A Dmitri Shostakovich le encargaron su Sinfonía n.º 9 en 1945. Tras el carácter al mismo tiempo dramático y épico de la Leningrado y los horrores nihilistas de la Octava, el compositor había anunciado una obra luminosa que evocara la victoria soviética sobre las tropas nazis. A la postre, entregó una obrita de veinticinco minutos de duración, articulada en cinco movimientos, que en sus movimientos extremos quiso ser vista como una especie de respiro más o menos lúdico tras unos horrores aún latentes en los que se hayan en medio. Sentó bastante mal, pero tuvo mucha suerte nuestro artista de que la obra fuera vista de manera tan inocente: hoy nadie duda que lo que el autor de La nariz en realidad hizo fue burlarse con la más áspera y descarada sorna de esos conceptos de Patria, Grandeza y Victoria, de nuestra Verdad contra los Enemigos de nuestra Fe y/o nuestra Nación, con que se justificaban todas las acciones militares que desembocan en conflicto bélico, como pueden ser el criminal golpe de estado de Sanjurjo, Mola y Franco que en 1936 había hecho estallar nuestra Guerra Civil o la incursión de las tropas de Hitler en Rusia de tan monstruosas consecuencias, pero también las actuales atrocidades que los rusos están cometiendo en Ucrania. Por eso mismo, esta música sigue hoy más vigente que nunca.
El estreno lo realizó Mravinski con la Filarmónica de Leningrado en noviembre de 1945. Son sus movimientos:
- Allegro
- Moderato
- Presto
- Largo
- Allegretto-Allegro
Los tres últimos se suceden sin solución de continuidad. De hecho, el Presto ejerce las funciones de Scherzo, mientras que el Largo no es exactamente el centro meditativo de la obra –lo sería más bien el segundo movimiento-, sino un interludio terrorífico –se han señalado sus deudas con las Catacumbas de Mussorgsky- y profundamente negro antes del desmelene circense final.
1. Koussevitzky/Sinfónica de Boston (Koussevitzky Recordings Trust, 10 agosto 1946). A solo nueve meses del estreno mundial, el pobre de Koussevitzky evidencia apreciables intuiciones sin tener claro de qué va exactamente la sinfonía. El Allegro inicial parece abordarlo de la manera en que en su momento fue visto en la propia URSS, como una especie de distensión tras los horrores de la guerra: el humor suave se impone por encima de cualquier ironía. En el Moderato sí que está dispuesto a zambullirse en aguas pantanosas, pero opta por un tempo tan disparatadamente lento (13’52’’) que la música se le viene abajo. Certero el enfoque del Presto, no muy depurado en lo sonoro. En el Largo, venturosamente, carga las tintes y bucea en los pliegues más dolorosos de las notas, bien ayudado por un espléndido fagot. El movimiento conclusivo comienza bien, pero el llegar al Allegro el maestro se pierde en lo expresivo. El testimonio, de sonido precario, se puede localizar en streaming bajo el título “Koussevitzky Conducts Music from Russia”. (6)
2. Klemperer/Sinfónica de la RAI de Turín (Archiphon, 1956). Una orquesta con grandes limitaciones. Un anciano director sin experiencia previa de la música de Shostakovich. Una partitura estrenada tan solo once años atrás. Y se produjo el milagro. Sencillamente, porque la mezcla de mala baba y nihilismo que anidan en el corazón de la música de Dmitri Dmitriyevich es exactamente la misma que sufrió durante toda su vida Herr Klemperer y que, a su vez, modela sus maneras directoriales. Con todos sus defectos de ejecución, ¡qué primer movimiento! Ningún otro director, ninguno, conseguirá igualar lo que aquí hizo este genio de la batuta. Ni el libro de Volkov ni porras: escuchen al maestro para saber todo lo que oculta el compositor, particularmente su profundísimo desprecio por el mundo militar, por la autoridad y por la glorificación de la patria. Profundo y doliente al Moderato, por supuesto que llevado –como toda la partitura– a un tempo mucho más lento que lo establecido. Muy bien el Presto central, menos espectacular y rabioso que en otras recreaciones pero expuesto con muchísima intención. El Largo, áspero y amenazador, recuerda especialmente a Mussorgsky. El movimiento conclusivo, otra vez un prodigio de ridiculización y mala leche. Si no fuera por los serios problemas de la orquesta, se llevaría más de un nueve. (8)
