Falleció anoche, a la edad de ochenta y seis años, la inmensa Alicia de Larrocha. Poco más puedo añadir a lo que escribí en Filomúsica (enlace) hace ya casi seis años (¡cómo pasa el tiempo!) con motivo de su aparición en el Teatro Villamarta, en el que fue, si los datos no me fallan, el último recital de su carrera. Descanse en paz.
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ALICIA DE LARROCHA:
PUNTO Y FINAL EN JEREZ
Jerez. Teatro Villamarta. 29 de noviembre de 2003. F. Chopin: Nocturno Op. 32 Nº 1; Barcarola Op. 60; Berceuse Op. 57; Polonaise Fantasía Op. 61. I. Albéniz: Evocación, El Puerto, Almería. Falla: Fantasía Bética. Alicia de Larrocha, piano.
La noticia no es oficial, por lo que podría haber alguna sorpresa en el futuro, pero lo que ha llegado a nuestros oídos es que es voluntad de Alicia de Larrocha que el recital que ofreciera el sábado 29 de noviembre en el Teatro Villamarta de Jerez quede como el punto y final de su ya dilatadísima carrera. Un acontecimiento no por esperado menos triste para los que somos admiradores de esta artista singular, rigurosa en lo artístico y exigente en su carácter, que no sólo ha brillado como la mayor figura del piano español de la segunda mitad del siglo XX, sino como una de las grandes intérpretes del repertorio tradicional, como bien demuestra -con sus más y sus menos- la recomendabilísima caja de siete compactos recientemente reeditada por Decca.
Es el suyo un pianismo de corte digamos clasicista, que busca ante todo el equilibrio y la belleza sonora pero que no rehúye, antes al contrario, la tensión interna. Por ello su Mozart o su Beethoven, a pesar de situarse tan lejos del de un Barenboim, nada tienen que ver con el preciosismo narcisista y la blandura de una Pires, por citar ejemplos bien conocidos para el aficionado. Y si su Schubert o su Liszt pueden no resultar del todo convincentes, ya que a nuestra artista el dramatismo más negro le resulta un tanto insincero y artificial, en autores de principios del XX como Ravel, Khachaturian y -por descontado- Falla, su sensibilidad para el color y su proverbial sentido rítmico le garantizan resultados de primera magnitud.
Presentaba en Jerez un bellísimo programa integrado por Chopin en su primera parte y por Albéniz y Falla en la segunda, más propinas de Mompou y Granados. ¿Cómo está de dedos esta señora? No del todo bien, pero muchísimo mejor de lo que se puede exigir a una persona con ochenta años de edad. ¿Y de concentración? Algo irregular. Así las cosas en el concierto hubo de todo, desde lo simplemente bueno (siempre dentro de un altísimo nivel de musicalidad) hasta lo excepcional: pese a algún que otro desliz a la hora de sortear las terroríficas dificultades de la partitura, su Fantasía Bética, llega de tensión, garra y duende, fue la que sólo un genio del piano es capaz de ofrecer. El público que abarrotaba el teatro aplaudió a rabiar al finalizar una velada llena de emoción. Doña Alicia, la echaremos a usted mucho de menos.
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