No me lo esperaba tan pronto, pero sí: ya está a la venta el libro de Barenboim en la página web de la editorial. Pueden encontrarlo en este enlace. Lo mejor es que no hay gastos de envío por España. Como aún pasará un poco de tiempo hasta que esté físicamente en las librerías, lo mejor es pedirlo por aquí: es más rápido y cuesta lo mismo.
Envíos a la Unión Europea, 10 euros. ¿Y a Argentina? Me dicen que desde allí lo mejor es pedirlo a www.celesa.com, que es la exportadora de la distribuidora de esta editorial. Ojalá que todo el mundo que desee un ejemplar pueda hacerse con él.
39 comentarios:
¡Qué buena noticia! Intentaré hacerme con un ejemplar (aunque, al vivir en Canarias, igual me cobren gastos de envío) y que la biblioteca donde trabajo también lo adquiera.
En cualquier caso, reciba una felicitación de un seguidor de este blog, pese a que rara vez comente.
Comprado!
La única forma que tengo para comprarlo es que aparezca en Amazon o Ebay (ambos de USA, únicamente). Luego, hay una empresa argentina (https://www.elbazardigital.com/) que, mediante encargos personalizados de sus clientes, hace la compra de los diferentes productos en dichas páginas y los envía, desde su pequeña distribuidora en Miami, hacia Argentina. Y evita así los elevados costos aduaneros que el Estado le cobra a cualquier particular que, como yo, desee comprar directamente en las citadas tiendas.
Avísenos, Fernando, cuando el libro esté disponible en Amazon o Ebay. Muchas gracias.
Pedido!
Esteban, Sergio y Travis, MUCHÍSIMAS GRACIAS. Me hace mucha ilusión, y también me hace pensar que el esfuerzo ha valido la pena.
Observador, me consta que el principal problema son los costes aduaneros. Vamos a esperar un poco a ver si aparece en Amazon. ¡Gracias por el interés!
A mí me pasa una cuestión curiosa con la web de la editorial. Puedo rellenar casi todos mis datos de forma correcta para hacer la compra, menos la provincia de facturación. Ahí sale al parecer el habitual desplegable para elegir la provincia española correspondiente, sólo que esta vez al darle a la N de Navarra no se selecciona, y entonces no me deja completar el proceso…
No sé, tal vez tendré que esperar a que salga en Amazon… O quizá si salta a una librería especializada en Música como El Argonauta, que tiene una web bastante accesible para mí y un sistema de envío muy eficaz… Veremos.
¡Vaya fastidio, Xabier! Mañana se lo comunico a la editorial. Lo siento mucho.
Xabier, me dicen en la editorial que a ellos les va bien la N de Navarra, pero que les pida usted el libro directamente a editorial@tierradenadie.eu
Un saludo.
Pablo, mucha autosugestión es esa entre cientos y cientos de melómanos de todo el mundo a lo largo de muchas décadas. No me haga reír.
No será Pamplona?