3. Kondrashin/Filarmónica de Moscú (Melodiya, 1965). Dos décadas después de su estreno, el maestro ruso demuestra comprender a fondo la obra ofreciendo una recreación acertadísima en lo conceptual que, en lugar de ser lúdica, sabe ofrecer todo el sarcasmo y el dramatismo necesarios. Quizá en su grabación posterior le saque algo más de punta a los tres primeros movimientos, algo precipitados. El cuarto es espléndido, y el quinto sensacional. (8)
4. Bernstein/Filarmónica de Nueva York (Sony, 1965). Un Lenny de 47 años de edad, y por ende ya entrado en cierta madurez como director –ya saben que esta le llegó más tarde de la cuenta–, no solo acierta plenamente en el sentido de la obra sin necesidad de cargar las tintas en los aspectos más caricaturescos, sino que la recrea inyectando tanta convicción como control de los medios. En este sentido, resulta formidable el trabajo realizado frente a una orquesta relativamente endeble, pero capaz de tocar con suficiente limpieza y con enorme acierto expresivo. Memorables los dos movimientos pares, hondos y dolientes a más no poder, y trepidante la larga coda conclusiva. (9)
5. Kosler/Filarmónica Checa (Praga, 1967). Muy notable grabación en vivo –recuperada en HD– que se adelantaba en unos meses a la Primavera de Praga dejando testimonio de que allí en las mal llamadas “democracias populares” ya se percibía, también musicalmente, un cierto aroma antisoviético. O al menos eso es lo que parece deducirse de esta interpretación que acierta plenamente en los movimientos pares: claramente antimilitarista el Allegro inicial –genial el tratamiento de los metales sobre el solo de violín-, lleno de denuncia el Presto central –muy atrevida la trompeta–, sin chispa y con muchísima retranca el Allegro conclusivo –aquí la trompeta debería empastar mejor–. El Moderato y el Largo están bien, pero se les podría sacar muchísimo más partido. (8)
6. Celibidache/Sinfónica Radio Sueca (DG, 1971). Aunque no muchos melómanos le relacionan con este mundo expresivo, lo cierto es que el maestro rumano –que ya había dejado testimonio radiofónico de su acercamiento nada menos que con la Filarmónica de Berlín– da en la diana con una lectura magistral, no sólo acertada en el sentido de la pieza sino también maravillosamente creativa. El problema, que la orquesta se queda bastante corta. (9)
7. Kondrashin/Orquesta del Concertgebouw (Philips, 1980). Ironía y dramatismo están perfectamente conseguidos en la que puede considerarse como la lectura definitiva de Kondrashin. Idiomática y sincera a más no poder, bien trabajada en las intervenciones solistas, sólo se le puede reprochar cierta caída de tensión al comenzar el último movimiento; la marcha final vuelve a ser de lo más corrosiva. La formidable orquesta no se encuentra en plena forma. (9)
8. Haitink/Filarmónica de Londres (Decca, 1980). El maestro holandés llega a este repertorio por imposición de la discográfica, pero el encargo se lo toma muy en serio ofreciendo no solo calidad de ejecución y transparencia, sino también solidez conceptual. Los tempi son, ciertamente, los que marca la partitura, y por ende más rápidos de lo que otros directores han demostrado que conviene –así ocurre en el Moderato, algo superficial–, pero Haitink tiene bien claro que hay que interpretar la obra dejando al lado toda frivolidad lúdica y apostando por los aspectos más tensos, ásperos y dramáticos. Solo pincha en el movimiento conclusivo: como era de esperar, nuestro artista resulta incapaz de aportar el descaro, el sarcasmo y el punto de vulgaridad bien entendida que la música pide a gritos. Excelente toma, realizada en el Kingsway Hall. (8)
