miércoles, 5 de octubre de 2022

Barenboim se retira, ¿para siempre?

Anunciaba Daniel Barenboim ayer a través de las redes sociales que daba “un paso atrás en mis actividades de interpretación, especialmente compromisos para dirigir, de los próximos meses”, por habérsele “diagnosticado una grave enfermedad neurológica”. Parece no descartar del todo que pueda hacer algo al piano, pero termina diciendo que “mirando atrás, no estoy solo contento sino también plenamente satisfecho”. Suena a despedida.

No debe de sentirse nada feliz el de Buenos Aires. He llegado a conocer, en el campo de la Historia del Arte, el caso de alguien muy famoso y con un talento descomunal que quería seguir adelante mientras que su estado físico no le dejaba: la rebelión interna le hizo pasarlo mal. Es muy triste ver cómo en una persona mayor se deterioran al mismo tiempo el cuerpo y la mente, pero quizá lo sea más aún ver cómo esta última se encuentra en plenitud de facultades mientras que el otro no responde. Cierto es que alguien que ha trabajado tantísimo como Barenboim bien se merece un descanso, pero no es menos verdad que para él hacer música es una necesidad vital. No, la retirada no es en absoluto lo más aconsejable. Ojalá que el reposo demuestre ser la medicina que necesita.


Por nuestra parte, nos perdemos (¿para siempre?) al más grande pianista y más genial director de los últimos cincuenta años. Un artista, además, en absoluta plenitud creativa: escuchen el adelanto que DG nos ofrece de su tercera grabación de las sinfonías de Robert Schumann y quédense pasmados: ¿han escuchado alguna vez un balanceo sobre las aguas del Rin tan increíblemente bien matizado, tan bello y tan evocador? Por si fuera poco, el concierto en Salzburgo con Lang Lang del pasado agosto que comenté aquí mismo nos hablaba de un maestro distinto, no mejor ni peor, pero sí con muchas cosas nuevas que decir. Muchísimas.

En cuanto a mí, qué quieren que les diga. Desde aquel mayo de 1992 en Sevilla con la Filarmónica de Berlín Schubert, Bruckner, Beethoven, he tenido la oportunidad de escucharle muchas veces en directo. Me hubiera gustado disfrutarle más al piano, eso sí. Y tampoco hubiera estado mal conocerle personalmente: aunque ustedes no lo crean, jamás he intercambiado con él más palabras que breves felicitaciones en alguna firma de autógrafos. Sí, ya sé que Barenboim no tiene precisamente fama de simpático, pero me hubiera encantado preguntarle algunas cosas. Qué le vamos a hacer. Solo nos queda desearle lo mejor, que no es otra cosa que volver a los escenarios en cuanto pueda.

6 comentarios:

vicentin dijo...

Hemos tenido la suerte los andaluces de disfrutarlo muchos años con sus visitas para el Divan y la Staatkapelle en Sevilla, Granada, Malaga incluso en Huelva. Una suerte enorme torpedeada por criticuchos mas interesados en cuestiones politicas y de cateteo, en especial en la ciudad hispalense. Esos seran los mismos que le dedicaran loas cuando no esté.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Esos críticos sevillanos nunca aplaudirán a Barenboim como se merece. Están al servicio de sus mafiosos jefes de la cuerda de tripa.

news from inside dijo...


Por supuesto que lo tenía en el radar a Barenboim cuando empezó mi afición por el género, allá a principios de los '90, pero el gesto que tuvo de venir en el pots-estallido 2001 en mi pais (Argentina) a tocar un ciclo Beethoven con entradas baratísimas (a pedido de él), lo puso en el centro de mi admiración, ese fe en el arte como transformación desde el consuelo o la exaltación, acudiendo con el oficio que mas sabe y ama a la patria de su infancia, a la que siempre dedicó palabras cariñosas. Lástima el ninguneo que se comió por ser un hombre creyente en la cooperación y la convivencia pacífica, algo para lo que corren malos tiempos en este momento de esencialismos dictados por algoritmos y clases políticas venalizadas. Le deseo al maestro una recuperación aunque mas no sea parcial que lo alivie personalmente, con todo el arte y mas aún con sus actitudes públicas, hay inspiración para quién la busque.

vicentin dijo...

no hay mas nada que añadir solo esperar en esa "luz" y fuerza que hace a los musicos unos supervivientes y volver a verlo en los escenarios no ya de pianista porque sus medios seran limitados pero si dirigiendo. Como hemos visto en los Ozawa, Mehta o el incombustible Blomsdted, los directores de orquesta son de una pasta especial.

Mireia P.B. dijo...

Pues yo discrepó de la generalidad y le deseo que descanse y tenga una larga vida dedicada a la enseñanza: del piano, dirección, sentido artístico, musical, ético...a ver si alguien se le pega algo.

Nacho Rodríguez dijo...

Pues yo tuve la suerte de conocerle en Málaga. Mi hija andaba por entonces en la Baremboim-Said y daban el concierto final del curso. Apareció por allí saludando a todos y se sentó detrás nuestra junto con Bashkírova y yo creí que tras el primer movimiento de la séptima de Beethoven se marcharía (a fin de cuentas qué podría aportar a alguien como ellos un concierto de jovencitos). Me equivocaba, no sólo se quedaron todo el tiempo sino que fueron a cenar con los músicos. No sólo es un genio, es también buena persona. Ojalá le vaya bien.

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