Ríase a gusto, es muy sano. También lo es la discrepancia. Cordial saludo. :-)
El señor Machuca ya ha demostrado varias veces que la discrepancia le da alergia y termina borrando todo comentario contrario a sus pareceres, a pesar de que, en mi caso, siempre fui respetuoso. Sin embargo, ya he comentado en alguna entrada de este fantástico blog que siempre es bienvenida una publicación sobre música, y tan meritoria como este libro sobre el director argentino. Y como toda obra escrita sobre un tema tan subjetivo es normal que haya quien dé su opinión. Yo reitero mi distancia con los crítico musicales porque como profesional he leído reseñas de conciertos en los que he participado y tanto las buenas como las malas críticas siempre me han hecho gracia. Alguien comentaba por aquí que opinar sobre los sentimientos que a uno le produce una u otra composición musical nada tiene que ver con saber sobre música. El arte es sentimiento y a uno le emocionará contemplar un cuadro de El Bosco y a otro le provocará rechazo o simplemente nada. Yo podré sentir escalofríos de placer escuchando o interpretando a Bach, y a otra persona Bach le aburrirá solemnemente. Siempre será Bach, siempre será El Bosco, y la percepción que tengamos de cada uno de ellos nadie sabe de qué depende. Reflejar eso por escrito ya es pura poesía, aunque como la de los críticos de arte sea siempre relamida y ampulosa, mero ripio la mayor parte de las veces. Y un músico que sabe lo que toca, que conoce los entresijos de una partitura, su historia, al autor, y que sigue las pautas de directores dispares, siempre entiende lo que la propia música le transmite. Podremos respetar lo que a un crítico le produce una interpretación, pero sinceramente, nunca le haremos caso porque sabemos que son opiniones personales basadas en gustos, fobias y subjetividades. Si a uno no le gusta Mahler, por poner un ejemplo, no es porque una orquesta la toque mal o el director exija más o menos pulso a sus músicos. Mahler será maravilloso siempre, y si a un crítico no le gusta cómo suena según qué orquesta o director, todo debería basarse siempre en la técnica, en la afinación, en las transiciones, en los arranques, finales, en la interpretación en suma de la partitura original que sonará siempre de un modo muy parecido según la orquesta o el director. Me han dirigido directores de talla mundial en diferentes orquestas, y con ellos y en ellas he tocado en muchas ocasiones las mismas obras, y apenas hay diferencias. Cualquier orquesta de élite suena majestuosamente, y si un director le pone más ritmo a una obra en la que otro considera que el compás debe variar, sólo lo nota quien como el autor de este blog ha oído decenas de versiones. Eso es importante para el público o el aficionado a la música? No, pero siempre es interesante comparar versiones como mera anécdota. Al final esto es como el que está acostumbrado a un James Bond interpretado por Sean Connery y de repente cambian a Pierce Brosnan. El personaje es el mismo, el intérprete no, aunque los guiones sean el mismo. Al final, es James Bond y seguirá triunfando. La crítica musical sólo me sirve si me advierten de que desafino o entro tarde o me adelanto a los violines. Para eso está el director, al que habrá que criticarle su poca pericia. El resto, cosas de melómanos.
José Antonio, no estoy en absoluto en contra de la discrepancia, cosa que creo demostrar en este libro incluyendo comentarios con opiniones de otros críticos distintas a las mías. Lo que no me parece admisible es el uso recurrente a la agresividad verbal a la hora de discrepar. Y eso es lo que usted hace. Cuando aprenda a controlarse, podremos seguir hablando. Si continúa mostrándose borde, borraré sus mensajes. No voy a continuar por el sendero que usted pretende.
He buscado "Giulini humanismo" y "Klemperer sarcasmo" y ni rastro de ese consenso del que habla...
Eso sí, la interpretación musical no es un mero acto de ejecución, una simple cuestión de matices. Es un arte creativo, y la misma partitura en manos de dos intérpretes se convierte en algo diferente, es música distinta, solo con un esqueleto común.
De un crítico me espero información objetiva sobre la interpretación: tempi, plantilla instrumental, detalles técnicos sobre fraseo, articulación, transiciones, comentarios sobre la edición empleada, algo de historia, etc. Y al final, solo al final, su impresión subjetiva sobre lo escuchado. Pero la mayor parte de la crítica que leo en español solo se centra en esto último, lo más fácil, con mucha palabrería, eso sí. La nada construida sobre un castillo de naipes.
No creo que el Sr. Vargas-machuca censure la discrepancia, pero sí tiene derecho a moderar su blog, e igual no le gusta que vengamos aquí a darle la murga sobre nuestra opinión sobre la crítica desviando la atención del tema planteado: su libro de Barenboim. Aunque solo sea por aguantarme, prometo leerlo, al menos hojearlo, en cuanto tenga ocasión.