9. Ashkenazy/Royal Philharmonic (Decca, 1989). Si Haitink se mostraba algo tímido en esta página, lo de Ashkenazy va mucho más allá con una lectura acertada en lo que al sentido del misterio se refiere, pero muy blanda y descafeinada, sin ironía e incluso ayuna de tensión interna. Globalmente correcta, termina aburriendo. (6)
10. Rozhdestvensky/Sinfónica del Ministerio de Cultura de la URSS (Melodiya, 1983). El maestro la lectura en él esperable, rápida e implacable en los tempi, descarnada en la sonoridad, sarcástica y virulenta en la expresión, amarga a más no poder y sin asidero emocional alguno. El primer movimiento está dicho con verdadera mala leche –muy descarnadas intervenciones de la trompeta–, pero también con mano maestra a la hora de matizar las dinámicas y hasta de señalar detalles de la orquestación que generalmente pasan desapercibidos. Seco, nihilista y desasosegante a más poder y negro el segundo, que alcanza en su clímax una virulencia extrema. Rápido y agresivo el tercero, con una trompeta que es auténtica denuncia. Más terrorífico que atmosférico el cuarto, de metales implacables y un oboe lacerante a más no poder. El quinto arranca generando unas sobrecogedoras turbulencias para luego ofrecer una marcha al mismo tiempo burlesca y aterradora –llenos de retranca los metales–, hasta llegar a una coda en absoluto lúdica, sino más bien amenazadora en un crescendo que concluye de manera rotunda. La toma sonora, realizada a volumen bajo y con apreciables desequilibrios de planos sonoros, puede crear una falsa impresión si no se escucha el registro al nivel adecuado. (10)
11. Bernstein/Filarmónica de Viena (DG DVD y CD, 1985). Haciendo uso de unos tempi más amplios que en su registro veinte años anterior –sobre todo en el Moderato, 9’19’’–, que le permiten –junto con su enorme técnica– desgranar admirablemente el tejido orquestal, y extrayendo de la orquesta un colorido y unas texturas que van desde lo sensual hasta lo incisivo, el norteamericano construye una versión que, sin resultar en absoluto descafeinada ni desatender al humor irónico que desprenden los pentagramas, vuelve a dejar a un lado los aspectos más corrosivos, más “de denuncia política”, para centrarse en el lirismo atmosférica y pesimista que anida en los dos movimientos lentos; lejos de ser interludios más o menos inquietantes, ambos alcanzan una insólita hondura. A destacar la portentosa transición del cuarto al quinto, un prodigio en el dominio de la agógica. Por lo demás, lo que se ha perdido con respecto a su registro para CBS en electricidad y garra, se gana en depuración sonora y en la presencia de una orquesta sin igual. (9)
12. Celibidache/Filarmónica de Múnich (EMI, 1990). Este es otro Celi. Ya saben, el de los últimos y personalísimos tiempos del maestro. Extraña en los tempi –en general muy lentos, aunque relativamente rápido en el segundo movimiento–, no es la suya una lectura ortodoxa, pero tiene un atractivo muy especial. La claridad es pasmosa, percibiéndose en el primer movimiento unos pizzicati que nunca se oyen. Muy bien el segundo. Encontrándose magníficamente expuesto careciendo de toda la fuerza posible el tercero, la genialidad del rumano llega con los dos movimientos conclusivos. ¡Qué enorme artista! (9)
14. Solti/Sinfónica de la Radio Bávara (DVD Arthaus y Stage +, 1989). Muy lejos tanto de la ironía extremadamente amarga de un Rozhdestvensky como del lirismo enrarecido y la pesimista reflexión de un Bernstein, el maestro de origen húngaro deja de lado segundas lecturas en clave política y quiere ver aquí música, nada más que música. Aborda así el primer movimiento con trazo anguloso, nervio bien entendido y decisión, pasa un tanto de largo ante el segundo –demasiado rápido, lacerante pero poco atmosférico–, hace gala de su admirable electricidad en el tercero, deja descansar la fuerza del cuarto en el notable fagot de la orquesta bávara y acierta por completo en la ironía del quinto sin necesidad de cargar las tintas, culminando en una coda que pocas veces habrá sonado al mismo tiempo tan ágil y con tanta fuerza. (8)
