ACTUALIZACIÓN 17.06.2024
Esta entrada se publicó por primera vez el 27 de mayo de 2021. La actualizo con cinco grabaciones más –he aprovechado asimismo para revisitar las de Previn, Ashkenazy y Dutoit, haciendo algunos cambios en el texto– con motivo de la inminente visita de la Filarmónica de Viena a España para hacer esta obra maestra. Lorenzo Viotti, a quien corresponde la última reseña de la lista, será el encargado de recrear el poema sinfónico.
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Sergei Rachmaninov compuso su poema sinfónico La isla de los muertos inspirado por una copia de uno de los lienzos que con ese título nos dejó el pintor suizo Arnold Böcklin. Aunque, como buen simbolista, éste había llenado de misterio el significado de la representación pictórica, siempre se ha dicho que nos encontramos ante una visualización de la laguna Estigia en la cual rema Caronte para conducir el alma del difunto –la figura en pie vestida de blanco– hacia su destino final.
A partir de ahí, el compositor realizó una obra marcadamente narrativa. El compás de 5/4 representa el pesado remar del barquero. Un motivo de cinco notas –"homenajeado" luego por Bernard Herrmann en Citizen Kane, donde se convertirá en el leitmotiv de Xanadú– nos advierte por primera vez de la presencia de la isla, en la lejanía. El alma del difunto comprende por primera vez dónde está y a dónde se dirige. El Dies Irae medieval y la atmósfera enrarecida no dejan lugar a dudas. Una orquestación prodigiosa llena la música de turbulencias mientras que la orquesta se encrespa más y más, a medida que aumenta la angustia quien abandona la vida. Así hasta llegar a un primer gran clímax en el que el implacable remar no permite aventurar esperanza alguna. Tras este primer tercio de la composición –algo más en realidad, alrededor de nueve minutos–, llega una sección central en la que se van acumulando los recuerdos del pasado que ya no volverá: amores, esperanzas, anhelos... El lirismo al mismo tiempo melancólico y doliente de Rachmaninov alcanza aquí su máxima expresión.
Llegamos a la isla –el tema reaparece en unos terroríficos metales– en otro desgarrador clímax orquestal. Nuestro protagonista se resiste con vehemencia a desembarcar, pero Caronte le arroja sin misericordia alguna a la orilla. Es la última gran explosión orquestal, llena de angustia. Entramos en el tercio final de la partitura: tras un prodigioso entrelazado polifónico basado en el Dies Irae y orquestado con magistral sutileza, el alma se resigna a quedar para siempre en las tinieblas –las maderas se lamentan trayendo por última vez el tema "de los recuerdos"– mientras el barquero vuelve lentamente a su punto de partida en busca de otra alma. Quizá la nuestra.
La página conoció su estreno en Moscú en mayo de 1909 bajo la dirección del propio compositor. Veinte años más tarde este nos legará su propio registro discográfico, y a partir de aquí serán mucho los directores que nos dejen su particular visión. Muchos, pero no demasiados: el desinterés de algunas de las más grandes batutas resulta desconcertante. Ni siquiera hay, fíjense qué cosa, una grabación oficial de la Filarmónica de Viena, que solo ha dejado un par de testimonios radiofónicos –Gergiev y Dudamel– de circulación restringida. En cualquier caso, hay un número no grande, pero sí suficiente de versiones que hacen justicia a la partitura.
