ACTUALIZACIÓN 22.X.2024
La entrada original corresponde al 18 de agosto de 2022. Añado ahora comentarios sobre las interpretaciones de Nagano, Gielen, Chung, Haitink/RCM, Gimeno, Gergiev/Múnich, Saraste y Mena/Berlín. He vuelto a escuchar la de Martinon.
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Estrenado bajo la dirección de Pierre Monteux en 1912, el ballet Daphnis et Chloé permanece no solo como la obra maestra de Maurice Ravel, sino también como una de las más hermosas creaciones sinfónicas de todos los tiempos. Desdichadamente, la necesidad de contar con un coro –hay quienes hacen la obra completa sin él, lo que me parece muy desafortunado– ha conducido a que las suites orquestales se escuchen y graben muchísimo más que la versión original, que es la que nos ocupa en la siguiente discografía comparada. Eso sí, no se pierdan la toma radiofónica de las dos referidas suites a cargo de Celibidache y la Filarmónica de Múnich: es aún mejor que las versiones que aquí se llevan el diez.
1. Munch/Sinfónica de Boston (RCA, 1955). Con estéreo asombroso para la época nos llega una interpretación ante todo teatral, contrastada y vivaz, muy narrativa y de excelente pulso, de notable sentido del color y buena prestación de la orquesta norteamericana –hay más de una pifia evidente en los metales–, con la que el maestro realiza una admirable radiografía sonora de la partitura. Ahora bien, se le puede pedir un poco más de misterio y sensualidad en determinados pasajes, como también de intensidad en los clímax amorosos. El New England Conservatory Choir no es gran cosa. (8)
2. Monteux/Sinfónica de Londres (Decca, 1959). Lo que singulariza a esta extravertida y luminosa –más que brumosa– versión es su vitalidad y su desarrolladísimo sentido teatral y narrativo. ¿Fue así el estreno? En todo caso, la lectura podría ser algo más pausada, detenerse más en las texturas y ofrecer un fraseo de mayor calidez y sensualidad. (8)
3. Bernstein/Filarmónica de Nueva York (CBS, 1961). El joven Bernstein ofrece exactamente la interpretación que de él podíamos esperar: rápida en los tempi, eminentemente descriptiva, animada de principio a fin, contrastada y muy vistosa en lo sonoro, comunicativa a más no poder y por momentos muy fogosa. Pero también, como estaba igualmente previsto, muy ajena al estilo, excesivamente temperamental, en algún momento dicha de pasada y tosca en más de una ocasión, aparte de no muy bien tocada por una orquesta que aún tendría que mejorar. Tampoco se encuentra dicha con especial sutileza por el Schola Cantorum Choir. (7)
4. Cluytens/Sociedad de Conciertos del Conservatorio (EMI, 1962). Una toma sonora cuyas insuficiencias ni siquiera ha logrado solucionar el rescate en alta resolución va en contra de una realización de gran altura cuyas principales bazas son la sonoridad “puramente francesa” de la orquesta y la sintonía de la batuta con las tradiciones interpretativas de este repertorio, ofreciendo una recreación sensual y refinada a la que le falta un último grado de variedad expresiva, de sentido teatral y de acentos dramáticos. (8)
5. Ansermet/Orquesta de la Suisse Romande (Decca, 1965). A unos meses de cumplir los ochenta y dos añitos, el maestro suizo registra –con excelente toma– una interpretación ideal en el estilo y de enorme vuelo poético en la que consigue la verdadera cuadratura del círculo: que la sonoridad sea todo lo brumosa, sensual y difuminada que exige la ortodoxia impresionista y que, al mismo tiempo, se escuche todo. Absolutamente todo: la secuencia del amanecer, solo superada por Celibidache con la Filarmónica de Múnich, resulta literalmente un milagro. El fraseo es muy curvilíneo, flexible y holgado, la música está recreada sin prisa alguna –predomina el misterio frente a la teatralidad– y la orquesta suena con unas maderas “a la antigua”, de plena tradición francesa, que resulta de lo más adecuada. Solo falta un poco más de nervio y de carácter visionario en la danza final para conseguir la interpretación perfecta. (9)