Cordial saludo. :-)
A ver, Pablo, yo comprendo perfectamente su postura, pero no la comparto. La clave de la cuestión es que metemos en el saco de “crítica musical” dos cosas por completo diferentes. Usted entiende que es una cuestión técnica, cuando yo pienso que ese tipo de “crítica” no corresponde a lo que comúnmente denominamos “crítico musical”, sino al profesorado de conservatorios, a repertoristas, a directores musicales y, por qué no, a responsables de teatros, que al fin y al cabo son los que tienen que contratar a los músicos. Ello son los que tienen que decir si usted canta o toca el violín bien o mal, señalando los posibles defectos en la ejecución y las vías de mejora.
Pero eso no interesa a la mayoría de quienes leen una revista especializada, y sencillamente a ninguna persona que acude a la prensa diaria. Interesan otras cosas. Si yo leo, pongamos por caso, que Orson Welles obtiene grandes efectos dramáticos en su manejo de la profundidad de campo -y, en el caso de tratarse de un medio no especializado, se añade qué es eso de la profundidad de campo-, quedaré muy agradecido al crítico de turno, porque me ayuda a entender la genialidad del cineasta. Pero si leo que en tal escena la iluminación no debería haber sido cenital, que tal plano se corta unos segundos antes de lo deseable o que el actor debería haber hecho tal cosa con el brazo izquierdo porque así se hubiera logrado una mejor definición psicológica del personaje, pensaré que el crítico de turno es un completo gilipollas; que esas indicaciones son cosa del director de la película y que a mí, como lector, no me sirven en absoluto para comprender por qué tal cinta es buena o es mala. En realidad, no hay críticos de cine que escriban así. ¿Por qué debería hacerlo un crítico musical? A mi entender, algunos de los que lo hacen no tienen otro objetivo que marcar distancias frente al común de los mortales, demostrar que ellos, porque saben –o fingen saber- cómo leer una partitura, tienen el privilegio de acercarse a una verdad que a los demás se encuentra vedada. Y que, por ende, su veredicto es mucho más válido que el de cualquier otro.
No sé si ahora me estoy explicando… Por lo demás, añadir que algunas de las más grandes burradas sobre determinadas obras de música clásica no las han escrito críticos musicales, sino grandes o grandísimos compositores que, por los motivos que fuere, no supieron o quisieron reconocer la valía de sus colegas. Saludos cordiales.
Lamento no acabar de comprender. Debo entender que para opinar sobre cualquier cuestion uno debe ser experto o profesional? Condicion sine qua non? Un musico sabe lo que toca? No siempre. Me refiero a que su conocimiento de la partitura no implica que la entienda, que sepa descubir su dimension. He tenido la inmensa suerte de ver como Brendel le acalaraba una duda a Zimmermarn, no meramente tecnica sino de comprension del discurso musical. Solo hay que ver las clases grabadas de Barenboim…
Dicho esto. Don Fernando. Deje de alentar a sus alumnos a que tengan pensamiento critico no sea que como no son expertos no puedan opinar de manera informada sobre cualquier tema.
V&M, despertar el pensamiento crítico en mis alumnos es uno de mis grandes caballos de batalla, y quizá el que más quebraderos de cabeza me produce. Sencillamente, porque la mayoría de ellos se sienten muy incómodos desarrollándolo. Lo que quieren es que yo les cuente LA VERDAD, que luego ellos se limiten a reproducir miméticamente esa supuesta verdad en el examen y que les puntúe en función del grado de mímesis conseguido: a mayor parecido entre lo que el profesor ha contado en clase (o el manual de la asignatura, o el tocho de fotocopias de turno) y lo que ellos luego reproducen de memoria, mayor nota se deben llevar. Un horror.