1. Rachmaninov/Orquesta de Filadelfia (RCA-Dutton, 1929). Documento de extraordinario valor histórico en el que el compositor deja claro para esta obra quiere tempi más bien rápidos (18’04’’), sonoridad con músculo, expresión escarpada y ausencia de narcisismos. Por desgracia, nuestro artista se muestra deficiente a la hora de planificar tanto el discurso horizontal –considerables altibajos, transiciones mal resueltas– como el equilibrio de planos sonoros. Tampoco anda muy inspirado a la hora de transmitir la poesía que anida en su inspiradísima escritura. La orquesta, eso sí, es ya formidable: ¡qué soberbia cuerda grave! El excelente trabajo de restauración de Michael J. Dutton –esa es la edición que he manejado– nos permite disfrutar de este testimonio sin sufrir en exceso las limitaciones sonoras de la época. (7)
2. Mitropoulos/Sinfónica de Minneapolis (Columbia, 1945). La grandeza del maestro ateniense queda bien clara en su capacidad para trabajar de manera admirable a una orquesta muy discreta, mediante un fraseo insinuante, flexible y dotado de enorme sentido para las texturas. A destacar un altamente sugestivo arranque, así como un muy lento, atmosférico y concentrado primer segmento. En los dos clímax se encrespa de manera considerable, quizá en exceso. La sección final vuelve a estar muy paladeada. (8)
3. Ansermet/Orquesta del Conservatorio de París (Decca, 1954). Resulta atractivo el enfoque áspero y escarpado con que el maestro suizo aborda la obra, ideal para abordar los grandes clímax dramáticos, como también el peculiar cruce que se produce entre su enorme afinidad con el repertorio ruso, por un lado y la sonoridad francesa de la orquesta –las maderas– y esa particular sensibilidad que poseía el director. Pero lo cierto es que en esta ocasión Ansermet no solo va con rapidez, sino también con prisas: el barquero avanza implacable, a veces inflexible, sin detenerse en otras consideraciones. Numerosas bellezas pasan desapercibidas, la música no termina de respirar como debe y se pierde riqueza en la expresión. Ni siquiera la planificación está a la altura: hay serios problemas de equilibrio y líneas importantes llegan a quedar en segundo plano. La toma, monofónica, es buena para la época, si bien la ausencia de graves se deja notar en demasía. (7)
4. Ormandy/ Orquesta de Filadelfia (Sony, 1954). El maestro de origen húngaro, siempre gran intérprete del compositor, sigue tanto en concepto como en diferentes detalles el registro realizado por el propio Rachmaninov veinticinco años atrás frente a la misma orquesta, pero sabiamente se toma las cosas con un poco de más calma (19’08’’), planea mucho mejor la continuidad del discurso y obtiene un mayor grado de depuración sonora. En cualquier caso, el primer clímax sigue siendo más aparatoso que desgarrador, mientras que el segundo no alcanza toda la fuerza dramática deseable. Tampoco es una interpretación especialmente emotiva. Buena toma monofónica, bien recuperada en alta definición. (8)
5. Reiner/Sinfónica de Chicago (RCA, 1957). Sorprendentemente floja, dentro de su incuestionable buen nivel, esta interpretación a cargo de un Reiner que aun haciendo gala de la claridad de trazo, la brillantez bien entendida y el sentido teatral que caracterizan su batuta, se muestra un tanto discontinuo en el discurso, irregular en el pulso –da la impresión de que le cuesta llegar a los clímax–, insuficiente a la hora de generar la atmósfera ominosa e incluso más resignado que rebelde y visionario en su enfoque, lo que no deja de extrañar. (7)
6. Horenstein/Royal Philharmonic (Chesky, 1965). Desigual interpretación la del gran Horenstein. defrauda seriamente el primer tercio: lineal, frío, sin atmósfera ni sensualidad. Mucho mejor la sección central, que continúa ajena al idioma, pero al menos ofrece ese atractivo carácter escarpado y dramático que generalmente asociamos con el arte del maestro. De nuevo floja la sección final. De la toma sonora de Kenneth G. Wilkinson se podía esperar mucho más. (7)
