jueves, 21 de octubre de 2010

Josep Pons abre temporada con musicales

Me da igual que, como se ha escrito por ahí, Josep Pons haya abierto la temporada de la Orquesta y Coro Nacionales de España con un programa dedicado al cine musical por motivos comerciales: a estas alturas de la película –nunca mejor dicho- ya deberían estar más que superadas tanto las presuntas barreras que separan lo popular de lo culto como la prevención de los más exquisitos ante la calidad de este repertorio. Lógicamente hay obras menos logradas que otras, e incluso las hay que no están logradas en absoluto (¿no ocurre así también con lo puramente clásico?), pero todas estas melodías se han ganado por derecho propio un lugar en la programación de nuestras orquestas que algunos gestores se niegan en concederle. Y no voy a decir nombres, aunque podría.

Estupendo, vamos ya al grano, el programa preparado por Pons, que hizo las delicias del público que abarrotaba el Auditorio Nacional en la tercera de las funciones que se ofrecieron, la del domingo 17 de octubre, pocas horas antes de que Claudio Abbado hiciera su esperada aparición madrileña (enlace). Cada una de las dos mitades se abrió con una pieza puramente orquestal, de Bernstein y Gershwin respectivamente. La rutilante obertura de Candide me pareció en manos del maestro catalán digna sin más. Un americano en París creo que llegó bastante más lejos: versión de chispa, con el ritmo en los huesos y con un apreciable sentido del swing. Lástima que los violines no terminaran de empastar, aunque en contrapartida el concertino Mauro Rossi estuvo –como en toda la velada- excelente.

Gran parte del programa estuvo integrado por arreglos sinfónico-corales de canciones célebres, debidos todos ellos al británico Peter Hope (web oficial): muy hollywoodienses en el buen y en el mal sentido, es decir, brillantes y sensuales pero un tanto azucarados, lo que a unas piezas sentó muy bien y a otras no tanto, como ocurrió precisamente con la primera de ellas, nada menos que el And I Love Her de Lennon & McCartney. El resto fueron Smoke Gets in your Eyes (Kern), Blue Moon (Rodgers), As Time Goes By (Hupfeld), Day of Wine and Roses (primera vez que escucho algo de mi querido Henry Mancini en directo), Moon River (del mismo, claro), Ev’ry Time We Say Goodby (Porter) y Three Coins in the Fountain (Styne), esta última con el texto traducido al castellano. Pons dirigió sin convertir el azúcar en sacarina y el Coro Nacional de España se mostró muy voluntarioso, aunque –comprensiblemente- poco desenvuelto con el inglés.

En cualquier caso lo que centró nuestra atención fue la presencia de los tres solistas vocales convocados para la ocasión: José Manuel Zapata, Peter Coleman-Wright y la mismísma Jennifer Larmore, aun reciente su estupenda Geschwitz en Lulu (enlace). Quien estuvo menos bien fue el tenor granadino, a quien me gustaría escuchar de una vez en el repertorio en el que está alcanzando prestigio, esto es, el rossiniano. Pero en el del musical no parece desenvolverse con soltura, y además no parecía estar muy cómodo desde el punto de vista puramente vocal. En cualquier caso ofreció muy dignas recreaciones de Over the Rainbow (Arlen), María (Bernstein), Singing in the Rain (Brown, con numero de claqué a cargo de especialista) y Night and Day (Porter), rutilante esta última.

Coleman-Wright, un veterano del género, tiene una voz no particularmente interesante y ya un tanto gastada, pero demostró mucho estilo, sensibilidad y buen hacer en Some Enchanted Evening (Rodgers), Stars (de Los miserables, de Claude-Michel Schönberg), The Impossible Dream (Leigh) y Edelweiss (Rodgers de nuevo), esta última con aportación coral a cargo de Peter Hope.

Quien se llevó el gato al agua fue la Larmore, cuyo instrumento vocal –de mucho más fuste que el de sus dos colegas- puede estar, como aseguran quienes la han escuchado recientemente en tal terreno, muy mal para cantar repertorios de agilidad, pero aquí desenvuelta sin mayores problemas. No es la voz, de todas formas, lo que atrajo su atención, sino su madera de artista: la calidez y comunicatividad con la que canta es enorme, a lo que hay que sumar una gestualidad muy expresiva, y –a su edad- una aún impresionante presencia escénica. Se permitió además algunos alardes de fiato muy adecuados para la ocasión. Estuvo deliciosa en I Feel Pretty (Bernstein), emotiva en Somewhere (de West Side Story también), radiante en I Could Have Danced all Night (única pieza del enorme Frederick Loewe) y muy bien –solo eso- en Climb Ev’ry Mountain (Rodgers).

A destacar que la mayoría de las orquestaciones de las canciones correspondían, salvo error mío y siempre con citada la excepción del Edelweiss the The Sound of Music, a los arreglos de las películas en que las mismas aparecieron, lo que hizo el concierto particularmente delicioso en Cantando bajo la lluvia. Como nota negativa, una amplificación de las voces que seguramente no era necesaria; oliéndome la tostada me compré entrada en primera fila, junto al podio, para escuchar las voces en condiciones, aunque en contrapartida la orquesta me llegó con desequilibrios y el coro sin la adecuada nitidez.

Ah, estupendas y muy entretenidas las notas al programa de Marcos Castán.

2 comentarios:

BSO365 dijo...

Muy cierto que José Manuel Zapata "patinó" en algún que otro momento. Sin embargo, de agradecer su entusiasmo, así como el de todos los demás intérpretes. Por favor, queremos más música de cine.
Un saludo y te reitero mi enhorabuena por tu blog.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Eso mismo digo yo: ¡más cine, por favor!

http://www.forumclasico.es/BLOGSFOROS/Blogsconnombrepropio/tabid/65/articleType/ArticleView/articleId/176/Mas-cine-por-favor.aspx

¡Menos chichi y más chicha!

Perdón por el chiste malo y ordinario, pero tenía que hacerlo. Acabo de salir del Ateneu Ruman (sí, estoy en Bucarest) de escuchar el Concie...