Si todo sale bien, mañana sábado podré escucharle en directo la Sinfonía nº 84 de Joseph Haydn a un señor inglés con apellido de jardinero. Motivo más que suficiente para escuchar varias versiones de esta estupenda página que no conocía o que, como la primera que voy a comentar, había escuchado hace demasiado tiempo.
Marriner realizó la grabación con sus chicos en 1981. Sorprende el enorme contraste entre el Largo inicial, particularmente grave y musculado en manos de Sir Neville, y un Allegro de enorme agilidad, risueño y luminoso a más no poder, aunque no por ello precisamente escaso de nervio y de fuerza expresiva. El Andante lo hace demasiado rápido: suena más coqueto que sensual. El Menuetto desprende alegría y evidencia muy buen sentido del ritmo. Efervescente a tope el movimiento conclusivo, amén de toda una exhibición de la depuración sonora que el maestro podía obtener de su maravillosa Academy of St. Martin in The Fields. Un final maravilloso, pleno de júbilo, cierra esta interpretación eminentemente galante, “rococó” si se quiere, aunque a mí no me parezca este el término más adecuado.
Siguiente: The Saint Paul Chamber Orchestra dirigida por Hugh Wolff, grabación realizada en 1991 por los ingenieros de Teldec con enorme acierto. La articulación evidencia una moderada influencia de la escuela historicista, sobre todo en la incisividad en los ataques, por no hablar de la muy bienvenida incorporación de un clave al continuo. Ahora bien, no por asimilar determinadas características de las interpretaciones HIP se puede decir que la lectura mire hacia atrás. Todo lo contrario: esta interpretación resulta bastante más musculada y menos amable que la de Marriner. El Allegro se desarrolla de manera natural, sin necesidad de optar por la efervescencia; hay fuerza y se aportan claroscuros. El tema con variaciones está llevado al tempo correcto (Andante) y alcanza un formidable equilibrio entre elegancia, melancolía y acentos dramáticos; fenomenal aquí el clave. Ágil y contrastado el Menuetto. En el Vivace conclusivo la orquesta demuestra ser capaz de la mayor agilidad sin renunciar al músculo ni a la potencia con que está modelada.
Pasamos a Leonard Bernstein con la Filarmónica de Nueva York, registro de CBS realizado en 1966. Orquesta demasiado grande, versión “a lo grande”. El Allegro lo conduce con relativa lentitud, pero también con elegancia, claridad y fuerza expresiva, dentro de un perfecto equilibrio entre lo apolíneo y lo dionisíaco. Llevado al tempo justo, el Andante suena carnal, voluptuoso: he aquí el Lenny al que tanto le gusta el puro placer sensorial de la música, pero sin dejarse llevar por el mero hedonismo. Interesante la manera en que busca dar unidad a las variaciones en lugar de diferenciarlas entre sí. Masivo el Menuetto: no me convence así. Gozoso el Finale, sin que falten las sombras; la conclusión resulta arrebatadora.
No hay sorpresa alguna en lo que hace Daniel Barenboim con la gloriosa English Chamber de mediados de los setenta: olvidarse de la galantería y centrarse en la potencia dramática de la página, empezando –claro está- con una introducción a la que le viene de maravilla este enfoque. El Allegro, como Bernstein, lo lleva más lento de la cuenta, pero frente además de desplegar ese músculo y de aportar esos acentos combativos que tanto le gustan, el de Buenos Aires sabe ofrecer también una buena dosis de calidez. Mucho antes poderoso que chispeante, en cualquier caso. El Andante lo lleva a su punto justo, aprovechando el maestro para cargar las tintas en determinadas variaciones hasta rozar lo turbulento. ¿Hay algo de teatralidad operística en su enfoque? Quizás. Severo, aunque venturosamente no masivo, el Menuetto, para dar paso a un Finale muy bien hilado, que sabe ofrecer tanto vitalidad como potencia, pero prescinde en exceso de todo lo que suene a chispa y luminosidad. El tratamiento de la orquesta y, muy particularmente de las maderas, es para quitarse el sombrero.
¿Conclusión? Haydn es todo esto, y mucho más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario