sábado, 11 de julio de 2009

Barenboim en Granada 2009 (I): Mendelssohn, Mahler, Beethoven

Se preguntan algunos con insistencia por qué tiene que ser Daniel Barenboim, al frente de su Staatskapelle de Berlín, quien en los últimos años clausure el Festival de Granada con dos o tres conciertos en el Palacio de Carlos V. La respuesta es simple: porque se lleva estupendamente con la cúpula del PSOE, porque la Junta de Andalucía -que organiza y financia estos conciertos al margen de la directiva del Festival- está dispuesta a gastarse el dinero… y porque el de Buenos Aires es, fallecidos Celibidache y Giulini y retirado Sanderling, el mejor director del mundo. Otra cosa es que conozca sus irregularidades. En el concierto que ha ofrecido esta noche, 10 de julio de 2009, las ha habido.

Mendelssohn. Sorprende escucharle un compositor que frecuenta poco, y más aún con una obra escasamente conocida, la obertura de Ruy Blas. La interpretación debió de parecerles un horror a quienes piensen que Mendelssohn es ante todo un compositor grácil, aéreo y delicado. A mí me ha gustado mucho su corpulenta y sanguínea lectura, quizá más robusta de la cuenta y no del todo clara.

Mahler. Por fin le escuchamos el Adagio de la Décima, una obra a la que ha llegado hace poquísimo. Gran chasco. Me ha parecido una interpretación flácida, deslazada y carente de la aspereza y la rebeldía que son necesarias para dotar a la obra de sentido. Por descontado que la sobriedad del enfoque es muy de agradecer, como también muchos detalles -los pizzicatti de los violines, algunas intervenciones de las maderas- propios de su genio, pero creo que ni Barenboim ni su orquesta -de hermosísimo sonido pero un tanto fallona- han estado a la altura de las circunstancias. Lo peor, un clímax al que se llegó sin la suficiente tensión y un final inadecuadamente resignado. Total, una interpretación no lenta (veintiséis minutos) pero sí morosa y aburrida, muy por debajo de las maravillas que el propio Barenboim hizo aquí con Séptima y Novena.

Beethoven. Gran interpretación del Tercer Concierto presidida por la naturalidad, la riqueza de concepto y el profundo humanismo de Barenboim en su doble faceta de director y pianista. Aun así, y siendo siempre el nivel altísimo, hay pasajes que a él mismo se los he escuchado aún mejor dirigidos. Sublime el Largo central. Al piano ha estado formidable, sobresaliendo su increíble manera de resolver los trinos -nada mecánica, siempre llena de sentido- y el creativo tratamiento de la cadenza. Lástima que el piano, sin tapa para facilitar las labores directoriales, no se escuchara bien desde el patio de butacas.

Chopin. El éxito arrollador el público le animó a conceder una propina. Ahora mismo no sé decir el número del Nocturno, pero sí corroborar que se ha tratado de una de las más hermosas, sentidas y matizadas interpretaciones de una página de Chopin que quien suscribe haya escuchado. El concepto, además, parece ahora más rico que cuando hace lustros Barenboim, escorándose en exceso hacia la sobriedad y la negrura, grabó la serie completa para Deutsche Grammphon. Debería volver a grabarla. Cuanto antes.

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