Pues sí, ya podemos ver en la plataforma Stage + (¡háganme caso, suscríbanse!) el concierto de Tarmo Peltokoski y la Orquesta del Capitolio de Toulouse que clausuraba el Festival de Granada coincidiendo con la final de la Eurocopa. Ya saben, el de la pantalla con el partido dentro del Carlos V para satisfacer un asunto "de interés nacional". El que terminó a la una y cuarto de la madrugada por culpa del fútbol. Pero de eso ya he hablado aquí lo suficiente, así que vamos a la música.
De la primera obra del programa, preludio de Los maestros cantores de Wagner, ya había una toma radiofónica con la misma orquesta, que comenté aquí mismo. Esta vez no he encontrado excesiva ligereza en el tratamiento sonoro, pero sí una importante cantidad de peculiaridades en los metales que, más que revelar voces nuevas, desequilibraban la polifonía. Lo que ocurre es que me resulta imposible de determinar si hubo problemas de empaste, responsabilidad por tanto de la batuta y sus músicos, o se trata de un efecto provocado por una desafortunada colocación de los micrófonos: la toma, cortita en gama dinámica, no es ninguna maravilla. Por lo demás, sigue faltando idioma wagneriano en general, mientras que el maestro continúa acertando plenamente en la sección cómica: aquí sí que hay que admirar la polifonía de las maderas, como también la acertada expresión de estas.
De los sublimes Cuatro últimos lieder de Richard Strauss también comenté aquí una grabación, esta vez con la Sinfónica de la Radio de Berlín. Me gustó mucho por su frescura e inmediatez, aportando una visión mucho menos otoñal de lo acostumbrado. La filmación de Granada me ha interesado muchísimo menos: no sé si será cosa mía, pero las dos primeras canciones me han parecido más bien asépticas, rutinarias y ajenas al estilo. Mejor las otras dos, particularmente una concentrada y muy bella sección final de Im Abendrot. Técnicamente hubo sus más y sus menos: queda claro que la orquesta tolosana es muy buena, pero a distancia de las más grandes. Se debe elogiar al concertino, como también reprochar la escasa depuración de los violines en las peculiares irisaciones que deben ofrecer en el inicio de September.
Muy bien la soprano Elsa Dreisig, sobre todo gracias a una voz que, aun sin ser particularmente ancha –más bien todo lo contrario–, no nos hace sufrir con los cambios de color en el grave en los que incurren la mayoría de las artistas que se acercan a esta música. También hay que admirar la crema del timbre, la nitidez de la dicción, el control del fiato y el sutil –ya que no muy imaginativo en acentos– uso de los reguladores. Expresivamente fue de menos a más, sin llegar nunca a defraudar, pero también quedándose a distancia de lo que con estas canciones hizo quienes ustedes ya saben y algunas otras.
Sinfonía nº 9 de Anton Bruckner en la segunda parte. Ya solo por abordar semejante monumento comenzando pasadas las doce hay que aplaudir a orquesta y director. ¡Qué culpa tendrán ellos del fútbol! Los franceses tocaron francamente bien, y su director les hizo sonar con empaste, equilibrio de planos y –salvando algunas líneas del Trío del Scherzo– admirable claridad. Y ahí quedó la cosa, porque estilística y expresivamente fue una versión mediocre. Ni la sonoridad ni el fraseo fueron brucknerianos. La manera de ligar las notas, de plantear arcos melódicos, de planificar tensiones –hubo momentos acelerados y violentos sin suficiente preparación–, de construir los crescendos, de ofrecer esa mezcla de sensualidad agónica, fuerza dramática y espiritualidad que demanda la música... Nada de nada. Al menos eso me ha parecido a mí: se trata de mi sinfonía favorita y me he aburrido mucho.
En fin, ¿hay algún problema en que un señor de veinticuatro años se muestre incapaz de ofrecer una Novena de Brucker aceptable? No, ninguno: ya es bastante con que a su edad haga sonar bien a la orquesta. Sí que es un problema, o más bien una tomadura de pelo, que su agente, su sello discográfico, el Festival de Granada y las orquestas con las que trabaja nos lo quieran vender como un grandísimo director, porque todavía dista de serlo. Eso sí, ambición y prepotencia –le he escuchado una entrevista que no me ha hecho ninguna gracia, el lenguaje no verbal le delata– le sobran. Tanto como las prisas por ser alguien importante.
1 comentario:
No lo conocía. Un joven impetuoso. Suena bien en esas interpretaciones de las sinfonías de Mozart. Ahora bien, un poco de modestia y humildad nunca estarán de más en el ámbito de la dirección orquestal. No digo que llegue a los niveles de gentileza de Giulini, Abbado, o Bruggen, que fueron unos santos. Pero esperemos que tampoco se convierta en un tirano, y aquí prefiero ahorrarme nombres. El tiempo le pondrá en su lugar en el difícil mundo de la música. Aunque ya apunta maneras.
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