7. Previn/Sinfónica de Londres (EMI, 1975): Armado de una técnica sin fisuras –admirable el tratamiento del diseño polifónico que sigue al último clímax, por ejemplo– y perfecto conocedor del lenguaje de Rachmaninov, el maestro norteamericano ofrece una lectura ante todo atmosférica, brumosa, llena de melancolía, decadentista solo en el punto justo, en la que la música se encuentra paladeada con sosiego y perfecta lógica sin que dejen de avanzar las tensiones de manera implacable. Hay que admirar, asimismo, la manera en que evita ese punto algo quejumbroso en el que caer otros maestros cuando llega la sección lírica central, dicha con un espíritu "romántico" lleno de sincera intensidad. Quizá solo falta, para ser una interpretación perfecta, un punto de garra dramática y carácter visionario en los momentos más escarpados. Aun así, quizá sea la mejor de las escuchadas: por eso le pongo el diez. La toma posee cuerpo, relieve y admirable equilibrio de planos, pero no parece del todo limpia ni brillante. (10)
8. Maazel/Filarmónica de Berlín (DG, 1981). Ya desde una introducción rápida y seca se aprecia que esta va a ser una lectura sin mucho interés por la atmósfera. Tampoco por la opulencia sinfónica, a pesar de contar con una orquesta formidable. Antes al contrario, Maazel ofrece una interpretación angulosa y escarpada, de clímax tal vez no muy preparados, pero sí llenos de rabia y carácter implacable. La opción a priori resulta de lo más interesante, pero no termina de convencer debido a una planificación no del todo convincente del arco global de tensiones, así como por cierta tendencia a subrayar determinados detalles al tiempo que se descuida el análisis de algunas líneas del entramado orquestal. A destacar el carácter obsesivo del Dies Irae tras el clímax final. (8)
9. Ashkenazy/Orquesta del Concertgebouw (Decca, 1983). Dos son los grandes atractivos de esta interpretación. Uno, la sonoridad densa, oscura, prieta y un punto áspera con que el de Gorki hace sonar a la soberbia orquesta holandesa, tan maleable que parece cualquier otra menos ella misma. Cierto es que hay lecturas mejor clarificadas línea a línea –aunque la polifonía del Dies Irae tras el gran clímax resulta prodigiosa–, también más detallistas y sin duda más flexibles, pero pocas que suenen tal claramente a Rachmaninov. Segundo, un concepto especialmente negro y dramático de la página. Negro, pero no –como ocurre con otros maestros– resignado ni –menos aún– “mortuorio”. Antes al contrario, hay mucho aquí de dolor, de desesperación, de rebeldía y de súplica: los grandes clímax –magníficamente planificados, pero sin que se note la preparación– alcanzan una fuerza implacable, mientras que la sección central suena con una intensidad lacerante ante la que es imposible resistirse. Me hubiera gustado, en cualquier caso, un poco más de lentitud que permitiera un mayor despliegue melódico. El final nos deja con el corazón en un puño. Lástima que la toma no sea aún mejor. (9)
10. Litton/Royal Philharmonic Orchestra (Virgin, 1989). Una entraña ligereza, tanto sonora como –sobre todo– expresiva, recorre el primer tercio de la interpretación: nada que ver con la atmósfera densa y enrarecida que se demanda. El primer clímax sí que está francamente bien –muy encrespado–, y a partir de ahí el entonces aún joven maestro norteamericano, siempre dentro de una visión mayormente lírica, logra pone todo en su sitio sin sacar –salvando algunas excentricidades– los pies del plato. Correcto sin más el trabajo de planos sonoros. A la postre muy poquita cosa, la verdad. La toma de sonido no es particularmente buena, pero hay que agradecerle su amplia gama dinámica. (7)
