Esta noche es “la gran noche” en el Teatro de la Maestranza: Conciertos de Brandeburgo por el conjunto Zefiro bajo la dirección del oboísta Alfredo Bernardini. Ello es lo que me ha llevado a volver a escuchar en su integridad las grabaciones de Harnoncourt III, Pinnock I y Goebel I, a conocer la de Klemperer y a repasar conciertos aislados por Britten, Richter III, I Musici II, Valetti, Pinnock II, Goebel II y alguna otra que hay por ahí. La conclusión está clara: esta música es tan poliédrica que quien quiera apreciar su grandeza no debe limitarse a tres o cuatro referencias.
Se me dirá que eso ocurre con cualquier obra musical, pero no creo que sea del todo cierto. Una sinfonía de Bruckner o un ballet de Stravinsky no tiene un enorme margen de maniobra para el intérprete. Se pueden y deben explorar determinados aspectos para profundizar en nuestro conocimiento de la partitura, pero el artista tiene sus límites. En el mundo “orquestal” del Barroco no es así, por la sencilla razón de que en la primera mitad del XVIII el concepto de orquesta no se encontraba del todo definido, y el compositor escribía con plena consciencia de que su música habría de adaptarse a las múltiples circunstancias organológicas de cada ejecución que pudiera recibir.
El asunto es todavía más complicado, y por ello fascinante, en el caso de estas seis joyitas que nada tiene que ver entre sí: tan válido es ver en ellas “lo italiano” como “lo alemán”, y tan plausible es hacerlas “a la inglesa” como “a la francesa”, pongamos por caso. Afirmar que esta o aquella otra manera de materializarlas en sonido es la más adecuada, sea “históricamente” o “expresivamente”, me parece por completo desafortunado. ¡Basta ya de trincheras!
Dicho esto, ¿cuál es la manera de los hermanos Bernardini y compañía? Porque, claro está, también he escuchado su grabación de 2017 para el sello Outhere, varias veces en el coche para “hacérmelas al oído” y luego en mi equipo. Pues una manera que no puede entenderse sin la revolución que supuso en su momento Goebel; que también tiene mucho que ver con lo de Antonini y Valetti; y que asimismo encuentra una conexión profunda con I Musici a pesar de las enormes diferencias en lo que a la letra cabe, que no al espíritu. Y ese punto de contacto se encuentra en la mezcla de luz, sensualidad, ganas de vivir y sentido del canto que, en el fondo, caracterizan tan tópica como certeramente a “lo italiano”, y que se apartan de las sequedades más o menos germánicas, de las densidades "románticas"; también de la moderación, las buenas maneras y el relativo distanciamiento de “lo inglés”. ¿Excesos? Pocos. Hay una apreciable exuberancia en la ornamentación, pero eso no me parece precisamente un defecto. Y los tiempos de las carreritas sin control, los amaneramientos y los detalles de mal gusto camuflados como hallazgos o como “recreación de los afetti” –esta expresión la suele usar la kale barroka para justificar lo injustificable– parece que empiezan a pasar de moda entre las agrupaciones historicistas.
Intentaré decir algo más cuando se haya celebrado el concierto. De momento, disfruten de estos dos vídeos filmados en mi adorada basílica de San Apolinar in Classe de Ravena en 2022 con Bernardini y su espléndido conjunto de virtuosos.
2 comentarios:
Una más que le puede gustar, Fasolis y sus Barocchisti en Arts.
Saludos
¡Gracias por la recomendación! Sabía de su existencia, pero aún tengo que escucharla.
Publicar un comentario