Musicalmente el resultado fue bastante discreto por obra y gracia del señor Christopher Hogwood, que ofreció una dirección extremadamente insulsa y plana, sin sentido ninguno del color, carente de incisividad, de ironía y de fuerza dramática. Dijo hace tiempo Antonio Moral que los grandes directores de ópera no son los que a todos nos gustaría ver en el Real, sino los que de hecho están ahora dirigiendo. Pues vale: seré muy ignorante, pero a mí Hogwood me parece un director -para este y para otros repertorios- bastante mediocre. Y si de traer a un famoso historicista experimentado en clasicismo se trataba, Gardiner lo hubiera hecho muchísimo mejor, a tenor de su grabación comercial para DG.
Me gustó Toby Spence: una voz preciosa –aunque no grande-, excelente gusto cantando, variedad expresiva y buenas dotes de actor. De Johan Reuter, maravilloso en Desde la casa de los muertos, esperaba más aún: a su notable Nick Shadow le faltó un poco de autoridad. Divertidísima Daniela Barcellona como Baba la Turca, aunque su voz no sea la más adecuada para el papel. ¿Y la Bayo? Pues hubiera estado excelente de no ser por el grave -feo y descolorido-, por el centro -débil-, por el agudo –metálico- y por su en esta ocasión excesiva tendencia a la cursilería. ¡Qué gran artista fue esta señora y qué despistada está! Al menos en la bellísima canción de cuna de despedida (lo mejor quizá de la partitura) nos quitó el mal sabor de boca. El resto del elenco, normalito. Ah, el coro cantó con solvencia y realizó un trabajo escénico fabuloso.
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