viernes, 13 de agosto de 2021

Concierto para violín de Stravinsky: discografía comparada

Igor Stravinsky compuso y estrenó su Concierto para violín en 1931, dicen que en medio de enormes inseguridades derivada de su, al parecer, escaso dominio de las posibilidades del instrumento. Lo cierto es que le salió una obra espléndida, lejos de la genialidad de Petrushka y Le Sacre –obviamente–, pero llena de garra y de fuerza expresiva pese a su aparente neoclasicismo. Lo más interesante: aunque el propio compositor dejó con su batuta testimonio fonográfico de una linea interpretativa muy bien perfilada, la obra se presta a enfoques francamente diversos, cuando no opuestos entre sí. Me gustaría con las siguientes líneas dar una idea de esas posibilidades.

 


1. Stern. Stravinsky/Sinfónica de Columbia (Sony, 1961). El autor dejó claro cómo le gustaba a él que se interpretara la obra: muy marcada en el ritmo, incisiva, áspera y aristada en lo sonoro, tensa y mordaz en la expresión. Nada de quedarse en un lúdico entretenimiento mirando al barroco, ni menos aún en el distanciamiento intelectual. La partitura ha de resultar intensa y expresiva, con pathos, sobre todo en un tercer movimiento que bajo su batuta suena bastante nervioso –no hay interés por la contemplación lírica– y muy lacerante. Espacio para el sentido del humor sí que hay, siempre que sea corrosivo y con fuerte retranca. Isaac Stern no es el mejor violinista posible –tampoco la orquesta es una maravilla–, pero sigue los dictados del compositor al pie de la letra. (8)

 

2. Schneiderhan. Ancerl/Filarmónica de Berlín (DG, 1962). Soberbia la labor del maestro checo, que sabe extraer mil y un colores de la orquesta de Karajan, inyectar un indesmayable sentido del ritmo y pasar con enorme comodidad de lo vivaz, lo irónico y hasta lo circense a la aspereza y la tensión dramática, todo ello aportanto algunas inflexiones tan sutiles como inteligentes. El solista sintoniza sin problemas con el planteamiento de la batuta y ofrece una recreación particularmente angulosa, quedándose ambos un poco a medio camino en lo que a las posibilidades poéticas de los movimientos centrales se refiere. En cualquier caso, se trata una recreación por completo vigente, que además se beneficia de la excelente ingeniería sonora de Günter Hermanns. (9)

 

3. Chung. Previn/Sinfónica de Londres (Decca, 1972). Con tan solo veinticuatro años, Kyung-Wha Chung evidencia no solo un pleno dominio técnico del instrumento, sino también un enorme instinto musical que le lleva a ofrecer una interpretación que abre nuevas vías interesándose más por la reflexión que por la efervescencia, dejando espacio para la belleza sonora, para la cantabilidad e incluso para el vuelo poético sin por ello renunciar a las aristas ni a la tensión dramática. Previn sintoniza con esta propuesta y paladea la música con delectación, permitiendo que el violín vuele a lo más alto al mismo tiempo que el analiza las líneas instrumentales con pinceles finísimos y cuida el trazo global para que el pulso no decaiga, al tiempo que garantiza un estilo completamente stravinskiano, lo que implica –ahí está lo difícil– estar atento a no escorarse hacia lo “romántico”. (9)


4. Perlman. Ozawa/Sinfónica de Boston (DG, 1978). En principio, el violín afiladísimo de Perlman no encaja con el fraseo curvilíneo ni los colores sensuales del maestro oriental, pero lo cierto es que los dos artistas llegan a un admirable punto de encuentro para ofrecer una interpretación distendida y luminosa que sabe ser jovial, cálida e incluso risueña sin dejar de indagar en el pathos lírico del tercer movimiento ni de ofrecer las imprescindibles aristas, todo ello haciendo gala –faltaría más– de la más absoluta depuración sonora. Ahora bien, se echan en falta incisividad rítmica en lo sonoro y retranca –por no decir mala leche– en la expresión: esta lectura termina siendo en exceso neoclásica, incluso demasiado amable. Toma de gran calidad. (9)

 

5. Mutter. Sacher/Orquesta Philharmonia (DG, 1988). Nada menos que Paul Sacher –ochenta y un añitos– se dirige a la formidable orquesta (¡con qué limpieza tocan estos señores) para ponerse, tomándose las cosas con calma y dejando que la música fluya con enorme naturalidad, al servicio de una Mutter que hace gala del más hermoso, homogéneo y depurado sonido violinístico que se haya escuchado en esta página. Entre todos construyen una interpretación que se aleja tanto de las bulliciosas referencias barrocas como de la mala leche que destilaba propio Stravinsky, para optar por el clasicismo bien entendido. Nada de distanciamiento, ni de sosería, ni de ausencia de matices. Lo que ellos buscan, y consiguen de manera admirable, es el equilibro entre la forma y la expresión, la elegancia no flemática, la indagación en las posibilidades expresivas de la escritura sin necesidad de acentuar contrastes. También el vuelo lírico sin gravedad en el pathos, el misterio dándose de la mano con el sentido del humor e incluso con lo circense –sin vulgaridades–, incluso el espíritu mozartiano. Una espléndida toma redondea esta magnífica lectura “para todos los públicos”. (9)