13. Solti/Filarmónica de Viena (Decca, 1990). Aunque solo han pasado cinco años desde la grabación con Bernstein, la orquesta vienesa ofrece una lectura radicalmente opuesta de la mano de una batuta que la hace sonar mucho más incisiva y que, aplicando tempi considerablemente veloces, ofrece una lectura más inmediata, con mucha mayor garra y electricidad, más rebelde y apremiante, que sabe ser angulosa sin caer en el exceso de nervio y corrosiva sin excederse. Ahora bien, también es cierto que Solti no sabe alcanzar semejante pathos ni ofrecer tan abundante gama de colores y matices expresivos. Vistosa y encendida, pues, pero un tanto superficial. La ventaja sobre la interpretación del propio Solti unos meses atrás en Múnich es, obviamente, la Filarmónica de Viena. (8)
15. Jansons/Filarmónica de Oslo (EMI, 1991). El maestro letón acierta adoptando una óptica humorística y sarcástica, que sabe atender a los aspectos más dramáticos y siniestros sin necesidad de acentuarlos. Ahora bien, su lectura resulta en conjunto un pelín externa y tendente a la espectacularidad, mientras que la orquesta se queda algo corta y no se ofrece la suficiente claridad: el impulso prima sobre el análisis. (7)
16. Rostropovich/ Orquesta Sinfónica Nacional de Washington (Teldec, 1993). Un tanto en la línea de su íntimo amigo Bernstein, el de Baku ofrece una lectura dicha con el ceño fruncido, en la que en lugar de apostar por el sarcasmo y la parodia tan desenfadadas como llenas de mala leche, se decanta por tonos especialmente amargos, sombríos y amenazadores. Se echa de menos una dosis mayor de electricidad y de arrebato, pero el resultado nos aclara aspectos de la obra por los que la mayoría de los directores pasan de largo. Versión a conocer. (8)
17. Barshai/Sinfónica de la WDR (Brilliant, 1995-96). El maestro ruso se centra de manera explícita en la vertiente burlesca y antimilitarista de la partitura, acertando por completo en un primer movimiento lleno de sarcasmo –metales incisivos, descarnados– para luego patinar en un Moderato rápido y aséptico, sin rastro de pathos. Tras un Presto solvente sin más, hace descansar el peso dramático de la obra en un Largo bien planteado, aunque más doliente que amenazador u opresivo. La marcha del Allegreto conclusivo es una de las más cargadas de mala leche que se hayan escuchado. Toma sonora de lujo –milagros de la Philharmonie de Colonia– para una interpretación francamente irregular. (7)
18. Kitajenko/Gürzenich-Orchester Köln (Capriccio, 2002). Lástima que el segundo movimiento sea más rápido de la cuenta y no del todo inquietante, y que al último le falte un poco de tensión interna, porque el enfoque global es muy certero, antes amargo y dramático que lúdico, y las intervenciones solistas son de elevada musicalidad y gran sinceridad expresiva. Buena artesanía, sin más. (7)
19. Vasily Petrenko/Royal Liverpool Philharmonic (Naxos, 2008). Excelente Allegro inicial, sin hallazgos pero acertadísimo en lo expresivo. Espléndido asimismo el Moderato, que alcanza un clímax adecuadamente anhelante. Algo rutinario el tercer movimiento, no del todo bien desmenuzado. El cuarto muestra concentración, excelente pulso y gran acierto expresivo. Patina el quinto: el talentoso maestro de San Petersburgo acelera progresivamente en la transición y ofrece una marcha final animada, pero sin la ironía, el sarcasmo y la mala leche que demanda. (7)
