La anterior edición en compacto de este registro dedicado a Igor Stravinsky de octubre de 1969 con Giulini y la Sinfónica de Chicago no sonaba bien. En la caja hace poco lanzada por Warner sí lo hace, pero sin que la restauración pueda soslayar los problemas de la toma original, derivados posiblemente de la acústica del Medinah Temple. En cualquier caso, resultados artísticos de enorme altura.
Primero, una suite de Petrushka. Una pena que el maestro no grabara el ballet completo, sino
solamente una selección; bueno, faltan solo el principio y el final, pero las
ausencias se echan de menos. Traemos el registro, en cualquier caso, porque
rara vez se ha escuchado esta partitura con semejante gama de texturas y
colores, con tanta poesía y con tan matizada intencionalidad expresiva.
Tendiendo siempre, eso sí, hacia la humanización de los personajes, y obviando
la mala baba o la violencia que otros maestros han querido poner de relieve.
En la otra cara del antiguo vinilo, El pájaro de fuego: esta vez, la suite de 1919. Los trece años que separan esta grabación de la que hizo con la Orquesta Philharmonia comentada en la entrada anterior evidencian la manera en la que el maestro de Barletta fue modificando sus maneras de hacer con el paso del tiempo. Ahora hay menos sequedad y menos violencia, sin por ello perder sabor propiamente straviskiano -de hecho, al autor le gustaba que esta música sonara con esos ingredientes-, mientras que la sensualidad, la ternura y la poesía ya entonces presente nos atrapan sin remedio en la Danza de las princesas y la Berceuse. Como en su posterior grabación en Ámsterdam Giulini se irá al otro extremo, a la postre esta interpretación es la más redonda y equilibrada de las suya. Una suerte que el reprocesado de 2025 haya devuelto su calidad a una grabación que nos permite disfrutar del depuradísimo trabajo con una orquesta a la que la batuta hace sonar ora incisiva, ora auténtico terciopelo.
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