6. Martinon/Orquesta de París (EMI, 1974). La perfección en el estilo identifica esta interpretación: alcanza el punto justo de equilibrio entre evanescencia, sensualidad y sentido de lo narrativo, se encuentra dicha con elegancia “clásica” de la mejor ley, despliega un colorido pastel de suaves difuminados y sabe ser altamente poética sin caer en el hedonismo. Algo menos de escándalo en los tutti, un punto adicional de magia poética y una danza final más intensa –le falta fuego orgiástico– hubieran elevado esta dirección a la categoría de lo excepcional. La orquesta, por su parte, hace gala de la sonoridad ideal, pero se queda un poco corta en virtuosismo y presenta diferentes limitaciones –las trompetas meten la pata en algún momento–. La toma de sonido –en su momento cuadrafónica–presentas problemas de origen, pero ha mejorado –mayor relieve y limpieza– en el último rescate a 94/24. (8)
7. Maazel/Orquesta de Cleveland (Decca, 1974). El maestro norteamericano hace gala de su proverbial técnica de batuta desplegando sentido del color, claridad y brillantez, pero lo cierto es que solo a ratos termina de conectar con la poesía que desprenden los pentagramas. No solo eso: hay pasajes de fraseo en erróneamente enfático, otros se encuentran dichos más bien de pasada y se detecta excesiva contundencia en los clímax. Tanto capricho y exhibicionismo de dudoso gusto terminan lastrando los resultados de una lectura que podría haber sido muy notable, en buena medida por la respuesta de la Orquesta de Cleveland y de su coro. (7)
8. Ozawa/Sinfónica de Boston (DG, 1974). El maestro oriental posee a manos llenas ese refinamiento, esa delicadeza, ese sentido del color pastel, ese fraseo curvilíneo y esa sensualidad características de Ravel. pero tales virtudes están aquí presentes de manera irregular: hay momentos que Ozawa paladea con enorme concentración y otros lastrados por un exceso de nervio en los que, extrañamente, incurre en el escándalo gratuito de cara a la galería. Tampoco la magia sonora y la elevación poética se hacen presente todo lo que debería. Asimismo, hay que apuntar que las texturas no están trabajadas con toda la claridad de análisis deseable, aunque aquí parte de la culpa puede radicar en el equipo de grabación, más atento a la sonoridad global que al detalle. Y eso que la toma no es en absoluto mala: tiene presencia, posee unos agudos formidables y hace gala de una gama dinámica impresionante. Formidable el Tanglewood Festival Chorus. (8)
9. Boulez/Filarmónica de Nueva York (Sony, 1975). Fiel a su conocido modus operandi, el maestro francés se aleja todo lo posible de brumas, sensualidades y voluptuosidades expresionistas. Pero no por ello incurre en la frialdad que, no sin cierta justificación, muchas veces se le atribuye. Antes al contrario, esta es una lectura vitalista y teatral, rápida en los tempi –sin caer en el nerviosismo–, incisiva en la tímbrica y, eso por descontado, soberbiamente planificada. Faltan magia sonora y perfume poético, pero eso no parecen ser los aspectos que más interesan a Boulez. (8)
10. Dutoit/Sinfónica de Montreal (Decca, 1980). Esta grabación posee un comprensible prestigio: el idioma resulta irreprochable, es colorido riquísimo, la sensualidad decadente la justa y el equilibrio entre lo narrativo y lo contemplativo resulta perfecto. Dicho esto, la batuta no se muestra todo lo concentrada que debiera –sin llegar a ser nerviosa–, lo que se traduce en una cierta falta de magia sonora. Además, sobra alguna caída en el estruendo y el efectismo. Magnífico el coro de la propia orquesta. (8)