20. Nelsons/Sinfónica de Boston (DG, 2015). Al contrario que en la Quinta del mismo disco, aquí Nelsons sí que está dispuesto a reconocer el trasfondo al mismo tiempo irónico, rebelde y lacerante de esta música, y aunque es cierto que no termina de ahondar en el amargor de los movimientos impares como lo hicieron Bernstein o Rostropovich, sí que hace sonar con no poca retranca al primer movimiento, otorga carácter tempestuoso y se muestra valiente a la hora de denunciar en el tercero –increíble la trompeta–, al tiempo que sintoniza con el carácter burlesco en absoluto amable ni inocente que anida en el quinto. Por otra parte, y ayudado por una orquesta sensacional, el maestro expone la partitura de manera magistral desde el punto de vista sonoro. (9)
21. Michael Sanderling/Filarmónica de Dresde (Sony, 2018?). No habiendo dejado su padre ningún testimonio fonográfico de su acercamiento a esta partitura, pareciera que Sanderling hijo estudiara a fondo y alcanzara una síntesis entre el sarcasmo de un Rozhdestvensky y la hondura llena de nihilismo de un Bernstein para ofrecer, mediando un soberbio trabajo de organización, texturas, timbres y detalles expresivos en cada una de las numerosas y decisivas intervenciones solistas (¡soberbios reguladores!), una interpretación tan plural en su enfoque como certera e intensa en la expresión en la que habría que destacar un primer movimiento lento, resuelto con numerosas aportaciones personales y cargado de tanta negrura como mala leche. La orquesta, tratada con mano maestra, ofrece metales descarnados, maderas lacerantes y una cuerda por momentos algo menos carnosa de la cuenta, pero muy bien articulada. Una excepcional toma sonora HD –impresionante cuerda grave– redondea una interpretación de referencia. (10)
22. Kirill Petrenko/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2020). Rapidísimo, ágil, efervescente y lleno de risueña picardía el Allegro inicial. Es decir, un tremendo desacierto. El Moderato está dirigido con mera solvencia, pero aquí quienes mandan son los increíbles primeros atriles de las maderas. Rápido hasta el atropellamiento el Presto, convertido el mero ejercicio de virtuosismo (¡incomparable!) sin relación expresiva con lo que tiene delante y detrás; menos mal que está ahí la trompeta valiente de Andre Schoch para arreglar un poco las cosas. Justo lo que hace el fagot descomunal, increíble de Stefan Schweigert en un largo que es todo suyo. Vistoso sin más, y con alguna decisión agógica efectista, el movimiento conclusivo: por ventura la coda resulta, ahora sí, adecuadamente rossiniana y se encuentra expuesta de manera formidable. Cinco puntos para la batuta; los dos adicionales son para los berlineses. (7)
4 comentarios:
Me encanta cuando hacen discografías comparadas, ya que aprendo sobre las grabaciones que no tengo. Muchas gracias, Fernando.
Qué oportuna entrada, Fernando!!
Muchas gracias por compartirnos tus notas.
Estos días estuve escuchando a repetición varias de las versiones aquí comentadas (Rozhdestvensky, Kondrashin, Haitink, Bernstein, Jansons) y una que no mereció tu atención, con la dirección de Yoel Levi con la Orquesta sinfónica de Atlanta.
Buena oportunidad para retomarlas con tus reseñas y afinar un poco mejor la oreja, y también para rastrear algunass, especialmente la de Celibidache, Sanderling jr, y la de Nelsons.
Saludos!
Estimado Fernando:
Un agrado tenerlo de vuelta en las comparativas.
Una consulta: ¿merece la pena el ciclo sinfónico de Sanderling hijo en Dresden? Me gustaría saber su parecer, sobre todo tratándose de Shostakovich.
Saludos,
Cristian.
Observador, muchas gracias. Hacer estas comparativas quita muchísimo tiempo, no solo por las horas de audición sino tambiçenpor lo complicado de remodelar las notas que se han ido tomando y maquetar, así que me alegra mucho que el esfuerzo sirva de algo.
Rintrah, gracias por la recomendación de Levi.
Cristian, solo he escuchado tres o cuatro sinfonías del ciclo Sanderling hijo, insuficiente para sacar una conclusión clara. De momento, encuentro evidentes irregularidades.
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