A ver, V&M, todo el mundo puede opinar de lo que quiera, obviamente. Yo puedo argumentar desde mi subjetividad, con mis palabras y con mi experiencia como aficionado al arte y/o turista, si me gusta más la catedral de León o la de Santiago de Compostela. Incluso, si tengo cierta cultura, sensibilidad y perspicacia, mis opiniones pueden ser valoradas y ayudar a otras personas. Pero hombre, si voy a escribir un libro sobre arte gótico, eso no es suficiente, ni mucho menos. Tendré que dominar la materia, y hablar de plantas de cruz latina, arcos ojivales, bóvedas de crucería, capiteles, vidrieras, etc. Y tener un amplio conocimiento del periodo histórico, relacionarlo con otros, establecer patrones, argumentar con perspectiva. Yo creo que no es tan difícil de entender, es de cajón.
Ojo, Pablo, está hablando ahora usted de investigación científica, y ése es un género por completo diferente. La investigación científica en música la realizan los musicólogos. La crítica musical es otra cosa que, aun con obvios vínculos con aquella, tiene fines, medios y lectores por completo diferentes.
No es que hablemos de cosas distintas, es que, para mí, eso que llama "crítica musical" es una patraña. La mayoría son meros "escuchadores" de discos y conciertos que, eso sí, en general escriben bien. Por seguir el paralelismo: ¿se imagina que alguien pone a parir una pintura medieval por ausencia de perspectiva y proporcionalidad, y la compara con Velázquez? Pues algo parecido, en música, lo hace la mayoría de "críticos", y se quedan tan anchos. Por ejemplo: hacer una crítica negativa sobre una interpretación, por detalles que se achacan al intérprete, y en realidad se deben a que utiliza una edición diferente de la partitura. O, también, juzgar una grabación de 1928 con los parámetros técnicos y artísticos comunes en las interpretaciones actuales. No se puede escribir sin conocimiento, y no hay vuelta de hoja.
Pues mire usted, eso de la crítica de arte comenzó durante la Ilustración, con una serie de “connoisseurs” que, NO SIENDO artistas, invitaban a los lectores a la valoración estética. Dos siglos y medio llevamos ya de “patrañas” que, de alguna manera u otra, se las han arreglado para sobrevivir. A lo mejor es porque esas “patrañas” nos han servido a muchos, a muchísimos, para acercarnos al arte en general y a la música en particular. Sin la crítica musical y cinematográfica yo amaría mucho menos la música y el cine, eso seguro. En fin, según usted, años y años se sugestión colectiva sobre algo que no tiene sentido. ¿Mucha tela, no?
Solo puntualizar: no digo que TODA la crítica sea una patraña. Me refiero al 90% de lo que se lee en revistas como Ritmo o Scherzo. La buena crítica, la que parte del conocimiento y la experiencia, escasea. Y de ella puede aprenderse mucho, incluso cuando el gusto del crítico no coincide en absoluto con el nuestro. Para ser un buen crítico no hace falta ser músico, obviamente, pero sí tener amplios conocimientos de música. Un buen crítico se caracteriza por la calidad de su argumentación y los datos en que se apoya, no por el número de estrellitas que da al disco que nos encanta u horroriza.
Bueno, vale. Por curiosidad, ¿cuáles son para usted los mejores críticos que hay en España, si es que hay alguno?
Dos de los mejores ya no están: Ángel Fernando Mayo y José Luis Pérez de Arteaga.
A mí Mayo me parecía un excelente crítico, aunque también es verdad que le ayudaba lo admirablemente que escribía. Arteaga bastante menos, aunque fue un soberbio comunicador oralmente y por escrito.
Siempre he considerado a los músicos seres privilegiados, una especie de guardianes de la música, de alquimistas de los sonidos. Una minoría que crea e interpreta música, aunque después la masa trate de alguna manera de hacerla suya. No siempre ha sido así. La música tradicional ha surgido de hombres que sin saber música, sin saber solfeo, han tenido intuición musical, llevaban al músico dentro. A lo largo de la Historia se han dado casos de compositores de la talla de Antonio de Cabezón, Francesco Landini o Jacob van Eyck que ni leían, ni escribían la grafía musical. Entiendo y comparto algunos de los argumentos de José Antonio desde su perspectiva profesional y también alguno de los expuestos por Pablo, no todos los críticos son fiables y ciertas publicaciones están además influenciadas por los intereses comerciales de las compañías discográficas. En cualquier caso, sí considero esencial la labor de la crítica como guía para el aficionado y para el melómano en general. Es fundamental tener referencias en el extenso mundo de la fonografía, los conciertos y la cultura musical. Personalmente me fío de
los críticos independientes; Vargas Machuca, Xabier Armendáriz y del innombrable.
