Además quiero aprovechar la oportunidad para hacer unas puntualizaciones sobre el caso concreto de la música clásica, desde luego sin intención de ponerme de parte de unos o de otros, pero sí para corroborar que las soluciones fáciles al problema no existen, y que desde luego cualquiera de ellas pasa por la adaptación de todos -industria, artistas y consumidores- a unos tiempos cuyo rapidísimo desarrollo tecnológico plantea continuamente nuevas interrogantes. El refugio en el pasado no vale.
1) Las grandes compañías de música clásica se hicieron de oro en los primeros tiempos del disco compacto, toda vez que reeditaron su fondo de catálogo ya más que amortizado, y vendiéndolo a un precio muy superior al de los antiguos LP, cuando hoy sabemos que la fabricación de CDs es más barata que la de vinilos. ¿Recibieron algo Furtwaengler, Callas o Rubinstein por el rescate de sus antiguos registros? Obviamente no, pero tampoco lo hicieron Karajan, Pavarotti o los monjes de Silos, por muy vivos que estuviesen en la era del CD, ya que los emolumentos estaban más que abonados. Lo que hicieron DG, Decca, EMI, Sony y compañía fue forrarse y emprender una política de grabaciones puramente comerciales (¿recuerdan cuántos discos grabó James Levine en sus buenos tiempos?) en las que, eso sí, los artistas subieron su caché de modo desorbitado.
2) La crisis del disco en clásica llegó mucho antes de que se extendieran las descargas. Lógico: cuando los aficionados reconstruyeron su discoteca en el nuevo formato del CD las ventas empezaron a decrecer. Y es que, salvando a cuatro majaretas como el que esto suscribe, a la inmensa mayoría de los aficionados les bastaba con un solo ciclo de sinfonías de Beethoven, una sola Traviata y una única Bohème, a ser posible en grabación digital (algunos picaban y se hacían con nuevas versiones solo por el DDD, pero pronto se descubrió que esto no significaba necesariamente una sustancial mejora en el sonido). La rápida bajada de precios con la difusión de las series medias y la aparición de las baratas apenas frenó el descenso de las ventas. Recuerdo perfectamente como las compañías empezaron a recortar plantillas desde mucho antes de que existieran eMule y similares, y no digamos de la aparición de foros y blogs cargados de enlaces de descargas.
3) Ya en aquellos tiempos en que comenzaba la crisis del mercado clásico (insisto, antes del eMule) muchos discos importantes quedaron descatalogados y con escasas oportunidades de reedición. Alguien dirá que esos registros hubieran terminado reapareciendo tarde o temprano de no ser por las descargas. No estoy del todo de acuerdo: las reediciones se habían frenado ya antes de que el personal comenzara a intercambiar/piratear de modo masivo en la red, algo que solo ha ocurrido en fechas recientes, cuando el ancho de banda ha permitido bajar música con cierta agilidad y calidad aceptable para los aficionados a la clásica (que por fortuna suelen ser bastante exigentes en este sentido). Al final resulta que estos intercambios-descargas-robos, o como se les quiera llamar, han servido para que el aficionado pueda acceder con facilidad a esos discos que se encontraban en las estanterías de los años noventa y que ahora solo se pueden localizar, no sin dificultad, en circuitos de venta de segunda mano.
4) Sea como fuere, y pese a las elevadas ventas del DVD, lo cierto es que la industria del disco clásico está en crisis, pero no tanto debido a las descargas -que también- como al estallido de esa burbuja artificial que se había producido gracias a la referida introducción del compacto. El modelo que se estableció a partir de finales de los ochenta ya no sirve, ni terminan de funcionar alternativas como las grabaciones editadas por las propias orquestas. Mejor les va a los sellos pequeños, quizá porque han cuidado más que los grandes algo tan fundamental como la presentación del producto, pero también porque trabajan con grupos de artistas reducidos en número, de cachés no astronómicos y con gastos de grabación no muy elevados. Estos casos son, de todas maneras, los de unos pocos marineros en botes salvavidas dentro del naufragio general.
5) Paradójicamente, el aficionado tiene hoy más acceso gratuito a música grabada que nunca, desde luego mucho más que en aquellos tiempos en los que grabábamos desesperadamente todo lo que podíamos de Radio Clásica en cintas de casete. Y esto es así no solo por las descargas más o menos ilegales, no, sino por algo que es donde se esconde el futuro: en el acceso legal a través de la red a registros radiofónicos y, progresivamente, a los fondos de catálogo de las discográficas. Estos últimos pueden volver a hacer su agosto, por cierto, ya que la descarga -no soy el primero en señalarlo- abarata muchísimo los costes: ya no hay soporte físico, ni distribuidor ni minorista. Claro que en este nuevo esquema ya no van a ser necesariamente los grandes sellos los que marquen las pautas, porque desde el momento en el que una orquesta o un artista puedan colgar su música gratis en Internet, ya no es “grande” el que ha firmado un contrato en exclusiva con DG, sino el que más descargas recibe. Y curiosamente es la red la que nos ha permitido acercarnos a los que empiezan a ser nuevas estrellas del disco: ¿saben ustedes la enorme cantidad de música gratis y legal que se pueden bajar, procedente de tomas radiofónicas, protagonizada por Yannick Nézet-Séguin, Vasily Petrenko o Andris Nelsons, pongamos por caso? Por no hablar de las retransmisiones de ópera a disposición de todo el mundo que ya no van a poder ser comercializadas, de esa manera absolutamente ilegal y sin costes que hasta ahora venían practicando, por sello del tipo Golden Melodram.
Con todo esto no quiero decir que el futuro fonográfico de la música clásica vaya a ser mejor que su pasado. Habrá luces y sombras, como antes y como ahora. Lo que sí es seguro es que el panorama va a ser muy diferente. El mercado nunca se destruye: solo se transforma. ¡Larga vida a la música grabada!
4 comentarios:
Por fortuna algunas orquestas están viendo cuál es el futuro (Filarmónica de Berlín por ejemplo) y poco a poco se están desligando del yugo de las discográficas. Ya no hacen falta intermediarios entre los artistas y el público. Lo saben y por ello están desesperados buscando la represión para evitar su inevitable desenlace.
Efectivamente, lo de la Filarmónica de Berlín es un buenísimo ejemplo. Es verdad que para montar su Digital Concert Hall ha necesitado un importante apoyo económico de los sponsors y que, como el mismo Rattle ha declarado, de momento es imposible encontrarle rentabilidad al asunto, pero la posibilidad de acceder a todos los conciertos de abono de sus últimas temporadas con una calidad audiovisual para caerse de espaldas está colocando a esta orquesta muy por delante de colegas no precisamente inferiores como Viena, Concertgebouw o Chicago, al mismo tiempo que los jóvenes directores que se ponen a su frente (cuatro debutantes en esta temporada, y en la próxima lo hará un andaluz lleno de talento, no puedo decir más...) obtienen una promoción extraordinaria.
Lo dicho: los músicos que no reciban descargas de la red y se conformen con los discos de toda la vida van a quedar fuera de juego.
Vamos: Pablo Heras-Casado. xD
Me alegro por él.
la industria del disco esta saturada de cuatro estaciones y quintas de Beethoven, en cambio Jordi Savall vende mas discos que nunca, porque aporta nuevos nichos de mercado,y de eso se trata, en buscar nuevos repertorios, formulas novedosas, y que quieren que les diga, si hay pirateo,que promuevan la vuelta al vinilo,que no se puede piratear y suena mil veces mejor que un cd.
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