domingo, 19 de marzo de 2023

La vida breve en Sevilla: sencillamente formidable

Creo que corría en año 1991 cuando escuché La vida breve por primera vez. Fue en el Teatro de la Maestranza, en versión de concierto, bajo la dirección de Frühbeck de Burgos, con María Orán de protagonista y –si no recuerdo mal– Lucerito Tena a las castañuelas. No me gustó la obra, por mucho que viniera firmada por Manuel de Falla. Luego llegué a las grabaciones clásicas muy bien dirigida por el citado Frühbeck y por García Navarro, el uno con la excesivamente fina Victoria de los Ángeles y el otro con la más racial Teresa Berganza. Siguió sin gustarme. Así hasta que el 19 de abril de 2010 presencié el milagro en el Palau de Les Arts: Lorin Maazel, la Orquesta de la Comunidad Valenciana, Cristina Gallardo-Dômas y Giancarlo del Monaco. Otra dimensión, afortunadamente recogida en DVD y Blu-ray.


Ayer sábado volví a ver semejante maravilla escénica en Sevilla, y hoy domingo se repite la propuesta. Hacer una producción realista de La vida breve sería una idea condenada al fracaso, porque la dramaturgia de la obra es deficiente. Música y libreto engarzan mal, se pierde mucho tiempo en pintoresquismos y la acción carece de unidad, de tensión y de fuerza. Giancarlo del Monaco –dicho sea de paso, el regista no se dignó en aparecer por Sevilla–, coge al toro por los cuernos y ofrece una propuesta a medio camino entre lo onírico en lo conceptual, de escenario único, en la que todas las secuencias en principio ajenas a la acción principal se convierten en parte de la alucinaciones de una protagonista condenada a permanecer en escena la mayor parte del tiempo y a interactuar escénicamente con todas esas visiones, a cual más terrorífica: a destacar al cantaor –en Valencia fue una cantaora– convertido en un cristo crucificado rodeado por nazarenos de Semana Santa, lo que llevó una o dos personas del público (¡Jesús en la cruz cantando por soleares!) del público a silbar durante los aplausos. Ni que decir tiene que en la escena no hubo falta de respeto por ninguna parte, pero a unos radicales religiosos no se les puede pedir que capten las metáforas.


Entre los múltiples aciertos puntuales de Del Monaco hay que destacar la escena de sexo explícito entre Salud y Paco, como también la manera en la que este literalmente torea a la gitana, que intenta arrastrarse hacia a él, en el momento de la despedida: sin rastro de mal gusto, pero dejando bien clara la verdadera naturaleza del interés del rastrero señorito sobre la pobre muchacha. También el enorme hallazgo de escenificar el segundo interludio con la abuela leyendo las cartas hasta que le es revelado –en el clímax dramático de la música– el destino final de su niña. La gigantesca sombra de Paco proyectada en la pared. El ventilador que va bajando más y más. O la manera en que el Tío Sarvaor amenaza a los invitados a la boda con una enorme navaja que luego será utilizada por Salud –obvio símbolo fálico– para ponerla en manos de su amado y apretarla contra su propio pecho.

 

Sensacional la luminotecnia de Luis Perdiguero, en perfecta sintonía con el rojo enfermizo de la escenografía del propio Del Monaco. Maravilloso el vestuario de Jesús Ruiz, y una preciosidad las coreografías de Nuria Castejón, que no renuncia a la danza española pura y dura pero tampoco distrae con folclorismos innecesarios. Allex Aguilera repuso bien una puesta escena de la que me veo obligado, porque es la verdad, a decir lo mismo que dije de la Jenufa de Robert Carsen: de las mejores que se han visto nunca en el Maestranza.


Musicalmente mi gran interrogante giraba en torno a Lucas Macías, un señor de un pueblo de por aquí, Valverde del Camino, al que puede considerarse sin problemas como uno de los mejores oboístas del mundo. ¿Y cómo director? Mientras escribo estas líneas repaso a Maazel. Lo siento, pero Lorin solo hay uno: Macías se queda a años luz del mítico maestro en atmósfera, refinamiento, colorido, claridad, tensión dramática y todas esas cosas. Ahora bien, el onubense no tiene nada, pero absolutamente nada que envidiar ni a Frühbeck ni a García Navarro, lo que equivale a decir que fue la suya –en general: hubo algún detalle en la celebérrima Danza que no me pareció del todo bien resuelto– una muy buena dirección. Revelador resulta que la Sinfónica de Sevilla –que se acaba de poner en huelga, por cierto–, sonara muchísimo mejor que en la reciente Jenufa. Claro está que Falla no presenta las terroríficas exigencias de Janácek, pero la orquesta parecía literalmente otra. ¡Este es el nivel que la ROSS necesita! Si yo fuera el director del Maestranza, contrataba ya mismo a Macías para un par de títulos de las próximas temporadas. 