6. Juillet. Dutoit/Sinfónica de Montreal (Decca, 1992). Los artistas coinciden en ofrecer una visión eminentemente lírica en la que hay que admirar el fino sentido del color de la batuta –el maestro suizo ha sido siempre un espléndido stravinskiano– y el vuelo poético del violín. Entre los dos consiguien desgranar un muy emocionante tercer movimiento, pero en el resto de la obra se echa de menos una mayor carga de incisividad, chispa y tensión interna. (8)

 

7. Perlman. Barenboim/Sinfónica de Chicago (Teldec, 1994). La impresión que dejó el violinista en su registro con Ozawa se confirma en esta lectura en vivo –hay toses muy evidentes– espléndidamente grabada en la que Perlman es mucho más el mismo en compañía de su amigo porteño: sus presupuestos expresivos resultan mucho más adecuados para que el violín marque aristas, despliegue ironía a raudales y profundice en las tensiones dramáticas. Y es que la dirección de Barenboim no puede ser más diferente de la del oriental: angulosa, obsesiva y contrastada, virulenta en el color, rebosante de mordacidad, aunque no por ello menos profunda –sí más doliente– en el tercer movimiento. La Sinfónica de Chicago, cuyos solistas son el colmo del estilo stravinskiano, toca con mucha más intensidad y compromiso que la de Boston. Así las cosas, la partitura que en aquella interpretación parecía lírica y equilibrada cobra aquí mucha más vida, es más intensa y nos atrapa desde la primera hasta la última nota. La mejor versión de "línea dura". (10)

 

8. Mullova. Salonen/Filarmónica de los Ángeles (Philips, 1997). Solista y batuta en absoluta sintonía para ofrecer una recreación severa y amarga, ciertamente sin la tremenda intensidad de Perlman/Barenboim y –eso desde luego, tratándose de los intérpretes de los que se trata– lejos del vuelo lírico que poco más tarde ofrecerán Vengero y Rostropovich, pero ofreciendo un estilo perfecto, sentido del ritmo e incisividad sin necesidad de subrayar aristas, y una limpieza en la ejecución portentosa. (9)

 

9. Vengerov. Rostropovich/Sinfónica de Londres (EMI, 1999). Adoptando unos tempi lentos que permiten clarificar como en ninguna otra interpretación el entramado orquestal –pero sin que se le venga la tensión abajo–, el de Baku hace honor a la esencia humanística que caracteriza su arte poniendo en primera fila ofrece algo teóricamente prohibido en el universo stravinskiano: sentimiento. Entiéndase, no expresividad en general –el propio autor ya daba buena dosis de esta poniéndose en el podio–, sino eso que conocemos de manera tópica como “emociones humanas”. Y eso lo consigue fundamentalmente en un tercer movimiento cantado por el violín no solo con enorme belleza sonora, sino también con un vuelo poético y un lirismo agridulce que sin duda estaban en los pentagramas, pero que necesitaban de intérpretes arriesgados y llenos de talento para salir a la luz. No es lo único, en cualquier caso, de esta lectura: Rostropovich, aun lejos de carácter trepidante de otras recreaciones, sabe ofrecer mucha retranca en el primer movimiento, misterio en el segundo y una buena cantidad de aristas a lo largo de todo el recorrido, mientras que un Vengerov pletórico de virtuosismo despliega la más variada gama expresiva, riquísimos acentos y una intensidad por completo sincera, muy alejada del juego intelectual más o menos neoclásico. La mejor versión de "línea lírica". (10)


10. Hahn. Marriner/Academy of St. Martin in the Fields (Sony, 2001). A la vejez, viruelas. Tratando a su orquesta de toda la vida con la extrema depuración que se podía esperar, el anciano Sir Neville recrea los movimientos extremos con tempi muy rápidos, vivacidad extrema, enorme frescura y –sobre todo– una desbordante alegría juvenil, mucho antes risueña que jocosa, pero no escasa de contrastes y acentos. Por ventura, en el segundo movimiento sabe resaltar ángulos e interesarse por lo inquietante, mientras que al tercero lo deja respirar como es debido para que la solista, una Hilary Hahn que toca con bellísimo sonido y facilidad insultante, despliegue todo su vuelo poético. No es que la norteamericana contradiga la visión del maestro, pero sí que está dispuesta a indagar mucho más en las posibilidades de la obra: sin necesidad de subrayar asperezas, Hahn hace sonar su parte con muy especial intensidad y atención a las muchas facetas expresivas se se esconden tras unas notas mucho menos inocentes de lo que parecen, todo ello dialogando de maravilla, con auténtico espíritu de concerto grosso, con los formidables solistas de la Academy. (9)

 