Sí, Javier, gente que hace mal su trabajo la hay en todas partes, desde los abogados a los agricultores pasando por los carpinteros y los taxistas. O los profesores.
En el caso de la crítica musical, he conocido a más de uno que utilizaba su posición de crítico para irse a cenar con los artistas (literalmente). O para vengarse: recuerdo el caso de uno que se peleó hace años con una mezzo madrileña ya en el ocaso de su carrera, acerca de una cuestión históricas referente a unas canciones. Al día siguiente tituló su crónica "Las ruinas del Partenón", mientras que otro que era amiguísimo de la cantante escribió una que daba vergüenza de leer por su mezcla de adulación extrema y caída en los más cursis tópicos.
También está el caso, verdadera comidilla del mundo musical hace ya tiempo, de aquel al que encargaron ciertas notas al programa y, reclamadas estas a ultimísima hora, recurrió al más burdo plagio entregando, agárrense, un OCR de un famoso manual de música de cámara... ¡con errores de reconocimiento de escritura siempre en la misma letra! Lo pillaron claro. Y lo denunciaron.
Así es. Hay quien ha publicado críticas sin acudir a los conciertos. Otros se dedican a rebautizar a compositores e intérpretes. Una minoría, afortunadamente.
Las interesantes disertaciones que se están vertiendo en los comentarios de esta entrada de su blog me dan la idea de sugerirle como futuro proyecto literario un libro-manual que se llame: "De críticos y cítricos, o cómo hacer una crónica musical sin que te den una paliza por la calle". Seguro que será harto divertido e instructivo para todo amante de la intrahistoria de la música, de los interpretes y de los melómanos. Un cordial saludo.
Javier, el que una vez hizo una crítica de un concierto que al final se suspendió (la tenía hecha de antemano) fue Enrique Franco, que por cierto escribía las críticas sobre conciertos de su pariente cercano Odón Alonso. No sé si hoy hay quien sigue con prácticas semejantes.
Juan Antonio, yo hace unos meses decidí no volver a hacer ninguna reseña de conciertos de artistas jerezanos. He comprobado que a la más leve señal de no entusiasmo se levantan los ánimos.
Fernando, muchas gracias por tus ideas sobre el comentario del jueves pasado. No he podido disponer de ordenador este fin de semana y no había podido leer tu respuesta. Y por cierto, lo que pedían era la provincia de facturación; así que, en efecto, tenía que ser Navarra.
Respecto al asunto que tanto se ha discutido de la crítica musical, creo que lo que se le debe pedir a un crítico es que su valoración del concierto, del disco o de lo que sea que se esté comentando esté bien fundamentada, tanto si es a favor como sobre todo si es en contra. Desde luego, entiendo que tener una formación musical es muy importante, (lo cual no quiere decir necesariamente lo mismo que “ser músico” o “ser musicólogo”, lo que hace falta es estar informado y conocer el terreno), entre otras muchas razones para evitar escribir disparates desde un punto de vista musicológico. Pero como dice Fernando, también hay que saber medir, porque hay ciertos elementos técnicos que a la mayoría de los lectores no les interesa en absoluto. Y naturalmente, tener cierto arte de escritura es fundamental.
Y más allá de Ángel Mayo y Pérez de Arteaga, creo que hay un crítico muy importante que, estemos de acuerdo o no con sus valoraciones, responde muy bien a esa indicación, y para mí es Luis Gago. Sí, sus conocimientos son mayores en unos repertorios que en otros, (como nos pasa a todos), pero me parece una referencia en general muy fiable.
