrir un montón de “conciertos de Año Nuevo” en mi Jerez de la Frontera natal; los directores eran mediocres, las orquesta rematadamente malas y la acústica del templo donde se celebraban muy inadecuada, pero es lo que había. El último al que acudí, ya en el Villamarta, fue quizá el único que se salvó: dirigía un gibraltareño por aquel tiempo poco conocido llamado Karel Mark Chichon. Desde entonces decidí dejarlo, porque para disfrutar de verdad de esta música necesito que esté bien interpretada. Pero hete aquí que la Sinfónica de Sevilla ha decidido ofrecer su particular concierto de valses y polcas y me he animado a viajar este 4 de enero a la capital hispalense y rascarme el bolsillo (34 euros la butaca, no parece excesivo) por recomendación de un colega y amigo que me había hablado bastante bien de Manfred Mayrhofer (web oficial) como director de este repertorio. Quizá por ir con las expectativas muy altas he salido relativamente defraudado.
El maestro austriaco aborda la música de Johann Strauss II (casi todas las piezas eran suyas) con dos virtudes importantes. Por un lado, una estimulante frescura que aleja a sus interpretaciones de la excesiva artificiosidad, como también de la blandura y del narcisismo. Por otro, un gran plasticidad en el tratamiento orquestal que, unido a un fraseo de sensualidad muy considerable, le permiten alcanzar momentos muy atractivos. Pero manifiesta también sus insuficiencias, la más importante de ellas la falta de tensión interna, de garra dramática y, en general, de compromiso expresivo de algunas de sus lecturas, aunque también hay que citar los excesos de la percusión, la falta de transparencia y el escaso control de los medios a su disposición. Que es un poco basto, vamos. La ROSS no parecía estar en la mejor forma posible, y en concreto el primer trombón apenas logró empastar a lo largo de la velada. Tampoco la orquesta sevillana es capaz de ofrecer, huelga decirlo, la tersura sonora, la belleza y la agilidad que esta música demanda, pero quizá la culpa sea nuestra por no saber quitarnos de la cabeza a la Wiener Philharmoniker.
El programa, que era precioso y muy popular, tenía la curiosidad de coincidir con el vienés del 1 de enero de 2009 a cargo de Daniel Barenboim en nada menos que en cinco piezas, sin contar con las propinas del Danubio Azul y la Marcha Radetzky. Comenzó con la obertura de Doña Diana, una páginas sin mucho interés del apenas conocido Emil Nikolaus von Reznicek. Siguieron las célebres Sangre Vienesa, Eljen a Magyár y Annen Polka, que conocieron interpretaciones más bien sosas. Mejoró el nivel con la Marcha egipcia, en la que el veterano y simpático Mayrhofer, además de hacer canturrear al respetable, logró frasear con sensual voluptuosidad. Vino, mujeres y canciones nos devolvió a la rutina, la Champagner-Polka permitió una pequeña broma por parte de la orquesta y la obertura del Murciélago, dicha sin exagerar los rubatos, permitió que saliéramos con la sonrisa en los labios.
La segunda parte me pareció mejor interpretada. Tuvo animación, ya que no mucho refinamiento ni distinción, la marcha de El Barón gitano, y en la polca rápida Leichtes Blut el maestro parecía salir por completo de su sopor, consiguiendo a continuación momentos mágicos -la introducción, sobre todo- en el maravilloso vals Rosas del Sur. No estuvieron mal la Nueva polca pizzicato ni la Tik-tak Polka, esa con la que Eisenstein intentaba conquistar a una enmascarada que resultaría ser su propia esposa (¡a ver cuándo hacen en Sevilla El Murciélago, una obra que se merienda con patatas a muchas de nuestras zarzuelas!). Cerró el programa oficial la obertura de Suppé Una mañana, una tarde y una noche en Viena, que lució un muy hermoso y dulce -pero no dulzón- solo del espléndido chelista Dirk Vanhuyse.
La primera propina, la irresistible Polca bajo truenos y relámpagos, la estropeó el primer trombón. Arrancó luego en falso el vals más famoso de la historia, Manfred Mayrhofer realizó el saludo ritual (“Feliz Ano Nuevo”, sic) y seguidamente se escuchó ya completo un Danubio Azul solvente sin más. La Marcha Radetzky fue más bien bastorra e incluso descuidada en cuestión de planos sonoros, pero el público aplaudió a rabiar. Se lo pasaron bien y de eso se trataba, ¿no?
Muy descuidados los responsables de comunicación y publicaciones de la ROSS. En la web de la orquesta no se ha ofrecido información alguna sobre las obras a interpretar. El programa apareció tan solo en un comunicado de prensa recogido únicamente por Giralda Información (enlace), por lo que los aficionados solo supieron qué piezas iban a escuchar cuando llegaron al teatro. Y no con exactitud, porque lo que se anunciaba como Obertura de El Barón gitano era en realidad la celebre marcha de la opereta. En el programa de mano se nos ha escamoteado el nombre de la concertino invitada (obviamente no era Eric Cambres ni Alexandre Da Costa, nombres recogidos en la ficha de la plantilla). La conferencia de los días 20 y 21 de enero no la ofrecerá Juan José Roldán, como se afirma en la última página, sino Pedro Halffter. Y la Sinfonía nº 2 “Pequeña Rusia” que se anuncia los días 27 y 28 obviamente no es de Erich W. Korngold, sino del pobre Tchaikovsky. ¿No hay quien revise estos detalles, o es alguien no ha hecho los deberes?
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