Ainhoa Arteta me parece una cantante sobrevalorada por muchísimos e infravalorada (¡también!) por muchísimos. Es comprensible, porque desde hace muchos años esta señora, con todo el derecho del mundo, ha decidido ganar dinero a base de vender su vida privada a la prensa del corazón y salir en programas de la tele de dudoso gusto. Reciente tuvimos el espectáculo aquí cerca de Jerez, en el Castillo de San Marcos, en el que los invitados a la boda tenían que dejar sus móviles en la puerta para no estropear la exclusiva firmada con una revista… para una boda que, como se descubrió a posteriori, nunca se celebró porque los contrayentes decidieron en el último momento no firmar. A la soprano navarra, en definitiva, le gusta mucho el dinero, y eso le ha pasado factura: es enorme la lista de melómanos que leen su nombre y arquean las cejas. Por eso mismo no les resulta fácil reconocer que, detrás del personaje rosa, hay una buena cantante y una buena actriz. Cada vez mejor, deberíamos añadir. El instrumento hace tiempo que perdió el esmalte, pero ha ganado en holgura por abajo y aún no se ve afectado por un vibrado excesivo. La técnica es mucho más sólida, la línea es ortodoxa y la sensibilidad expresiva apreciable: sin ser el colmo de la intensidad, es decir, sin explotar a fondo los matices canoros, la de Tolosa compone una Salud musicalmente merecedora de la estima y del aplauso. Mejor aún en lo actoral: sometida por la regie al tercer grado –tiene que estar casi todo el tiempo en el escenario sometida a exigencias extremas–, supo aportar un punto considerable de inestabilidad mental sin caer –dificilísimo aquí– en lo ridículo. Sin ser un animal escénico –sí lo era la Gallardo-Dômas–, realizó un trabajo irreprochable. ¡Brava!


Paco es uno de los papeles más ingratos jamás escritos para un tenor. Por eso hay que agradecer a Alejandro Roy que se atreviera con él, y que además lo hiciera estupendamente. Carreras tenía una voz y una línea mucho más hermosa, resultaba considerablemente más y seductor y –por ello– hipócrita, pero Roy encaja a las mil maravillas con la propuesta de Del Monaco. María Luisa Corbacho repetía el papel de la abuela que ya hizo en Valencia: ahora me ha gustado bastante menos, por engolada. Impresionante Rubén Amoretti como el Tío Sarvaor –creo recordar haberle escuchado cosas estupendas a este señor en La Zarzuela–, y muy buen nivel en el resto, sobresaliendo el sensacional Manuel –el hermano de Carmela– de Gerardo Bullón. Formidable el Coro del Teatro de la Maestranza.

Por cierto, la Cavalleria rusticana que se hizo en Valencia a continuación del título de Falla me gustó muy poco, tanto por Del Monaco como por Maazel: mucho mejor presentada La Vida breve así en solitario. Ahí, si están suscritos a Medici TV, aquí tienen la filmación valenciana.

PD. Las fotografías son las oficiales de Guillermo Mendo, que agradecemos al Maestranza.


5 comentarios:

Mireia P.B. dijo...

Mañana y pasado mañana ópera de estreno en el Liceo...y con criticas unánimemente laudatorias...anímese!

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Ya sabe que adoro incondicionalmente Barcelona, pero todo mi presupuesto para viajes me lo he fundido en Budapest y Cracovia. Hace años que no voy a Madrid,a Barcelona ni a Valencia, ni tengo previsto hacerlo a corto plazo. España se ha puesto carísima.

Mireia P.B. dijo...

Pues ahora estoy en el entreacto...y está francamente bien.
Y eso que no había cambiado la entrada del abono por aquello de la "militancia" a favor de las novedades, los músicos de la tierra, la producción propia...aunque temiendo lo peor. Y no.

Mi presupuesto este año es 6 dias entre la Belgique, la France y Amsterdam.
Tengo entrada para un Falsfat en Lille y para la exposición de Veermer.
El dia 31 tengo cita para ontentar comprar entrada en la Monnaie de una tal Henri VIII .

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Qué envidia, especialmente lo de Vermeer.

Mireia P.B. dijo...

Ya fui a la de Madrid en su dia.

Soy fan desde que fui a la Haya...mucho antes de la "explosión" mediatica.
Pero mejor que esté "de moda" Veermer que el Maestro Palmero (con todos mis respetos).
Mi maldad se alegra de su "envidia"...ya era hora de un poquito de la Ley del Talión!

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