11. Dutoit/Orquesta de Philadelphia (Decca, 1991). Philadelphia consigue por fin una interpretación redonda con un maestro que en principio no parece especialmente afín a la música de Rachmaninov, pero que demuestra no solo una técnica colosal a la hora de planificar el discurso –abordado sin prisas: 21’05’’- y de modelar con extrema atención a las sutilezas su suntuosa sonoridad –riquísima e idónea tímbrica–, sino que además es capaz de aportar una visión más lírica de lo habitual, más atenta a la fragilidad y a la delicadeza que también contiene esta música. En cualquier caso, se puede echar de menos mayor densidad atmosférica, como también de rabia más intensa en los momentos escarpados: globalmente, un poco de mayor carácter convertiría esta lectura en referencia absoluta. La toma sonora, realizada a volumen muy bajo para garantizar la mayor gama dinámica posible, es sensacional y hace parecer a la interpretación todavía mejor de lo que es. Quizá sea ella la que convierta este registro en opción discográfica número uno. (9)
12. Andrew Davis/Real Filarmónica de Estocolmo (Fazer, 1997). Excelente planificación horizontal –lentitud sin falta de pulso, clímax bien preparados– y notable discurso polifónico para una interpretación que tiene atmósfera pero no tanto densidad ni fuerza dramática, pareciendo más preocupada por la belleza sonora que por la rusticidad bien entendida que a esta música tanto le conviene y, en general, dicha desde un lirismo sentimental que, aun sin llegar a ella en ningún momento, se aproxima hacia cierta blandura. Excelente la toma. (8)
13. Jansons/Filarmónica de San Petersburgo (EMI, 1998). El desaparecido maestro letón ofrece una lectura mucho antes lírica que dramática, bellamente sonada, pero sin la atmósfera malsana necesaria y sin especial garra dramática. Esto se evidencia de manera especial en unos clímax pocos preparados, sin mucha fuerza, y en una coda expresivamente indiferente. (7)
14. Pletnev/Sinfónica Nacional de Rusia (DG, 1999). El controvertido maestro se pone al frente de la orquesta que él mismo fundó para, adoptando tempi nada lentos (18’41’’), dejar a un lado la atmósfera, planificar la arquitectura de un solo trazo y mirar los aspectos dramáticos de la música frente a frente, todo ello haciendo gala de un muy notable trabajo en lo que a la planificación vertical se refiere: atención a cómo clarifica las líneas que se van entrecruzando, tras el gran clímax, en toda la sección final. El problema es que Pletnev no se aleja solo del sentimentalismo, sino también del sentimiento: esta es una interpretación fría, carente de ese lirismo nostálgico y agónico propio del autor e imprescindible en esta música. La orquesta se beneficia de la excelente acústica de la Gran Sala del Conservatorio de Moscú y de la pericia de los ingenieros de DG, pero los metales, como ocurre con unas cuantas formaciones rusas, resultan algo broncos y no terminan de empastar. (7)
15. Svetlanov/Sinfónica de la BBC (BBC Music, 1999). Los últimos años de Svetlanov fueron de riesgo y creatividad en grado extremo. De ello da buena cuenta esta recreación en la que unos tempi lentísimos (¡nada menos que 24’30’’!) contribuyen a generar una atmósfera extremadamente sombría y a clarificar las líneas de la escritura, aunque también a transmitir cierta sensación de excesivo decadentismo –no de blandura o dulzonería–, lo que no impide al maestro planificar de manera magistral las tensiones y alcanzar momentos de una conmovedora fuerza trágica, particularmente la sección tras el primer clímax y todo el conflicto final, siempre dentro de un estilo perfecto y trabajando a la orquesta con una sonoridad musculosa y prieta de lo más adecuada. Lástima que la extensa coda resulte más meditativa que inquietante. (9)
16. Vladimir Jurowski/Filarmónica de Londres (LPO, 2004). Desconcertante y no muy lograda visión la del maestro moscovita, quien apuesta por una enorme lentitud en las secciones extremas –el registro se extiende hasta los 22’30’’–, una atmósfera cargadísima y una relativa renuncia a la opulencia orquestal, en contraste con una sección central relativamente rápida y algo lastimera. El problema, en cualquier caso, es la falta de carácter dramático, por no decir de progresión de las tensiones: si la lectura en general se ve marcada por una resignación que no permite que aflore la rebeldía –los clímax carecen de fuerza–, el tercio final termina resultando más bien mortecino. Tampoco la toma es ninguna maravilla, si bien el SACD ofrece sonido multicanal y una amplia gama dinámica. No debe extrañar que los mismos intérpretes quisieran hacer otro intento diez años más tarde. (7)
17. Ashkenazy/Sinfónica de Sidney (Exton, 2007). Triste testimonio de la decadencia de Ashkenazy: el estilo vuelve a ser perfecto, la expresión destila toda la atmósfera necesaria y las texturas están bien tratadas, pero hay más de un momento de excesiva delicadeza y los clímax no respiran toda la sinceridad deseada. Tampoco la orquesta es ninguna maravilla: la cuerda se queda corta. (7)
18. Noseda/Filarmónica de la BBC (Chandos, 2008). El maestro milanés frasea recreándose en la música, atiende muy bien a las texturas y consigue una sonoridad voluptuosa muy adecuada, pero pronto se percibe que falla la planificación horizontal. Las tensiones sufren caídas, la amenaza no se hace presente y el discurso se vuelve discontinuo hasta llegar al primer clímax sin suficiente preparación La sección central pasa sin pena ni gloria hasta los dos grandes clímax dramáticos, correctamente resueltos. Todo el tercio final se ve lastrado por una mezcla de laxitud y resignación por completo inconveniente. La orquesta es espléndida, como también la toma. (6)
19. Vasily Petrenko/Royal Liverpool Philharmonic (AVIE, 2008-09). Beneficiándose de una toma sonora asombrosa, el maestro ofrece una interpretación oscura en la sonoridad y rebelde en el espíritu, más dramática y nihilista que ensoñada; por ende no muy sensual, pero sí llena de desgarro. A destacar la enorme incisividad de la tímbrica y, sobre todo, la claridad de líneas: se escuchan bastantes cosas nuevas. Solo hay que reprochar, lástima, alguna frase en los violines algo blanda. (9)
20. Dudamel/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2009). Armado de una solidísima técnica de batuta, el venezolano ofrece una interpretación de magnífica planta sinfónica, muy bien trazada, excelentemente sonada, que en lo expresivo se mantiene ajena a lo contemplativo, incluso a lo melancólico, para volcarse en los aspectos más apasionados de esta música: el gran clímax de la sección central alcanza una temperatura como pocas veces se haya escuchado. En contrapartida, se echa de menos la atmósfera lúgubre y enrarecida que necesitan estos pentagramas. Dicho de otra manera: aun siendo el nivel francamente alto, falta un punto de idioma. La imagen no alcanza la calidad que actualmente ofrece la misma plataforma, mientras que a la toma sonora le falta pegada. (8)
21. Vladimir Jurowski/Filarmónica de Londres (LPO, 2014). No es solo cuestión de velocidad –21’25’’, un minuto menos que antes–, ni tampoco de una orquesta ahora en mejor forma. Es que Jurowski, sin renunciar a un carácter eminentemente gótico y a una sonoridad tan severa como oscura, mantiene mucho mejor el pulso interno, planifica de manera más satisfactoria los clímax, atiende con mayor acierto a los diferentes estados de ánimo y, en general, ofrece una mucha mayor convicción expresiva. Lástima que la sección central siga sin sintonizar con el particular lirismo de Rachmaninov. La toma sonora también es ahora bastante mejor, sobre todo si se escucha el streaming en alta definición. (8)
22. Kirill Petrenko/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2021). Curioso que esta interpretación recuerde en su tercio inicial a la primera que grabó la orquesta, la de Maazel: angulosa y algo seca, pero también de un refinadísimo tratamiento tímbrico. Desconcierta la sección central, la que podríamos llamar “de los recuerdos”: no solo suena anhelante –que es como tiene que sonar–, sino también excesivamente nerviosa y algo frágil, por no decir quejumbrosa, además carente de la voluptuosidad sonora y expresiva que necesita. Los dos grandes clímax de la sección final sí que son formidables. Por otro lado, toda la lectura está expuesta con una técnica de batuta absolutamente soberbia y un virtuosismo insuperable por parte de la orquesta. La filmación se realizó a puerta cerrada en formato 4K, pero la toma sonora no es perfecta: le falta un poco de dinámica en los momentos más encrespados. (8)
