miércoles, 11 de agosto de 2010

Discografía de las sinfonías de Brahms (XVII): el virtuosismo vacío de Abbado

Aunque Abbado empezó su segundo ciclo Brahms (tiene uno anterior que apenas ha conocido circulación) un par de años antes de ser nombrado sucesor de Karajan al frente de la Filarmónica de Berlín, la sombra del maestro salzburgués planea claramente sobre esta integral, registrada con soberbia toma sonora entre 1987 y 1991 por los ingenieros de Deutsche Grammophon. Y es que lo que se percibe en estas interpretaciones es un deseo de impresionar a toda costa con el increíble virtuosismo de la formación berlinesa y de la batuta que se pone a su frente –la técnica del milanés no es inferior a la de su predecesor- por encima, e incluso a costa de, la profundización en el contenido expresivo de las partituras. Es difícil que la Berliner Philharmoniker logre sonar con mayor belleza en este repertorio, con tan algo grado de tersura, con un sonido al mismo tiempo tan empastado y tan rico en colorido; que esté modelada con semejante plasticidad para obtener tutti de asombrosa redondez, fortísimos de semejante brillantez y pianísimos tan inaudibles; que la cantabilidad sea tan grande –el legato es para derretirse- y que la mayor brillantez vaya de la mano con el más delicado refinamiento… y que el mismo tiempo el resultado sea tan aséptico en lo expresivo, tan superficial y tan vacío de contenido. A menos a juicio de quien suscribe, claro.

Abbado Brahms Sinfonias

Obviamente hay diferencias importantes entre el Brahms de Karajan (enlace) y el de Abbado. El del salzburgués es mucho más robusto, más denso y más musculado; también más rígido y contundente, y desde luego más poderoso. El del maestro italiano, sin renunciar en modo alguno a la particular sonoridad de la Filarmónica de Berlín, ofrece una mayor dosis de luz y color, al tiempo que sustituye buena parte de la robustez karajaniana por una particular elegancia que si en algunos momentos resulta muy bienvenida, en otros parece en exceso delicada e ingrávida, rozando por momentos la cursilería. En cualquier caso la obsesión por seducir a base de grandes contrastes sonoros y de incomparables detalles de virtuosismo termina presidiendo las sinfonías brahmsianas a cargo estos dos músicos.

De la Primera Sinfonía ofrece Abbado una interpretación extrovertida, bien trazada, muy comunicativa y –no nos cansamos de repetirlo- maravillosamente sonada, que pierde bastante por un tercer movimiento que tiende, en su exceso de virtuosismo, a lo blando y amanerado. La Segunda es otro ejemplo de cómo la mayor belleza sonora puede estar desprovista de contenido emocional. El primer movimiento resulta en este sentido bastante insípido y un punto liviano. Bastante mejor el segundo, aunque el drama no termine de perfilarse. Bien el tercero y muy bien el cuarto, fogoso y –por fin- intenso, lo que deja claro que a Abbado le interesan más los aspectos épicos que los dramáticos en la música brahmsiana.

En la Tercera Abbado vuelve a desplegar el mayor de los virtuosismos, pero entre tanta minuciosidad se pierde la planificación de tensiones, mientras que en lo expresivo se nota cierta indiferencia, sobre todo en los movimientos centrales: el celebérrimo Poco Allegretto resulta un punto lánguido. Faltan el fondo, la dimensión poética, la ternura, el sentido humanista… El resultado es un producto perfecto en la forma pero más bien frío, cuando no aburrido. Convence más la Cuarta, pues en ella el milanés parece por fin creerse el contenido de la obra e inyecta a su vistosa y magníficamente sonada recreación una buena dosis de sinceridad y apasionamiento, al menos en un muy notable Allegro no troppo. El segundo movimiento suena un poco más delicado y amable de la cuenta. Muy bien el tercero, a pesar de algún detalle rebuscado. Lo más flojo es el cuarto, dicho un tanto de pasada y bastante más externo que otra cosa.

Las Variaciones Haydn conocen una interpretación fluida, muy bien desmenuzada y brillante sin aparatosidad, pero escasamente motivada en los aspectos líricos y un punto distanciada, cuando no blanda. De Obertura Trágica Abbado consigue una muy buena versión, rápida y con muchísimo nervio en los segmentos extremos, muy comunicativa, que se estropea de nuevo por su obsesión por el sonido, resultando antes espectacular que dramática, pasando el maestro de largo ante todo el lirismo, la atmósfera y el misterio de la sección central. Y bastante mediocre la Académica, una lectura nerviosa, ajena a los claroscuros, excesivamente liviana en las frases líricas y ruidosa en los más brillantes. Incluso hay cierto descuido en lo que a la claridad se refiere.