11. Previn/Sinfónica de Londres (EMI, 1981). La plenitud del estilo impresionista en una lectura mucho antes contemplativa que narrativa: cálida y sensual a más no poder, exquisita en el color, refinadísima en las texturas, sonada con levedad bien entendida y paladeada con exquisito gusto. Solo le falta para ser perfecta la magia poética de un Celibidache –inalcanzable por ningún otro director– y –como a otros grandes maestros– un poco más de tensión y carácter visionario en la danza final. Muy bien el coro de la orquesta. La grabación, siendo buena, dista de estar a la altura de las mejores de la época. (9)
12. Abbado/Sinfónica de Londres (DG, 1988). Un arranque verdaderamente mágico por su mezcla de levedad, concentración y vuelo poético nos pone sobre aviso de la sensacional técnica de un Abbado dispuesto a realizar verdaderas filigranas con la partitura. Cierto es que no disimula la tendencia que ya entonces evidenciaba hacia la búsqueda de los máximos contrastes sonoros, a perderse en preciosismos o a enfatizar en exceso determinados clímax, pero lo cierto es que son tan grandes la frescura de su acercamiento, su sentido de la narración, la riqueza de colores y texturas, la animación de su batuta y el refinamiento con que trata a las masas orquestales y corales –excelente el LSO Chorus–, que el milanés termina ganando la partida. Una pena que la toma deje que desear, si bien es cierto que recoge toda la tremenda amplitud dinámica en que se recrea Abbado. (9)
13. Haitink/Sinfónica de Boston (Philips, 1989). Admirablemente cultivada en la sensibilidad hacia lo francés por Munch y Ozawa, la dúctil, sensual y refinada Boston Symphony –menos brillante y más europea que el resto de las formaciones estadounidenses– se muestra como el instrumento ideal para esta partitura bajo la batuta atentísima de un Bernard Haitink que la trata con extrema depuración sonora, levedad en su punto justo y una asombrosa plasticidad a la hora de trabajar timbres y texturas. No solo eso: mucho más inspirado que sus dos predecesores, por estar más atento al misterio, a la sensualidad y a la atmósfera que destilan los pentagramas, el holandés desgrana una interpretación de exquisito gusto en la que la sugerencia se pone por delante de lo narrativo y, siempre desde una óptica eminentemente apolínea, se destila una poesía de altísimo vuelo. El Tanglewood Festival Chorus vuelve a estar formidable. Una toma de lujo convierte a esta grabación de una de las más recomendables. (10)
14. Nagano/Sinfónica de Londres (Erato, 1992). Aun sin ofrecer una mirada personal, creativa o reveladora, Nagano nos entrega una de las más redondas versiones que existen del ballet. ¿La clave? Son dos. La primera, un perfecto equilibrio entre todos los componentes de la partitura: lo narrativo, lo coreográfico, lo evanescente, lo poético, lo refinado… Todo en su punto justo, sin pasarse o quedarse corto ni un milímetro, llegando así a la síntesis perfecta entre las interpretaciones más o menos dinámicas de un Monteux o un Ansermet y las –llamémoslas así– estáticas de un Previn o un Haitink. La segunda es, sencillamente, la mezcla de virtuosismo e intensidad que aportan tanto la batuta como la orquesta, así como un London Symphony Chorus en estado de gracia: hay pianísimos de no dar crédito. La toma sonora, realizada en Abbey Road, es de considerable calidad y ofrece una de las más amplias gamas dinámicas que yo jamás haya percibido en disco compacto. (9)
15. Boulez/Filarmónica de Berlín (DG, 1994). Planificando con asombrosa minuciosidad y transparencia en grado superlativo, el maestro francés insiste en su visión rápida –más de la cuenta en algún momento– y muy animada, poco brumosa, antes cercana al neoclasicismo que al impresionismo. La orquesta, obviamente, es muy superior a la Filarmónica de Nueva York, mientras que el Coro de la Radio de Berlín realiza un impresionante trabajo. La toma, realizada en la Jesus-Christus-Kirche, es de muy notable calidad, especialmente por su amplia gama dinámica y el buen equilibrio con el coro. (8)
