jueves, 11 de noviembre de 2010

Esto se hunde

Este comentario lo publiqué en Forumclásico el 1 de junio pasado (enlace). Los brutales recortes anunciados por la Junta de Andalucía para la próxima temporada del Teatro Maestranza, seguidos pocas horas después por los que se realizarán en el Palau de la Música de Valencia (y por los muchos otros que probablemente irán haciendo mella a lo largo de nuestra geografía), me animan a reproducir aquí el texto en su integridad. Con el título intenté rendir homenaje a una de mis series de televisión favoritas.

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Unos le echarán la culpa a la incompetencia de Rodríguez Zapatero y de su equipo de gobierno. Otros lo harán al feroz neoliberalismo de tiempos de Aznar, así como a su apoyo a la cultura del ladrillo e indiferencia ante la especulación inmobiliaria. Habrá quienes no se olviden de la política de privatizaciones emprendida por Felipe González y continuada por el citado presidente popular, que dejó sin buena parte de sus recursos a las arcas del estado. Y estarán, finalmente, los que se paren a analizar cómo las finanzas españolas se mueven a la deriva en medio de un proceso de crisis global del sistema capitalista que afecta a los mercados mundiales de esta era de la globalización, y cómo son las grandes fortunas las que terminan haciendo que los vientos soplen en un sentido u otro sin que nosotros nos enteremos. Pero lo cierto es que, por los motivos que sean, el Estado del Bienestar se viene abajo en España. ¿Hace falta decir que el de la música va a ser uno de los campos más afectados por el desastre?

Es lógico. Al fin y al cabo hablamos del bien inmaterial por excelencia entre los ya de por sí bastante prescindibles bienes culturales. A la hora de priorizar resulta natural que se atienda a cuestiones mucho más básicas, esto es, a las que afectan al bienestar diario de los ciudadanos. Y como las manifestaciones de música culta en España (y en Europa en general) se encuentran sustancialmente apoyadas por las administraciones públicas, es de esperar sustanciales recortes en este terreno. Las programaciones se van a ver menguadas y van a centrarse en los espectáculos más comerciales. El retroceso no va a ser por tanto solo en cantidad y en calidad, sino también en diversidad y, lógicamente, en riesgo. La legión de aficionados conservadores, con los críticos de su línea al frente, ha tomado ya posiciones para el asalto que se va a producir durante el proceso de derechización que va a vivirse en los próximos años en la sociedad española. A Mortier no creo que le queden más de dos temporadas (lástima, ahora que lograba habernos convencido con su programación). A Barenboim y su -carísimo, no lo vamos a ocultar- proyecto del West-Eastern Diván, dos días y medio, y más aún con el trato que está recibiendo desde la prensa sevillana. Y eso que la comunidad andaluza no es precisamente la más entrampada. La Comunitat Valenciana, que sí sabe bastante de deudas, ha decidido por su parte prescindir del director más caro del mundo, Maazel, pero aún así no parece que vaya a lograr sostener por mucho tiempo el actual nivel de calidad.

Al mismo tiempo, la reducción de poder adquisitivo que vamos a sufrir muchos españoles en los próximos años va a terminar mermando la asistencia a los conciertos y, por ende, haciendo más inviable aún el mantenimiento de las programaciones de nuestros teatros. Y deberíamos recordar que, por muy inmateriales que sean los bienes de la cultura, no son pocas las personas cuyo sustento proviene de este terreno, trátese de músicos, personal administrativo, prensa especializada, agencias artísticas o casas discográficas. Y que su situación económica puede atravesar muy graves momentos mientras nuestros políticos afirman que “se ha recortado en lo que menos se necesita”.

¿Soluciones? No encuentro ninguna. Antes al contrario, creo que caminamos hacia una profundización en las desigualdades entre ricos y pobres, tanto a nivel local como a nivel mundial, y hacia un proceso inverso al que se estableció con la recuperación económica de los años cincuenta y sesenta: si entonces buena parte de la clase baja europea se fue transformando paulatinamente en clase media, a partir de ahora las clases medias, que somos las principales consumidoras de música culta, vamos a ir pasando a integrar una nueva clase baja caracterizada por la desestructuración, la sobreexplotación y, en el terreno cultural, el triunfo definitivo de la subcultura de masas. La música que nos gusta va a estar cada vez más alejada de nosotros, quienes a su vez vamos a formar parte de un grupo más y más reducido al que se prestará cada día menos atención. Mi consejo es que guarden como oro en paño y engrosen en lo posible su colección de discos y de músicas descargadas de la red. Van a ser nuestros víveres para los próximos lustros. Porque esto se hunde.

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