Bueno, ¿y cómo es eso de “devolver a Carmen su espíritu original”? Pues a tenor de lo escuchado, el asunto consiste en ir siempre de prisa y corriendo, tocar todo del mezzoforte para arriba, frasear con rigidez marcial, eliminar con la sequedad “made in Gardiner” todo rastro de sensualidad o lirismo de la obra y, por descontado, no pararse a matizar en lo expresivo. O hacerlo sacando los pies del plato, claro, preferentemente con forzadísimos ritenuti. El catálogo de horrores que nos ofrece el británico es interminable, pero me gustaría destacar -negativamente- todos los preludios e interludios y, sobre todo, el desfile de toreros del último cuadro. Que la articulación ofrezca aquí y allá elementos historicistas ni quita ni aporta nada a la partitura, y la utilización de instrumentos originales no pasa de la mera anécdota. El Coro Monteverdi canta con indiferencia expresiva y no siempre con la perfección absoluta a la que nos tiene acostumbrados.
Habrá quienes hablen de frescura, de inmediatez, de “limpieza de la polución wagneriana”, de saludables nuevos puntos de vista, de renovación… ¿Pero dónde está la renovación, señor Gardiner, cuando lo que aquí se oye a quien recuerda es a los Levine, Frühbeck y compañía? Mucho morro es lo que usted tiene, porque si esto mismo lo hiciera un Ros-Marbá, un López Cobos, un Pedro Halffter, un Gómez Martínez, un García Asensio o un Víctor Pablo, le lloverían los abucheos. Pero claro, con tantos aficionados que detestan la música del XIX (muy “burguesa”, ya se sabe) y que creen haber encontrado en usted y en gente como los Norrington, los Van Immerseel y demás a sus particulares mesías que les hacen "llevadero" este repertorio… pues así cualquiera.
Y que no me vengan, por favor, con que Gardiner ha recuperado el "sabor francés". Si quiero escuchar una Carmen francesa ahí están, por poner dos ejemplos muy distantes entre sí, Thomas Beecham y Yannick Nézet-Séquin (este último muy pronto en DVD). Si quiero una Carmen alemana, ahí está Barenboim. Si quiero un experimento radical, ahí está la genialidad de Bernstein. Si quiero una Carmen-Carmen, pues ya saben, los Abbado, Karajan y compañía. Pero lo de Gardiner no es más que una monumental tomadura de pelo.
Lo único que tiene interés, ahí sí, en la labor de Sir John es su afán en abrir cortes habituales. No es frecuente escuchar completo el duelo entre Don José y Escamillo, por ejemplo, aunque más interés tiene una larga intervención de Morales -después de la primera aparición de Micaela y justo antes del coro de niños- que no se hace nunca (si quieren escucharla, visualicen el enlace de Youtube ofrecido arriba y acudan a los dos últimos minutos del clip). Lo que no entiendo, en cualquier caso, es que con semejante afán arqueológico no se ofreciesen los recitativos en su integridad.
Sobre la dirección escénica no sé muy bien que pensar. Adrian Noble tuvo que enfrentarse a un espacio extremadamente reducido y a una obra sobre la que circulan demasiados tópicos, lo que complica mucho las cosas. Al final optó por un escenario único de forma semicircular (un ruedo, qué original) con gran espejo trasero que sube y baja (también muy original), cuidada iluminación y vestuario heterogéneo para ofrecernos una Sevilla llena de moros vestidos a la marroquí (incluido Lilas Pastia), soldados de cuyo cuello cuelga una chapa de esas de los marines, paseantes leyendo El País y gitanas de piernas muy abiertas que se refriegan con los transeúntes. Lo de siempre, vamos. Pero claro, visto lo que hay que verse por ahí, hay que agradecerle al director británico una magnífica dirección de actores y masas y un gran respeto por los planteamientos y situaciones de la obra original. Al menos había teatro, y teatro al servicio de la partitura, no de las ocurrencias del director de turno.
