miércoles, 16 de octubre de 2024

El disco Wagner de René Pape con Barenboim

¿Antipático? Yo diría que sí. ¿Ideológicamente muy conservador? Probable. ¿Depresivo y aficionado a la bebida? Eso afirmó de sí mismo, poniendo estas circunstancias como excusa frente a las declaraciones homófobas que hizo en la red. En cualquier caso, lo seguro es que René Pape es un enorme cantante, como demuestra en este disco dedicado a Richard Wagner que grabó en junio de 2010 –contaba cuarenta y cinco años– junto a Daniel Barenboim y la Staatskapelle de Berlín: voz de calidad y en plenitud, excelente dicción, gran técnica vocal e irreprochable estilo.

Dicho esto, hay que matizar. Como Wotan yo no me lo creo. La mezcla de elegancia, refinamiento y sentido dramático está ahí, pero se le escapa la dimensión del personaje porque le faltan autoridad vocal y expresiva. Supongo que el Wanderer, con toda lógica, ni lo habrá intentado.

Muy notable su Hans Sachs, dentro de una línea menos "paternalista" que de costumbre, aunque le prefiero en su monólogo del acto segundo que en la arenga que cierra el tercero. Maravilloso, por cierto, como el sereno de la misma ópera, Maestros cantores.

Está estupendo como el rey Heinrich de Lohengrin, si bien cuando alcanza las más altas cimas wagnerianas es haciendo de Gurnemanz: expresivo sin perder el temple que necesita su personaje, alejadísimo de la monotonía en que caen otros cantantes y matizando siempre con sutileza. El Parsifal que le acompaña, en la increíblemente genial secuencia del acto III, es nada menos que Plácido Domingo: quizá no el ideal para el rol, pero dictando la lección.

Para terminar, el Wolfram de Tannhäuser: su canción de la estrella es de una belleza conmovedora. No sé si habré escuchado alguna recreación todavía más acongojante que esta.

¿Y Barenboim? Siempre admirable wagneriano, extrae de la Staatskapelle una sonoridad mórbida que le emparenta mucho antes con el Wagner de Knappertsbusch que con el de Solti, por citar a dos grandísimos en este repertorio. Pero tampoco él se libra de alguna irregularidad. ¿Tanto nos cuesta reconocer que en los Adioses de Wotan nunca rayó a la mayor altura? Eso sí: hay mucho ardor, la planificación de las transiciones es admirable y encontramos frases líricas de enorme sensualidad.

En Maestros y Lohengrin el de Buenos Aires está espléndido. Más aún en Parsifal y Tannhäuser: recuérdese que estamos en 2010 y que el de Buenos Aires ha tenido tiempo de evolucionar como director frente a sus grabaciones de estudio de las óperas completas. El Barenboim anciano aporta mayores dosis de ternura, de humanismo, de dulzura incluso.

Sorpresa: en la versión de streaming se incluye minuto y medio del Rheingold que no está en el CD.

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