La primera vez que escuché a la Concertgebouw en directo fue en la Expo’92, con un doble programa bajo la dirección de Riccardo Chailly. De nuevo con el milanés la vi unos años más tarde, también en el Maestranza, con una sensacional Séptima de Mahler. Y el pasado verano le pude disfrutar un par de conciertos en los Proms londinenses con su antiguo titular Bernard Haitink.
Pero en la reciente visita al Festival de Granada la orquesta holandesa me ha impresionado aún más. La cuerda es fabulosa, muy especialmente qué cuerda grave. Menudas maderas. Y qué metales. El empaste global es igualmente portentoso. Hace unos meses estuve en Londres escuchando a la Sinfónica de Chicago y puedo dar fe de que la justamente mítica formación norteamericana no es mejor. Igual de extraordinaria sí, y desde luego más brillante, pero no mejor, porque la del Concertgebouw, además de precisión y redondez, ofrece una musicalidad en cada uno de sus solistas fuera de lo común.
Desgraciadamente canceló por motivos de salud Mariss Jansons -músico sobrevalorado pero de indiscutible talento- para ser sustituido en el Carlos V por el mucho menos interesante Neeme Järvi, que apechugó con todo el programa inicialmente previsto, incluyendo las páginas de Schumann. Ay. La obertura Euryanthe le salió bastante digna, ya que no inspirada, pero la Sinfonía Primavera dejó mucho que desear. Concretando, el segundo movimiento resultó hermoso y aseado, mientras que el estonio destrozó de manera inmisericorde el resto de la partitura con una brocha gorda, un mal gusto -metales y percusión en primer plano- y una precipitación realmente alarmantes, dando como resultado una lectura rápida, mecánica, machacona e insensible. Un horror.
Le quedaron mucho mejor los Cuadros de una exposición, no sé muy bien si porque a Järvi le va lo colorista -desde luego dirigió con atención al detalle, sin efectismos baratos y con un fino olfato descriptivo- o porque la partitura se presta mucho más al lucimiento de los solistas: maderas, tuba y saxo, de matrícula de honor. Sobre todo este último.
Al día siguiente, la Sinfonía Turangalila. La gigantesca plantilla salió al escenario mientras el público aplaudía ante la noticia -medio aforo masculino llevaba al pinganillo en la oreja- de que la selección española de fútbol había ganado no sé qué competición. Los músicos no sabían a qué se debía en realidad tal entusiasmo ante su salida al ruedo. Algunos en el público se llevaron luego una plancha: las señoras que tenía detrás de mí empezaron a cuchichear, a lamentarse y más tarde a reírse ante las “cosas raras” que se escuchaban en la orquesta. “Ya está bien de moderneces”, venían más o menos a decir. Qué borricas. Algunos se fueron antes de que la obra terminara. ¿Para qué demonios se sacan entradas para una sinfonía con nombre de culebra? Deberían haberse quedado viendo el fútbol. Por suerte la inmensa mayoría de los allí presentes aplaudimos a rabiar.
Grande, grandísima interpretación. Y eso que la batuta de Järvi, centradísima y muy eficiente, no tuvo ni mucho menos la personalidad, el sentido del color y la capacidad para generar tensiones de un Chailly, a quien le escuché por vez primera esta obra maestra en directo con la Filarmónica de La Scala en un concierto de esos que dejan huella. Pero bueno, un orquestón como éste para una partitura semejante es un verdadero lujo de esos que se tienen muy de higo a breva. Un disfrute total.
Jean-Yves Thibaudet, que ya hizo la obra en Sevilla en aquél concierto con Chailly, estuvo deslumbrante. Y para mí fue entrañable tener delante las Ondas Martenot de Cynthia Millar, a la que tantísimos discos de música de cine he escuchado. No pude resistirme a pedirle un autógrafo. Y al pianista también: el disco de su Turangalila con esta misma orquesta y Chailly, quizá la versión de referencia junto a la genial pero muy discutible de Nagano. Total, que me acordaré mucho de esta velada granadina dedicada a Messiaen, a pesar de que estuvo amenizada por los cohetes de algunos golfos que decidieron tomar la ciudad con la excusa del triunfo futbolero.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
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3 comentarios:
La versión referencial (monoaural, eso sí) es la de Rosbaud, con la SWF, Loriod (segunda esposa de Messiaen) y Martenot (esposa del inventor del instrumento), descargable libremente (gratis y legal) desde Karadar (que ahora ofrece descargar directas, sin necesidad de contraseñas, etc). También recomiendo la de Metzmacher (http://www.dw-world.de/dw/1,2692,12341,00.html), también libre. Enhorabuena por tu blog: lo he descubierto hoy, buscando información sobre el concierto emitido por la 2 (Barenboim y Viena), que espero poder volver a ver desde RTVE Alacarta. Un saludo
Muchísimas gracias.
He oído hablar mucho de la mítica versión de Rosbaud,pero nunca he podido "catarla". Voy a por ella :-)
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