Triunfo de la Antonacci
Aunque mucho menos bien acompañada desde el foso que en su filmación de 2006 en el Covent Garden, Anna Caterina Antonacci ofrece una memorable encarnación de la gitana. Es verdad que su voz -de buenísima calidad- es demasiado lírica y no muy sensual, que hay algunas desigualdades y que en la escenas de las cartas se queda corta, pero la cantante italiana comprende el personaje y sabe trasmitir en lo vocal sus diferentes pliegues expresivos sin caer en la excesiva finura (lo siento, a mí nunca me entusiasmaron De los Ángeles y Berganza) ni en el tópico arrabalero. Como actriz me parece sensacional: excepción hecha de la Migenes-Johnson, no recuerdo haber visto una Carmen mejor actuada. Ayudan a la Antonacci un rostro bellísimo y un escote de infarto.
No conocía de nada a Andrew Richards, por lo que me he llevado una grata sorpresa: la voz del norteamericano es bonita (habría que comprobar en directo su volumen y proyección), está bien manejada y aguanta con dignidad las exigencias del último acto. El artista canta con gusto, no recurre a histrionismos y se mueve con corrección. A mi modo de ver, es el suyo un Don José más completo que el de Kaufmann y mucho más soportable que el del actual Alagna. Anne-Catherine Gillet, de voz bonita y musical, hace una Micaela muy aniñada sin llegar a la cursilería. Nicolas Cavallier, finalmente, ofrece un Escamillo muy tosco en general y ridículamente engolado en su breve aparición en el desfile de la Maestranza. El resto, discreto.
Mi recomendación es, en cualquier caso, que echen ustedes un vistazo a los clips aquí incluidos (pueden ver la función entera en Youtube) y que saquen conclusiones por sí mismos. Y si les gusta lo que oyen, recen para que la función aparezca en Blu-Ray, porque se filmó en alta definición.
11 comentarios:
Buen artículo.
Yo tampoco soporto a Imerseel.
de acuerdo en casi todo ( a mi si me gusta berganza ). un saludo.
De acuerdo en casi todo(a mí si me gusta Berganza). Un saludo.
Jos Van Immerseel es grande. Great!!! Anónimamente lo afirmo...
También Gardiner es grande, incluso grandísimo... cuando quiere.
Ya ya. Yo es que no tengo ganas de discutir... Por eso me limito simplemente a afirmar cosas, anónimamente hablando, por supuesto.
Aprovecho para recomendar al personal (si es que hay alguien que se fíe de mis gustos) el disco Elgar de Gardiner en Deutsche Grammophon, desde luego una de las cosas más increíbles que he escuchado nunca sobre este autor. Claro que ese Gardiner no es este Gardiner, no señor...
A Van Immerseel lo dejamos para otra ocasión.
Immersel no es grande, es grandísimo. Adoro su Beethoven y sus acercamientos al romanticismo. Y qué decir de Gardiner, su Brahms es para mí una referencia. No entraré en "Carmen", no me interesa en absoluto esa ópera.
Agradezco el porfesionalismo de tu nota, es cierto que Gardiner no es siempore el mismo, las sinfonias de beethoven las ha interpretdado de un modo tal vez no tan visceral pero muy correcto e historicista, no puedo decir lo mismo de la Flauta magica de mozart, ya que recurre a casi todas voces blancas en el elenco, parece una puesta juvenil, no hay intensidad, ni matices, es un bodrio igual que esta Carmen, si son un logro sus oratorios de Bach u operas barrocas de Haendel. Es mi modesta opinion. Saludos!
Gardiner, cuando los hados son propicios, es para quitarse el sombrero, y no exclusivamete en barroco. Como dije en un comentarios anterior, su Elgar es "la leche". Vamos, que el caballero se marca una de las mejores variaciones Enigma de la historia del disco.
Hola y gracias. Tiene Ud. razon, a Elgar lo ha interpretado de un modo bellisimo, al igual que su la Sinfonia Fantastica de Berlioz, gran sonido con instrumentos de epoca.
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