Lo más interesante de esta edición son los maravillosos complementos sinfónico-corales. Maravillosos por la música, claro, y por las intervenciones del soberbio Coro Ernst Senff, no por la dirección: la tendencia de Abbado a generar sonoridades ingrávidas que rozan lo relamido termina haciendo estragos, sobre todo en El canto del Destino. Mejor funcionan El canto de las Parcas y Nanie, pese a que también el milanés se centra en buscar el contraste entre una opulencia más bien aparatosa y la delicadeza extrema. La Rapsodia para contralto se beneficia de una Marjana Lipovsek que, aun siendo demasiado lírica, deja bien clara su categoría artística, pero la batuta resulta externa en su dramatismo y bastante nerviosa, careciendo de la concentración, la sensualidad y la hondura necesarias. Una lástima.

6 comentarios:

Andante moderato dijo...

Muy interesante el artículo sobre las interpretaciones de Brahms de Claudio Abbado.
En cuanto al ciclo de Conciertos para piano y orquesta de Beethoven, que grabaron Maurizio Pollini y el director milanés con la Filarmónica de Berlín, hay quienes afirman que es uno de los más recomendables. ¿Has oído de él?
Hace mucho tiempo, dieron por radio los Conciertos Primero y Cuarto por estos intérpretes. En verdad, debería escucharlos nuevamente para acabar una opinión. Creo que, en la parte pianística, aquí Pollini hacía gala de una técnica perfecta y parecía que había logrado mayor profundidad expresiva con respecto a sus anteriores grabaciones con Karl Böhm y Eugen Jochum, aunque no recuerdo que, en este caso, el acompañamiento orquestal de Abbado fuera más allá de la mera corrección.
En todo caso, entre los mejores ciclos de los Conciertos para piano de Beethoven, creo que podríamos destacar alguno de los que grabó Claudio Arrau (probablemente sea mejor el que dirige Bernard Haitink, pues cuando registró el de Colin Davis, el maestro chileno ya era muy anciano), el de Daniel Barenboim y Otto Klemperer junto a la New Philarmonia, (especialmente recomendable por la dirección, porque el pianista no había alcanzado aún la madurez interpretativa) o,quizás, alguno en los que dirige George Szell.
Asimismo, entre las numerosas grabaciones excepcionales de estas obras, me parece que no se pueden olvidar los Conciertos nº 1, 3 y 5 con Arturo Benedetti – Michelangeli y Carlo Maria Giulini al frente de la Sinfónica de Viena (Sensacional, indudablemente, el Primer Concierto). Los de Krystian Zimerman y Leonard Bernstein con la Filamónica de Viena parecen ser más interesantes por la dirección que por la parte pianística.
Un saludo.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

La verdad es que no he escuchado nada de ese ciclo Pollini/Abbado. Tengo entendido que no es gran cosa, o eso dice algún crítico del que me fío. Sí conozco las antiguas grabaciones con Böhm y Jochum: me gustan más por la dirección que por el solista. En cualquier caso el virtuosismo de Pollini es innegable.

De las grabaciones de Arrau solo conozco algunos de los conciertos con Colin Davis: me gustan muchísimo. El ciclo Zimerman lo tengo por la mitad: cuando vuelva a mi residencia "de trabajo" -ahora estoy en casa, de vacaciones- terminaré de verla. Las otras que citas no las he escuchado, salvo las de Barenboim con Klemperer, claro está, que yo creo que a todo el mundo nos gustan muchísimo. Claro que a mí las que más me van son las últimas de Barenboim, las del DVD. Gracias por los comentarios. Saludos.

jmfurtwangler dijo...

No sé expresarlo también como usted pero Abbado nunca me ha gustado. Ademas, ¿cuál es su sonido?. Tengo dudas. Furtwangler tenía sonido propio, Toscanini lo mismo, Karajan, para bien o para mal, tenía el suyo; idem Klemperer; idem los Kleiber (padre e hijo); idem Szell ...Digo esto en el supuesto de que a Abbado haya que compararlo con los más grandes.
Referente al artículo, aunque esta es la entrega XVII, no logro visionar las anteriores; por lo que desconozco si ha mencionado la integral de Sanderling/Dresdem (RCA). La número 1 por todo. Todas las virtudes de lenguaje y expresión musical están aquí, y, por si fuera poco, el sonido de la Staaskapelle de Dresden es absolutamente insuperable, se la compare con quien sea.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

No soy el único que opina que hay que distinguir entre dos Abbados: el de los sesenta y setenta, que era un director maravilloso, y el posterior. Este último tiene un sonido característico: ingrávido y relamido, por más señas, lo que no impide que la Filarmónica de Berlín luzca el poderío de su cuerda grave.

La primera integral de Sanderling no la conozco. La segunda sí, y espero hablar de ella en otra entrega.

Nemo dijo...

¿Se publicó ese comentario de la segunda integral de Sanderling?

Debe tener menor sonido que la primera, pero la orquesta, aventuro, debe ser peor. Tengo curiosidad por la "maduración" de Sanderling, gran intérprete de Brahms 20 años antes.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Hace meses que tengo en mi mesa, una sobre la otra, las dos integrales de Sanderling, pero no me he sentido con ánimo para escucharlas. Estoy muy quemado. Lo siento mucho, de verdad. Gracias por su interés.

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