Seis de diciembre, Día de la Constitución. Quizá haga falta recordar que lo que se celebra no es la Carta Magna de 1978 en sí misma, sino lo que esta representó en su momento: la llegada de la democracia tras una dictadura ultraderechista de cuatro décadas.
Dictadura encabezada por un general mediocre que, junto con otros miembros del ejército y el apoyo de fascistas, carlistas, terratenientes, oligarquías financieras y buena parte del clero, dio un golpe de estado que condujo al país a una guerra de tres años unánimemente hoy considerada como pórtico de la II Guerra Mundial; que una vez terminada la contienda, y por puro deseo de exterminar físicamente a la oposición y establecer el régimen del terror, incurrió en el genocidio sistemático de 40.000 personas, al tiempo que encarcelaba y represaliaba a muchas otras; que devolvió los privilegios a los ricos mientras mantenía a la mayor parte del país en la miseria; que con toda comodidad se mantuvo en el poder gracias al contexto de la Guerra Fría, aunque jamás nos librara de ese comunismo soviético sin duda repugnante, pero que realmente nunca tuvo más interés por nuestro país que el logístico y crematístico; que no supo aprovechar la bonanza económica de los sesenta con ese desarrollo que, con toda justicia, se ha terminado conociendo como desarrollismo, por lo parcial y desequilibrado de su extensión; que manipuló a la juventud con un inmenso aparato propagandístico para crear una ciudadanía tan cobarde como obediente, para terminar recurriendo a la más dura represión policial cuando empezaron a soplar nuevos aires ideológicos; y que en modo alguno, con su designación de Juan Carlos I como sucesor en la jefatura del estado, tuvo la intención de facilitar una transición a la democracia.
Pero en ella, en la Democracia –así con mayúsculas, por muchos defectos que tenga– estamos. Y eso precisamente es lo que celebramos hoy, a pesar de que la palabra anda hoy en boca de quienes cada día disimulan menos su añoranza del régimen de Francisco Franco. Frente a ellos, y frente a su deseo de apropiarse de lo que es de todos y para todos, podemos decir hoy con orgullo VIVA ESPAÑA.
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