domingo, 1 de septiembre de 2024

Kirill Petrenko y la Quinta de Bruckner en Berlín

Mañana volvemos todos al trabajo, así que dejémonos de prolegómenos el tiempo es oro y vamos al grano: la Sinfonía nº 5 de Anton Bruckner con que Kirill Petrenko ha inaugurado la temporada de la Filarmónica de Berlín, ya disponible en la Digital Concert Hall en filmación del 23 de agosto, ha sido más o menos lo que podíamos esperar: descomunal respuesta orquestal merced a los mimbres de una orquesta en su mejor momento y de una batuta de técnica excelsa, y desigual labor interpretativa en la que se alternan momentos de apreciable brillantez con otros que tienden a una excesiva ligereza no ya sonora sino también expresiva.

Me ha gustado mucho el primer movimiento, soberanamente expuesto y planificado con lógica, dicho sin prisas pero con nervio, brillante en su punto justo y muy hermoso en el canto de cuerda y maderas. Se le puede reprochar su tendencia al puro sonido, a quedarse en la superficie de la música, pero es difícil resististe ante semejante exhibición de talento. Pasaba con Karajan, que en esta misma obra también planteaba contrastes dinámicos extremos y una gran complacencia en la belleza tímbrica; no terminada de convencer, pero imponía.

Poco o nada me ha interesado el Adagio. Me ha irritado, más bien, por su falta de hondura, de densidad espiritual, de sensualidad y sobre todo de emoción. No, esto no tiene nada que ver con el voluntario distanciamiento teñido de amargura que se apreciaba en la genial grabación de Otto Klemperer que comenté ayer: esto no es más que impotencia artística ante una obra especialmente difícil para cualquier director de orquesta. O puede ser algo todavía peor: voluntad de Petrenko por quitar cafeína a la música, por exigir al oyente lo menos posible, por seducirle de la manera más directa sin conducirle ante el tremendo esfuerzo intelectual y anímico que esta partitura encierra. Todo le queda muy bonito y encantador. Qué bien.

Notable el Scherzo, que sabe alternar furia dramática y relajación buscando contrastes naturales, sin caer en excentricidades. En lo que sí cae Petrenko, era de esperar, es en la más detestable frivolidad cuando llega el Trío.

Así las cosas, en ese enorme monumento que es el Finale uno puede esperar de todo. Y de todo hay, efectivamente: pasajes resueltos con más oficio que inspiración esta música requiere tensiones contrapuntísticas extremas, cosa que a la batuta parece no interesarle, pasajes de brillantez apabullante, pasajes muy hermosos y también pasajes saltarines, por no decir repipis. ¡Incluso en la doble fuga! Ni que decir tiene que lo más importante de este movimiento, la unidad y la lógica de la arquitectura, se viene abajo con tantas idas y venidas del maestro. Una coda sensacional hace que el público berlinés caiga rendido a los pies del titular de la orquesta.

2 comentarios:

kapsweiss2016 dijo...

Yo con Petrenko mantengo el problema o dualidad que me ocurre con algunos instrumentistas. Me deslumbran los resultados técnicos que obtiene con esa pedazo orquesta y al mismo tiempo me irrita ver cómo está desaprovechada con sus decisiones interpretativas/artísticas. Algo parecido a lo que me ocurre con Yuja Wang y en algunos casos con Lang Lang, por poner dos ejemplos
Saludos

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Sí, pienso EXACTAMENTE eso mismo, incluido lo de los dos pianistas.

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