11. Kolja Blacher. Abbado/Orquesta de Cámara Mahler (DG, 2003). Aunque tiene toda la incisividad y el sentido del ritmo de la del propio Stravinsky, el milanés se aleja del compositor en lo expresivo en una interpretación ante todo lúdica, efervescente, contrastada y llena de animación. Al menos en los movimientos extremos, en los que Abbado parece mirar más que ningún otro director al espíritu del concerto grosso, quizá incluso a la Kammermusik de Hindemith que tan maravillosamente interpretaba. Ello no le impide plantear multitud de interrogantes en el segundo movimiento y llenar de desasosiego el tercero, siempre haciendo gala de ese dominio del color y de esa atención al detalle que caracterizaban su batuta. El antiguo concertino de la Filarmónica de Berlín hace gala de un sonido admirable, un virtuosismo espectacular y un intensísimo compromiso expresivo: sin duda, Kolja Blacher es uno de los grandes recreadores de la página. Lástima que la toma, realizada en Ferrara en vivo, no sea especialmente buena. En cualquier caso, la mejor versión de "línea lúdica". (9)


12. Mullova. Dudamel/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2009). La violinista moscovita repite su acercamiento sombrío, tenso y de enorme concentración interior, irónica, nerviosa y contemplativa si es necesario, pero siempre guardando las distancias. Dudamel, frente a Salonen en el registro de estudio, desprende una dosis mayor de entusiasmo y comunicatividad, particularmente en un primer movimiento que sabe también ofrecer luminosidad y frescura, no quedándose corto precisamente en sentido del ritmo ni en atención a los aspectos amargos de la música. Tremenda la orquesta. (9)

 

13. Patricia Kopatchinskaja. Vladimir Jurowski/Filarmónica de Londres (Naïve, 2013). Para tratarse de una de las violinistas más pretenciosas de la historia, hay que reconocer que “PatKop” –así quiere que se la llame– está aquí más moderada en extravagancias y detalles de mal gusto –haberlos, haylos– de lo que se podía esperar. Como a nivel técnico despliega un virtuosismo descomunal y en lo expresivo sintoniza a la perfección con la vertiente más extrovertida y rompedora de la obra, lo cierto es que termina ofreciendo una recreación de alto nivel. El maestro parece caminar por un sendero por completo distinto, el de la ortodoxia, la moderación y la sensatez, pero sin implicarse como debería haberlo hecho: algo de rutina e indiferencia hay aquí. Toma algo difusa. (8)

 


14. Patricia Kopatchinskaja. Orozco-Estrada/Sinfónica de la Radio de Frankfurt (YouTube, 2014). Realmente formidable la labor del maestro colombiano, quien no solo modela a la orquesta con la tímbrica y el vigor rítmico apropiado, sino que también inyecta una dosis muy especial de vigor, entusiasmo y convicción que le sitúa entre los mejores recreadores de la página. Mucho más en sintonía con él que con Jurowski, PatKop corrige algunas de los caprichos de su anterior recreación y se muestra todavía más intensa, más brillante y más comunicativa: de su violín sale auténtico fuego. La toma sonora también es mejor que la anterior. La mejor de la "línea gamberra". (9)

 

15. Skride. Nelsons/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2020). Espléndida en lo técnico, centrada en el estilo y muy equilibrada en lo expresivo, no logra la dirección del maestro estonio alcanzar la tensión, la fuerza y la comunicatividad de la de su colega Dudamel con la misma orquesta. De alto nivel, en cualquier caso, y permitiendo que una notable –solo eso– Baiba Skride frasee con naturalidad y sentido de la belleza, sin necesidad de acentuar aristas y prestando atención a los aspectos más líricos de esta música. La calidad audiovisual –imagen 4K y sonido de alta resolución– es formidable. (8)

5 comentarios:

Cristian Muñoz Levill dijo...

Espléndida comparativa para una obra que se ha visto particularmente favorecida en disco: ante tantas lecturas de calidad sus comentarios son especialmente útiles para distinguir y descubrir.
Para mí la versión de Vengerov/Rostropovich es punto y aparte: del 1 al 10, no dudo en darle el 11.

Saludos.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Gracias, Cristian. Lo de Vengerov/Rostropovich me parece re-ve-la-dor, pero dudo que a Stravinsky le hubiera gustado: demasiado "romántico". Él se sentiría mucho más conforme con lo de Perlman/Barenboim. Saludos.

Ángel Carrascosa Almazán dijo...

Muy de acuerdo con lo que dices de las versiones que comentas (las que conozco de esas, que no son todas). Pero estaría bien que pudieras completar la lista con otras tres de mucho interés: Ferras/Ansermet, Oistrakh/Haitink y Grumiaux/Ernest Bour.
Ángel Carrascosa.

canariasesmusica dijo...

Don Fernando, ya que no se lo dice nadie, lo haré yo: corrija ese error en la parte dedicada a Blacher con Abbado. Supongo que quiso escribir inCisividad, no inSisividad. Saludos. Juan.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Gracias, Ángel y Canarias.

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