jueves, 10 de marzo de 2022

Gerontius por Barenboim en Decca: logro mayúsculo

En enero de 2012 Daniel Barenboim dirigió The Dream of Gerontius a la Filarmónica de Berlín. En su momento comenté la transmisión realizada por la Digital Concert Hall (leer). En septiembre de 2016 volvió a registrar la obra, esta vez solo para CD, en el mismo recinto de la Philharmonie de la capital de Alemania pero esta vez con su Staatskapelle. De esa interpretación no dije nada. He vuelto a escucharla y dejo unas líneas, fundamentalmente para dejar claro que esta segunda no solo es aún mejor, sino que se trata también de un importantísimo logro discográfico.

La gran ventaja del registro realizado por Decca –excelente trabajo técnico de Teldex Studios– se encuentra en la parte absolutamente decisiva del tenor. Ian Storey cantó con serias deficiencias, mientras que Andrew Staples lo hace de manera más que satisfactoria. Por lo visto estaba previsto Jonas Kaufmann, siendo sustituido en el último momento. Creo que también salimos ganando con este cambio: a mí el tenor alemán me parece enorme como artista, como recreador, pero hay cuestiones técnicas en su línea de canto que no me hacen ninguna gracia. Staples es el típico tenor británico, para lo bueno y para lo menos bueno. La “autenticidad” está garantizada, porque para una voz y una expresividad así estuvo pensada la partitura. Estilo certero cien por cien, pues. No se le puede hacer ningún reproche.

Ganamos también en la parte baritonal. Kwangchoul Youn estuvo bien, pero mejor aún lo está Thomas Hampson, que aún conserva la belleza de su timbre y mantiene esa calidez humanística que le siempre le han caracterizado. Algo tirante en el agudo, Catherine Wyn-Rogers iguala a la estupenda Anna Larsson, aunque ninguna de las dos alcanza ni de lejos (¿alguien es capaz de hacerlo?) a la divina Janet Baker. Sí que se pierde un poco en este segundo registro en la parte coral: las fuerzas conjuntas del Staatsopernchor Berlin y del RIAS Kammerchor no igualan las maravillas que hizo el Rundfunkchor Berlin preparado por Simon Halsey.


 ¿Y Barenboim? También me ha gustado más cómo suena ahora la obra, pero no estoy seguro de que sea cosa solo de la batuta. Escandalícese el lector lo que quiera, pero a mí me parece que la Staatskapelle de Berlín está mejor que la Berliner Philharmoniker. La orquesta que por entonces era de Rattle sonaba, para mi gusto, excesivamente oscura y musculada. Su compañera y amiga de la Unter den Linden resulta más cálida y aterciopelada, desplegando unas irisaciones doradas bastante más adecuadas para la música de Edward Elgar en general y para el Gerontius en particular.

Pero quizá también Barenboim ha cambiado, profundizado más bien, en su acercamiento la hermosísima partitura: siguen aquí el temperamento inflamado, el carácter dramático de la primera ocasión, y se ha avanzado un paso en lo que a vuelo lírico y espiritualidad se refiere. Justo lo que era de esperar en su evolución como artista en estos últimos años. ¿Qué su acercamiento sigue siendo muy germánico? Sin la menor duda, pero esto no parece ser problema alguno en una página que ya desde su propia concepción miraba hacia tierras alemanas. Las notas de Detlef Giese hablan muy acertadamente de “Parsifal inglés” –Elgar había escuchado el título wagneriano en Bayreuth en 1892–, y es justo esa mezcla de sensualidad, desasosiego, humanismo y espiritualidad lo que logra poner de relieve la batuta, inspiradísima en todo momento. Lo dicho, un logro mayúsculo.

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