viernes, 19 de febrero de 2010

Rattle y Harnoncourt se acercan a Las Estaciones

En los últimos días he podido escuchar dos interpretaciones distintas -y admirables, adelantémoslo ya- de ese genial oratorio de Haydn que es Las estaciones. En la primera de ellas Nikolaus Harnoncurt dirige a su Concentus Musicus Wien de toda la vida; fue registrada en vivo en verano de 2007 y ha sido editada en un doble compacto por Deutsche Harmonia Mundi. La otra se puede ver -previo pago- en el Digital Concert Hall de la Filarmónica de Berlín, y se corresponde con un concierto dirigido por Sir Simon Rattle el 9 de septiembre de 2009.


Harnoncourt nos sorprende al dejar de lado todos sus tics "marca de la casa" sin renunciar a la poderosa personalidad interpretativa que le caracteriza. Dicho de otra manera, no encontramos excentricidades en los tempi, ni una excesiva sequedad en los ataques ni efectistas salidas de tono para realizar presuntos descubrimientos, pero sí que tenemos esa irresistible electricidad, esa teatralidad llena de contrastes, esa aguda incisividad en el tratamiento de los timbres y -algo fundamental en una obra como ésta- esa refrescante rusticidad sonora de la mejor ley que él sabe extraer de su agrupación, sin duda ideal para semejante partitura: con instrumentos originales esta obra suena aún más moderna, sin menoscabo de que Harnoncourt sepa al mismo tiempo poner de relieve la influencia haendeliana. Un poquito más de vuelo lírico, en cualquier caso, no le vendría mal.

En la recreación de Rattle no encontramos en semejantes dosis las virtudes de Harnoncourt, y si de ellas hay que echar en falta una, señalaríamos la agudeza que el austríaco muestra para la onomatopeya. Pero el británico guarda un as en la manga: un entusiasmo fuera de lo común, tan impetuoso y trepidante que por momentos pone al borde el precipicio a esta jubilosa, fresca y muy comunicativa recreación. La Filarmónica de Berlín, que lógicamente está maravillosa, no posee las cualidades "historicistas" del Concentus, si bien Rattle utiliza trompas naturales -sabia elección- y al igual que Harnoncourt opta por fortepiano para los recitativos. Por otra parte el británico, que no es ajeno a la interpretación con instrumentos originales, se aleja de la pesadez y la grandilocuencia de algunas versiones "tradicionales", aunque por otra parte un poco más de reposo y concentración para obtener claridad y paladear la música como es debido sería recomendable para redondear la lectura.



Los solistas vocales son en los dos casos de alto nivel, si bien Harnoncourt gana la partida con la excelsa línea del tenor lírico Werner Güra, la exquisitez -un tanto impersonal- de Genia Kühmeier y la nobleza de canto del barítono Chistian Gerhaher. En Berlín está espléndido John Mark Ainsley, pero Christiane Oelze tiene problemas técnicos -el agudo le queda tirante- y el admirable Thomas Quasthoff, voz más adecuada que la de Gerhaher por ser un barítono-bajo, pasa serios apuros en las agilidades. Los coros son fabulosos, tanto el Rundfunkchor Berlin con Rattle como el Arnold Schoenberg en la interpretación harnoncourtiana, especialmente este último.

Aquí va el link para ver -existe la posibilidad de abonarse al Digital Concert Hall, como yo he hecho- la interpretación de Rattle (enlace).

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