16. Chailly/Orquesta del Concertgebouw (Decca, 1995). En los años en los que alcanzó la cima de su inspiración –al salir de Ámsterdam empezó a desvariar–, el maestro milanés ofreció la que a día de hoy sigue siendo versión perfecta, dotada de una claridad extrema, una ejecución impecable, un desarrollado sentido del color, una emoción a flor de piel y el punto justo de “neblina” impresionista. No hace falta decir más. La gama dinámica de la grabación es espectacular. (10)
17. Gielen/Sinfónica de la SWR (Hännsler, 1997). Singular y renovadora propuesta la de Michael Gielen: dejar un poco de lado la sensualidad y potenciar todo lo posible, esto es, sin llegar a perder el sentido de la elegancia y de la belleza imprescindibles en Ravel, la incisividad, la aspereza y la tensión que también existen en esta música. Pero ojo, porque no se trata de una vuelta al dinamismo descriptivo de un Munch o un Monteux. resto es otra cosa. ¿Acaso el maestro mira a su querida Segunda Escuela de Viena? Suena a tópico, pero eso es justo lo que parece. Por eso mismo, y porque la idea está realizara con una espléndida arquitectura -tensión no significa nerviosismo- y muchísima claridad, este registro debe ser escuchado por quienes deseen profundizar en la partitura. Formidable la labor tanto de la orquesta como del EuropaChorAkademie, estupendamente recogidos por los ingenieros de sonido. (9)
18. Chung/Filarmónica de la Radio de Francia (DG, 2004). Como era de esperar conociendo las maneras del maestro coreano, a Myung-Whun Chung se le va la mano en lo que a ligereza, hedonismo y vaporosidad se refiere. Es cierto que su batuta ofrece un refinamiento extremo y es capaz de desplegar una belleza tan mágica como seductora, lo que significa que hay momentos –el amanecer– francamente logrados, pero globalmente la interpretación pincha por su sonoridad en exceso aérea, pulida y evanescente –todo suena entre gasas, lo que también tiene que ver con la grabación–, así como por un fraseo que se queda en lo contemplativo en los momentos más delicados para irse al otro extremo, al del nerviosismo e incluso cierto carácter saltarín, cuando se trata de dibujar las escenas de acción. En cualquier caso, hay demasiada belleza en este registro como para ignorarlo por completo. Muy bien la orquesta y el coro. (8)
19. Haitink/Sinfónica de Chicago (CSO, 2007). El holandés vuelve a realizar un espléndido acercamiento a la partitura, esta vez con menos brumas y mayor dinamismo, pero también evidenciando una concentración bastante menor (pasamos de 57’46’’ a 53’18’’), particularmente en los diez primeros minutos, y sin destilar la magia poética de antaño. Sea como fuere, el tratamiento de la orquesta no es menor depurado que entonces y las fuerzas de Chicago no son precisamente menos admirables que las espléndidas de Boston. La toma sonora, en vivo, ofrece graves más imponentes, pero no alcanza el equilibrio de la anterior. (8)
20. Gergiev/Sinfónica de Londres (LSO, 2009). Sorprende el habitualmente mediocre maestro ruso con una dirección enormemente voluntariosa, paladeada sin prisas –cuidando de no perder el pulso–, expuesta con admirable sensibilidad para el color y las texturas, muy atenta a las brumas, a la sensualidad y al misterio –notable Amanecer–, más contemplativa que teatral, y desde luego muy bien tocada por una LSO que ya tenía una excelente trayectoria discográfica con esta partitura. ¿El problema? En no pocos de los clímax Gergiev hace gala de su proverbial efectismo, vulgaridad y mal gusto. Irreprochable sonido en SACD multicanal. (7)
21. Nézet-Séguin/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2012). Aunque cuando se realizó esta filmación era aún joven –treinta y siete años–, Yannick no ofrece una interpretación particularmente dinámica o narrativa. El entusiasmo está ahí, ciertamente –incluso sobra un poco de nerviosismo en la Danza guerrera–, pero su visión no se recrea tanto en los aspectos pictóricos de la página como en los más estáticos, léase abstractos, aquellos en los que el compositor se muestra particularmente visionario explorando las posibilidades expresivas de la música al margen de los "sentimientos". En este sentido, el maestro canadiense demuestra un perfecto dominio de colores y texturas, sabe ser sensual sin necesidad de excederse con las brumas y acierta con el grado de elegancia y depuración sonora aquí imprescindibles. Está de más, eso sí, algunos detalles decadentistas que pueden sonar anticuados, y se echa en falta un discurso dotado de mayor continuidad. Tampoco estaría mal algo más de claridad en el clímax del Amanecer, aunque aquí hay que advertir que la toma de la Digital Concert Hall no parece recurrir a los trucos de algunas grabaciones "de estudio". En cualquier caso, las limitaciones de esta interpretación las compensan sobradamente los solos llenos de musicalidad de los profesores de la orquesta y, sobre todo, la increíble participación del Coro de la Radio de Berlín bajo la dirección de Michael Gläser. (9)
22. Rattle/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2016). Adoptando unos tempi más bien rapiditos y haciendo gala de una gran capacidad para hacer que la opulenta Filarmónica de Berlín suene con la transparencia y la ligereza apropiadas, Sir Simon construye una interpretación ágil, fluida y de un muy elevado sentido teatral, antes narrativa (¡maravillosamente narrativa!) que atmosférica o extática, y por ella no muy atenta a las brumas impresionistas y sin toda la inspiración poética posible. En cualquier caso, el trazo es refinado, el trabajo con las texturas irreprochable y la comunicatividad muy elevada. Formidable el trabajo del Rundfunkchor Berlin, esta vez bajo la dirección de Gijs Leenaars. (9)
23. Roth/Les Siècles (Harmonia Mundi, 2016). ¿A qué viene un Daphnis “históricamente informado” cuando tenemos una grabación de espléndido sonido bajo la dirección de quien empuñó la batuta en el estreno? Vale, de acuerdo: los instrumentos eran distintos. Y hay que reconocer que su sonoridad resulta fascinante, más por ofrecer algo distinto a lo que estamos acostumbrados que por resultar preferibles, cosa que no tengo nada clara. Sensacional el coro. En cuanto a la dirección, es el trabajo que hasta ahora más ha gustado del muy sobrevalorado François-Xavier Roth: hay control y refinamiento dentro de una línea marcadamente impresionista que opta por lo aéreo antes que por lo denso. Lejos, en cualquier caso, de la poesía que obtienen los grandes directores de la página. Y sobra más de un detalle decadente. Soberbia la toma. (8)
24. Haitink/RCM Symphony Orchestra (YouTube, 2016). Volviendo a los tempi lentos de su grabación en Boston (58' exactos), un Haitink de nada menos que ochenta y siete años ofrece una lección magistral de disección orquestal: comparen ustedes con cualquiera de las tres filmaciones con la Filarmónica de Berlín aquí comentadas, Nézet-Séguin, Rattle y Mena, para comprobar que aquí se escuchan más cosas. En lo conceptual, el maestro holandés también retorna a la interpretación brumosa de Boston, estática pero llena de fuerza, de elegancia en absoluto indolente y muy sabia a la hora de no confundir refinamiento con ligereza. Se podrán preferir enfoques de mayor vivacidad y más ricos en lo conceptual, pero en su línea los resultados son formidables. En cuanto a la calidad de los conjuntos juveniles del Royal College of Music, ¡qué nivel, Maribel! La calidad de imagen es soberbia, mientras que la toma ofrece una amplia gama dinámica, pero en lo que sí hay compresión es en el número de bits: hay una distorsión en el fondo de la pista de sonido que puede resultar molesta. (9)
25. Gimeno/Filarmónica de Luxemburgo (Pentatone, 2017). El maestro valenciano se mueve como pez en el agua desplegando lo que más le gusta, levedad sonora, sensualidad y una elegancia indolente que le sientan de maravilla a esta partitura. Siempre y cuando no se pasen de la raya, claro está: a veces Gimeno lo hace a la hora de sonar aéreo o dulce. En la Danza guerrera se pasa al extremo opuesto: una cosa es reflejarla brutalidad de los malos de la función y otra distinta es hacer el bruto. En cualquier caso, su afinidad con la partitura es grande, y su dominio técnico queda fuera de cuestión. Lástima que la toma, de gran riqueza en los graves, resulta algo turbia y empaña la claridad de su batuta. (8)
