Desde siempre, no sé muy bien por qué, he sentido especial afinidad hacia lo británico. Por ello no me extrañó que cuando en 1997 visité Londres por primera vez quedara enamorado de la ciudad: de sus calles y edificios, de sus museos, de sus tiendas y hasta de su más bien horrorosa gastronomía. Y por descontado de su vida cultural, incluyendo sus London Promenade Concerts, es decir, los BBC Proms que se celebran todos los veranos en el Royal Albert Hall. El primer Proms al que asistí fue el del 5 de agosto de ese año, con el director Yakov Kreizberg (más tarde le vi dirigiendo en Jaén, qué cosas) al frente de la Sinfónica de Bournemouth: descubrí la calidad de la obra de Igor Markevitch (Rebus) y me entusiasmé con la soberbia recreación que del Concierto para violín de Korngold ofreció Gil Shaham.
Ese mismo año también pude disfrutar de una notable Misa en Si menor bachiana por Pinnock; de unos excelentes Tippet, Vaughan Williams y Sibelius por Colin Davis; de un maravilloso recital de Kissin a las tres de la tarde (lo escuché tumbado en el suelo con los pies descalzos a pocos metros del piano, como vi que hacía el personal); de una terriblemente cuadriculada Novena de Beethoven por Gardiner (con Terfel berreando en plan salvaje); de un Boulez haciendo sus mejores especialidades (incluidas sus Notations y la Sacre); de un original programa Bartók-Brahms con unos Iván Fischer y András Schiff algo más suaves de la cuenta; y finalmente de un notable (solo notable, muy lejos de lo que le escuché a Rostropovich en el 92) War Requiem a cargo de Andrew Davis que me permitió escuchar en directo a mi querido Thomas Hampson.
No volví a Londres (mi economía no me permitía salir al extranjero) hasta diez años después. En 2007 comencé viendo una actuación conjunta de la Orquestra of the Age of the Enlightenment y la Orquesta Barroca de Friburgo dirigidas al alimón por Rachel Podger y Gottfried von der Goltz, con la actuación estelar de Kate Royal e Ian Bostridge: la verdad es que la música barroca suena mal escuchada desde el piso más alto del Royal Albert Hall. Ya desde la “arena”, es decir, desde las localidades de a pie situadas en el patio de butacas, que es como se ven bien los Proms, escuché una excelente Octava de Bruckner y un precioso programa Wagner-Debussy a Bernard Haitink con –vaya morbo- su antigua Orquesta del Concertgebouw, mientras que en una sesión nocturna le vi a Pierre-Laurent Aimard un fascinante Ligeti y –ya dirigiendo, no solo tocando- un Haydn y un Beethoven menos interesantes.
Jiri Bělohlávek, por entonces titular de la BBC Symphony, me interesó más con Martinú que con Britten y Prokofiev. Me resultó emocionante escuchar por fin en directo a mi admiradísimo grupo Sequentia, aunque fuera con un programa algo duro (un extracto de su disco sobre la saga del Anillo). Como me gustan los musicales, me divertí mucho con la velada protagonizada por Michael Ball (que cantaba con micrófono, of course). A Gergiev le escuché un Tchaikovsky y un Prokofiev que desprendían rutina, aunque fuera apabullante la intervención de Alexander Toradze en el Segundo del autor de Pedro y el lobo. Jansons y la Radio Bávara hicieron de todo: correcto Zaratustra, discreta Segunda de Sibelius, soberbia Tercera de Honegger y mala Novena de Beethoven. Me despedí con la fabulosa Sinfónica de San Francisco y el siempre-joven Tilson Thomas: Ives, Strauss (final de Salomé con la Voigt) y Shostakovich (magnífica Quinta).
Después volví una vez más a Londres, pero no en fecha veraniega. Aun así pude escuchar en otros recintos un montón de cosas, de las que ya di cuenta en este blog. Pero hoy jueves vuelo nuevamente a la capital británica para reencontrarme, esta vez sí, con esos conciertos de tan elevada calidad, tan intenso ambiente y, por qué no decirlo, tan discutible acústica que son los BBC Proms. Y además lo hago con la suerte de haber encontrado el mismo alojamiento que la última vez, el Beit Hall, un colegio mayor al ladito justo del Royal Albert: la cola que hay que hacer para adquirir las localidades de la arena pasa justo por la puerta. Encima es barato y el estupendo Museo Victoria and Albert queda cerquita. A ver si encuentro un ciber por la zona para ir dejando notas de los conciertos que me toca ver esta vez: Salonen, Nézet-Séquin, Ashkenazy…. Ya iré contando.
1 comentario:
que lo disfrute.
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