Si todo ha ido bien, en el momento en que salga publicada esta entrada estaré en Polonia. Lo cierto es que voy buscando arte gótico, no música, pero no obstante he querido traer aquí la música clásica por excelencia de la tierra: las Polonesas de Frédéric Chopin. Lo hago en el registro que Maurizio Pollini realizó en la Musikverein de Viena en noviembre de 1975: más bien seco, como era habitual por aquellas fechas en los registros pianísticos de Deutsche Grammophon, pero el SACD que compré en su momento ofrece un reprocesado en alta resolución y un sonido multicanal que hacen la audición muy agradable.
Ha vuelto a gustarme mucho, ya desde el arranque de la op. 26 nº 1: ¡qué acordes más macizos y poderosos! Recuerda en este sentido al piano de Emil Gilels, aunque con una sonoridad más seca, sin tantos armónicos. En cualquier caso, el enorme cuidado del italiano por recortar la pulsación y no abusar de los pedales le permite obtener, junto con una agilidad digital impresionante, una limpieza extrema en toda la ejecución, en la que también es capaz de desplegar los más delicados pianísimos sin bajar la guardia. Ya se sabe que Pollini no es precisamente partidario de ofrecer interpretaciones seductoras a través de la belleza formal, sin más bien de ofrecer recreaciones altamente intelectuales, de esas que exigen mucho del oyente.
Eso queda bien claro a través de toda la audición. La citada Polonesa nº 1 sabe ofrecer tanto picos de enorme tensión como delicadeza de una sobriedad espartana: sonido desnudo, fraseo más despojado aún, pero no frialdad. La nº 2 destila un subyugante sentido del misterio: la ansiedad, la emoción y, en general, los sentimientos personales se ponen por delante de cualquier devaneo más o menos salonesco. La celebérrima nº 3, Militar, sabe guardar las distancias manteniendo un maravilloso sentido del equilibrio clásico. La nº 4 sabe ser tan grave como tensa y rotunda. En la nº 5 nuestro artista hace gala de un soberbio sentido del ritmo de la polonesa, pero lo que más impresiona es su capacidad para combinar elegancia, pathos y hasta sentido de lo amenazante.
¡Qué decir de la nº 6, la Polonesa Heroica! Pues que sabe hacerla así, heroica a más no poder, viril, ardiente y rotunda, basándose en un sonido de enorme músculo –también un punto percutivo, como es habitual en el italiano-, de enorme gama dinámica, así como en un fraseo de increíble claridad, formidable sentido del ritmo y pleno de voluptuosidad. A destacar la manera en que gradúa la dinámica en el crescendo intermedio, recorrido por una electricidad apabullante sin la menor caída en el nerviosismo.
Para terminar, una Polonesa-Fantasía de fraseo lógico, elegante y concentrado en la que el maestro nos muestra su faceta más serena y reflexiva: quizá sea la mejor, junto con la de la nº 5, de todas las interpretaciones de este soberbio disco.
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