Para los mejores críticos musicales, y a los que siempre leo, son:
José Luis Téllez (su programa de Radio Clásica era de lo mejor), una de las personas más cultas que conozco.
Luis Gago: me encanta cuando explica la historia que hay detrás de cada composición.
Pérez de Arteaga, le tengo mucho cariño porque crecí escuchando su programa el mundo de la fonografía, todos los sábados en Radio Clásica, y sus insuperables presentaciones del concierto de año nuevo.
Un momento, un momento, Téllez no ha ejercido nunca de crítico musical. Él es un musicólogo como la copa de un pino, aunque prefiera definirse a sí mismo como musicógrafo. Y es absolutamente maravilloso como orador, sencillamente el más fascinante que yo he escuchado en castellano hablando de cuestiones musicales. Le admiro profundamente.
Bueno, para ser exactos Téllez hizo de crítico discográfico en los primeros tiempos de Scherzo; recuerdo algunos discos, un día comentando un disco de música de cámara decía que eran “ unas versiones más tristes que El Lago de los Cisnes bailado por el Bolshoi”; en otra ocasión saludó muy favorablemente la reedición de los discos de música religiosa de Bruckner por Eugen Jochum, de quien decía que sus interpretaciones de música sacra tenían más efusividad que las de los “arqueólogos disfrazados de samaritana” [sic], o sea, los directores historicistas… En fin, aunaba amenidad y erudición. Otro que era sensacional pero tampoco se prodigó mucho fue el difunto Joaquín Martín de Sagarmínaga….
No es mal crítico y tiene conocimiento y criterio Xoán M. Carreira (mundoclasico.com), pero sus excentricidades y manías personales arruinan su trabajo en bastantes ocasiones.
Pues a Carreira le hemos mandado un ejemplar, a ver qué le parece...
Entiendo entonces que las primeras valoraciones del libro se publicarán en los medios especializados durante el mes de abril. Le deseo muchísima suerte y ojalá que pueda realizar una buena campaña de promoción. Por mí parte haré el pedido esta misma semana.
Muchísimas gracias, Javier. Efectivamente, se ha enviado a diferentes medios, entre ellos Scherzo y Ritmo. A estos no sé si les va a gustar, porque soy crítico -con moderación y sin la menor acritud o ironía, pero de manera explícita- con la política que ambos medios tuvieron con los discos de Barenboim durante los años noventa, que me parece hizo mucho daño a la figura del maestro.
Como he intentado explicar en las páginas del libro, sus discos los comentaban casi siempre los mismos críticos, y además desde una posición "militante". De esta forma, el lector ya sabía lo que se iba a encontrar: por las nubes en Ritmo, a caldo en Scherzo. Era la etapa de Teldec y Erato, lo recuerdo bien. Eso hizo que algunos melómanos arqueasen una ceja y desconfiasen por sistema de una de las dos publicaciones (la que fuera menos afín a sus propios gustos, claro está).
Pero bueno, han pasado ya muchos años. Creo que es necesario hacer una revisión de lo que entonces pasó y explicarle a los que son todavía jóvenes y no saben de qué iba la cosa por qué se formaron en España esas dos líneas enfrentadas en la valoración del artista porteño. Líneas que han llegado hasta hoy y que, si nos remontamos hasta "el principio de los tiempos", tienen su origen en el enfrentamiento personal entre dos individuos muy concretos. Hay quien, desde que le mostré hace unos meses el manuscrito, me ha hecho saber su irritación por haber escrito lo que he escrito y me ha realizado acusaciones muy fuertes (no, no me refiero a "ese señor del que usted me habla", como diría Rajoy, sino a otra persona), pero no quise cambiar ni una sola coma. Creo que hay que ser valientes y reconocer que aquello fue un error. En el prólogo de Pedro González Mira, a quien quedo enormemente agradecido, asimismo se dicen algunas cuantas cosas al respecto, porque este crítico, responsable de Ritmo durante muchas décadas, también ha querido realizar la necesaria retrospectiva. En fin, veremos qué pasa.
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