jueves, 30 de diciembre de 2021

Destruir la Fundación Barenboim-Said

El concierto de la Academia de Estudios Orquestales de la Fundación Barenboim-Said bajo la dirección de Pablo Heras-Casado del pasado 28 de diciembre en el Teatro de la Maestranza era para mí muy especial, porque entre cuatro músicos procedentes del instituto donde trabajo –el IES Padre Luis Coloma de Jerez de la Frontera– había dos que han sido alumnos míos –excelentes, por cierto– en el pasado curso 2020/21; uno de ellos, como primer atril. Fui repleto de ilusión. Desdichadamente, las cosas terminaron dejando un sabor agridulce, porque aunque el concierto sevillano fue un éxito, hubo que cancelar los de Córdoba y Granada por la presencia del coronavirus entre algún miembro de la plantilla. Imaginen la desilusión de unos chavales que han estado trabajando duramente durante estas fiestas cuando les han dicho que volvían para casa.

También ha contribuido al amargor, me consta, la crítica escrita por Andrés Moreno Mengíbar en Diario de Sevilla (leer aquí), muy positiva en cuanto a los resultados artísticos pero virulenta contra la validez de este proyecto de estudios. Prácticamente se viene a decir que esta orquesta sobra, que la Orquesta Joven de Andalucía es la que vale, y que es a ella y a los conservatorios andaluces a donde ha de ir parar el dinero. No comprenden cómo puede haber alguien que escriba cosas así. Queridos chicos, sois demasiado jóvenes para conocer la historia. Os la voy a explicar.


Los dos críticos de Diario de Sevilla, Pablo J. Vayón y el citado Mengíbar, llevan muchos años boicoteando todo lo que tiene que ver con Daniel Barenboim. La razón es en buena medida política: estos dos señores detestan lo que huele a PSOE, a progre, a diálogo de culturas y todo eso. La creación de la Fundación Barenboim-Said y la residencia en Sevilla durante varios años de la West-Eastern Divan Orchestra estuvo vinculada a la línea ideológica del anterior gobierno autonómico, como también a las buenas relaciones que el expresidente socialista Felipe González tenía con el argentino. Los ataques desde la derecha no se hicieron esperar, hasta el punto de que alguien en principio tan culto como el famosísimo escritor Antonio Burgos llegó a definir a Barenboim como “el gachó ese de la orquesta de la Alianza de Civilizaciones”, en referencia a una idea del por entonces presidente Zapatero. Ya veis qué nivel intelectual.

Hay otra razón más, aunque velada. Los dos críticos señalados son ardientes defensores de una línea interpretativa radicalmente opuesta a la de Daniel Barenboim a la hora de abordar el repertorio clásico y el primer romanticismo: la del mundillo de lo “históricamente informado” en su vertiente más radical, que lidera en Andalucía su adorada Orquesta Barroca de Sevilla. Barenboim y su WEDO ofrecían cada año en Andalucía exactamente lo contrario. Las maneras de uno y otro no son complementarias, sino incompatibles –aunque Heras-Casado practica ambas, dicho sea de paso–. A los defensores de la cuerda de tripa, el Mozart de la WEDO les parece pesado, monocorde, falto de variedad y de contrastes, amén de poco interesado en explorar nuevos senderos. A los que amamos las maneras del de Buenos Aires lo de la Barroca y sus directores nos parece una sucesión de espasmos, ingravideces y cursilería.

Debemos sumar a lo expuesto, por descontado, ese grado de pedantería que aparece siempre que hay por medio un nombre famoso: lo que es muy conocido y le gusta a todo el mundo no puede ser tan bueno, lo realmente grande es lo minoritario. No lo creeréis, muchachos, pero hubo un tiempo, allá por los años ochenta y noventa, en los que algunos melómanos afirmaban alegremente que Plácido Domingo ladraba (sic) y que Alfredo Kraus era el mejor tenor del mundo. Pues eso mismo aplicado a lo de Barenboim. Y añadamos un puntito de xenofobia: el dinero de los andaluces para Andalucía, faltaría más, nada de financiar la estancia de una orquesta la mayoría de cuyos miembros eran judíos y musulmanes. Que en nuestra tierra durante el medievo se desarrollara una significativa coexistencia de cristianos, musulmanes y judíos lo de la presunta “convivencia pacífica” ya os expliqué en clase que no fue verdad era el punto de partida del proyecto de Daniel Barenboim y el fallecido Edward Said, pero semejante circunstancia importa muy poco a los del “Viva España”.

Así las cosas, ya os podéis imaginar. Durante años, Diario de Sevilla se esforzó por dar la menor cobertura posible a los conciertos de la West-Eastern Divan. Lo sé bien, porque yo mismo recibía las notas de prensa que luego veía publicadas en otros medios locales salvo en el referido diario. La presencia de alguien tan importante como Barenboim, por otra parte, demandaba una cobertura previa que en esas páginas rara vez se daba. Había que invisibilizar el proyecto. Alguna que otra vez, por la intervención de otros redactores del mismo medio, se coló Barenboim en portada, pero en general su presencia recibía menos atención que el Festival de Música Antigua y, por descontado, los conciertos de la Orquesta Barroca. También menor estima a la hora de recibir estrellitas en la crítica. Cuando Barenboim y su orquesta multicultural ofrecieron las tres últimas sinfonías de Mozart alcanzaron un nivel –para mí y para algunos críticos mucho más veteranos y sabios que yo– absolutamente estratosférico, pero Mengíbar lo suspendió sin remordimientos. Creo que fue el último año que Barenboim se dejó caer por aquí. Angela Merkel, mucho más astuta que algunos políticos de nuestra tierra y bastante más comprometida con la cultura, creó en Berlín una academia estable para la WEDO y se llevó todo el mal llamado “chiringuito” para allá. ¿Chiringuito? Sí, ya os podéis imaginar: se decía que Barenboim “se llevaba nuestros dineros”, cuando ni él ni los miembros de la orquesta cobraban un solo euro. Lo que se financiaban eran desplazamientos, estancia y talleres. Pero se trataba de destruir, y se destruyó.

Fuera de juego la West-Eastern Divan en Andalucía, y ya sin la presencial anual en nuestra tierra de quien ha sido el intérprete musical más importante de los últimos cincuenta años (¡qué pérdida para todos, queridos jóvenes!), quedaba algo más por destrozar: la Academia en la que habéis participado. Pero aquí no se podía recurrir al asunto ideológico, como tampoco a la xenofobia. Los músicos sois andaluces, y quien ahora está en el poder autonómico es el Partido Popular ¿Solución? Crear un enfrentamiento artificial con la Joven Orquesta de Andalucía. Todavía mejor: hacer pasar por conciertos de la OJA aquellos ofrecidos conjuntamente por las dos instituciones. En este enlace tenéis toda la información para comprobar que no miento ni exagero y, de paso, para disfrutar de soberanos ejemplos de mala praxis periodística.

Así llegamos a donde hemos llegado. Supongo que no es necesario que os diga que Mengíbar tergiversa las cosas. La Fundación no está hecha a la gloria de Barenboim, un artista cuyo prestigio mundial no necesita de más honores, sino que más bien es Andalucía la que se beneficia de tener una institución con semejante nombre y respaldo, aunque sea a nivel meramente nominal; junto a ella, se beneficia vuestro currículo de cara al extranjero.

Tampoco hará falta que os revele, porque no sois tontos, que si vuestro proyecto no se hubiera materializado, ese dinero que sale de la Consejería de la Presidencia (¡muy bien por Juanma Moreno!) no hubiera ido ni a los conservatorios ni a la OJA, porque las cosas no funcionan así en el mundo de la política. Ni necesito recordaros de la suerte que habéis tenido de recibir clases de un profesorado que, siendo mayoritariamente español, forma parte de la plantilla de orquestas como –voy a seguir el orden que aparece en el programa de mano– la Mahler Chamber, la Radio de Frankfurt, la Suisse Romande, la Staatskapelle de Berlín, la Sinfónica de Londres, la Filarmónica de Berlín o la Sinfónica de Barcelona. Y de trabajar de una batuta de incuestionable prestigio internacional como es la de Heras-Casado.

Gracias a todo eso vosotros, como vuestros compañeros de la OJA y de los diferentes conservatorios, formaréis parte de nuestras orquestas, mal que les pese a quienes se empeñan no en sumar y en construir, sino en sembrar cizaña y acabar con los proyectos que garantizan nuestro futuro. Me temo que tendréis que aprender a convivir con ellos.

PS. La reseña del concierto va aquí.

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