martes, 22 de julio de 2025

Giulini estereofónico, cosecha de 1956: Stravinsky, Bizet, Ravel

Otra gran recuperación de la cajota imprescindible dedicada a Carlo Maria Giulini por Warner: grabaciones estereofónicas en nuevo y excelente reprocesado de El pájaro de fuego de Stravinsky Concert Suite de 1912, reza la contraportada, Jeux d'enfants de Bizet y Ma Mère l'Oye de Ravel, todo ello registrado con el concurso de la soberbia Orquesta Philharmonia en octubre de 1956 en el Kingsway Hall londinense.
En la selección del ballet stravinskiano Giulini hace gala del trazo segurísimo, la perfecta lógica constructiva y la claridad impresionante (¡qué nivel de detalle!) que es de esperar en una batuta de técnica semejante, todo ello en perfecta complicidad con el virtuosismo insuperable de la orquesta de Klemperer. También evidencia una enorme implicación expresiva, pero ofreciéndonos una visión menos sensual y evocadora que las suyas posteriores, al tiempo que bastante más áspera y escarpada; en la Danza infernal alcanza una violencia timbales de enorme sequedad que sorprende a quienes tenemos de él una imagen más pacífica, aunque a decir verdad no era tan infrecuente en aquel periodo de su trayectoria. En cualquier caso, no hay rastro de nerviosismo y la elegancia del maestro nos atrapa en una Berceuse sublime.
La partitura de Ravel, como era de esperar, resulta un prodigio de encanto, delicadeza y poesía sin escorarse lo más mínimo a la ensoñación ni a la blandura. Antes al contrario: el de Barletta aporta además una dosis de vivacidad y tensión cuando corresponde. Pasmosa, limpísima la ejecución.
En el primero de los cinco testimonios oficiales de Mi madre la oca, Giulini demuestra ya una enorme afinidad espiritual con esta música y un alto grado de inspiración, aunque todavía lejos de la magia que alcanzará con ella con posterioridad. Hay ternura y delicadeza, ciertamente, como también un pulso prodigioso para paladear las melodías con delectación, pero su poesía resulta tan elegante como un tanto distanciada, incluso estática. Dicho esto, hay aciertos tan grandes como el sabor inquietante que imprime a los compases que cierran el penúltimo número, como también un error de bulto al precipitarse en el final de la obra. La orquesta no es la idónea para Ravel, pero Giulini la trata con depuración sonora extrema, punto que ha quedado bien de manifiesto tras la magnífica restauración del audio.

PS. Desde que perdí el programa Windows Live Writer al cambiar de sistema operativo, el tamaño de fuente, el interlineado y otras cuestiones de formato hacen lo que les da la real gana. No tengo manera de controlarlo. Lo siento muchísimo.

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