26. Gergiev/Filarmónica de Múnich (Medici TV, 2020). Sorprendente opción la de los bávaros: orquesta sobre el escenario de la Philharmonie de Gasteig, pero gran espacio delante para desarrollar una versión escénica a cargo del ballet del Mariinski en coreografía de Vladimir Varnava. Esta prescinde por completo de la dramaturgia original y propone un punto de partida interesante, pero a pesar de algunos momentos atractivos resulta globalmente ininteligible y aburrida, cuando no ridícula (¡esos espasmos en el primer clímax orquestal!). Molesta más que aporta, aunque al menos distrae de la poco estimulante dirección de Gerviev: aunque el maestro ruso acierta en el tratamiento mórbido de los conjuntos a su disposición –excelentes– y en la dosis de dinamismo, a la postre su escasa sensibilidad poética, su vulgaridad y hasta su mal gusto quedan en evidencia. No recomendable. (6)
27. Saraste/Sinfónica de la WDR (YouTube, 2022). En lugar de apostar por esa mezcla de brumas, estatismo y objetividad “no romántica” por la que han apostado buena parte de los maestros de las últimas décadas, Saraste parece volver la mirada hacia el nervio, la vitalidad y el sentido eminentemente narrativo de las grabaciones de los Monteux, Munch y Ansermet, solo que sustituyendo la sonoridad netamente francesa de aquellos por otra considerablemente más angulosa, incisiva y contrastada. Lo hace con bastante fortuna, aportando muy bien pulso –hay alguna precipitación– y una apreciable técnica para tratar las texturas, pero su arriesgada y en buena medida reveladora opción tiene como precio llevarse por delante parte de la magia poética de la partitura. La orquesta se beneficia de la soberbia acústica de la Philharmonie de Colonia –lástima que la transmisión adolezca de una corta gama dinámica–, mientras que el coro convence bastante menos: le faltan sutileza y morbidez. (8)
28. Mena. Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2024). Tercera filmación del ballet completo a cargo de los Berliner Philharmoniker. Como Nézet-Séguin y Rattle, el maestro Juanjo Mena ofrece una dirección no excepcional pero sí muy notable, aunque no cercana tanto a la frescura y la inmediatez del británico como a la visión más bien cálida y sensual del canadiense; compartiendo con este último la relativa lentitud de los tempi, no le alcanza en vuelo poético, pero tampoco cae en sus relativas meteduras de pata. Ofrece también mayor continuidad del discurso, que en ocasiones puede resultar algo corto en intensidad y variedad expresiva. En cualquier caso, lo que marca la calidad vuelve a ser la gloriosa intervención de la formidable orquesta –alguna metedura de pata hay– y del glorioso Coro de la Radio de Berlín. Mención especial merece Emmanuel Pahud, que nos entrega una Pantomina de antología. Su éxito en los aplausos es abrumador. Imagen 4K, pero la toma se queda corta en gama dinámica. (8)
3 comentarios:
Excelente comparada.
Estimado Fernando
coincido en el 10 que le has puesto a la de Haitink: es fabulosa! pero...hete aquí que el polémico David Hurwitz al haberlo consultado dice que "es muy mala" jaja, "al igual que la de Kondrashin con el Concertgebow".
Saludos Cordiales
Juan
Tengo las grabaciones de Haitink y Chailly, que me parecen magníficas ambas. Irreprochables. De las versiones completas de la obra, en efecto, creo que son lo mejor de lo mejor. Pero también tengo la Suite por Celibidache, que me parece que salta a un nivel estratosférico para esta música (aunque no sea la versión completa) y me cuesta un poco volver a otras versiones. El rumano está en su salsa en la música francesa, creo yo. Versiones aparte, ¡qué gran obra es esta!
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