23. Wilson/Sinfonia of London (Chandos, 2021). Ese enorme recreador de la sonoridad de los musicales del cine clásico norteamericano que es John Wilson se ha zambullido en el repertorio sinfónico con escaso éxito. Prueba de ello es esta recreación que comienza algo mustia, avanza a trompicones, ofrece clímax más bien toscos y se ve lastrada por una expresividad algo blanda. La toma es excelente, sobre todo si se la escucha en Dolby Atmos. (6)
24. Nézet-Séguin/Orquesta de Philadephia (DG). Respaldado por una ingeniería de sonido sensacional (¡qué gozada en Dolby Atmos!), el maestro canadiense realiza un trabajo técnicamente portentoso tratando con enorme claridad, tímbrica muy adecuada –cálida e incisiva al mismo tiempo– y un desarrolladísimo sentido de la plasticidad a una orquesta que sigue en estado de gracia y lo pone todo para resaltar lo mejor que tiene esta música, no otra cosa que su orquestación. Dicho esto, Yannick también acierta al captar misterio el de vuelo lírico que la página necesita sin caer en la gran trampa que no saben sortear otros directores, ola del decadentismo más entendido. Solo se puede echar algo de menos un punto adicional de intensidad en la gran sección de “despedida de la vida” justo antes del gran clímax –no todo lo rabioso que podía haber sido–, mientras que se puede discutir que en toda la sección final prefiera cierta calma a la negrura más nihilista. (9)
25. Lorenzo Viotti/Filarmónica de los Países Bajos (Youtube, 2023). El hijo de Marcelo Viotti realiza una apuesta arriesgada: extenderse hasta los nada menos que 22'58''. Poco que ver con los 20'56'' de Ashkenazy o con los 21'20'' de Previn o los 21'46'' de Nézet-Séquin, por citar dos referencias, no digamos ya con los 18’04’’ del propio Rachmaninov. Le supera Svetlanov con sus dilatadísimos 24’30’’, pero lo cierto es que al italiano no le funciona el asunto tan bien como al ruso. Lo hace a medias: el lento remar del barquero otorga al viaje una desazón muy especial, el balanceo se encuentra particularmente conseguido y se pueden apreciar muchos detalles de la orquestación, pero la atmósfera no resulta tanto fúnebre como tristona y no se termina de hacer presente ese pulso implacable que la música necesita. El primer clímax se encuentra magníficamente preparado, dando paso a una sección central demasiado lírica; bellísima, que duda cabe, pero necesitada de mayor apasionamiento y tensión interna para que los dos grandes clímax dramáticos que la cierran resultan su consecuencia lógica. Muy floja, por resignada y carente de desazón, la sección conclusiva. Magnífica la orquesta, irreprochablemente trabajada. (8)
9 comentarios:
Excelente comparada.
De acuerdo en las versiones que he escuchado, aunque mi favorita sigue siendo la primera de Ashkenazy y le sigo teniendo afecto a la de Maazel, pues fue mi primera versión escuchada. Respecto a Pletnev creo que es un artista muy mediocre, pues hace poco escuché esta obra más las sinfonías y otras piezas orquestales del compositor, y globalmente se me hizo de una calidad muu pobre, por no hablar de las tomas de sonido que sentí un tanto faltas de brillo y naturalidad. ¿Ha escuchado lo último que menciono? Mi integral sinfónica de Rach igual sigue siendo la de Ashkenazy.
Ptetnev me parece un pianista y uhn director muy mediocre, ciertamente, pero este es el único Rachmaninov orquestal que le conozco. La integral de sinfonías de Ashkenazy me gusta muchísimo, pero quizá me quedo con Previn.
Me alegra que les haya interesado la comparativa. Desdichadamente, no veo el número elevado de lecturas que esperaba, así que he de plantearme seriamente seguir haciéndolas. Suponen un enorme esfuerzo y creo que no me compensa. Estoy realmente cansado.
Estimado Fernando:
Ojalá no cese en su afán de las comparativas: si bien puede que una u otra no sean "hits" instantáneos, quienes seguimos permanentemente su blog recurrimos una y otra vez a revisar sus comentarios al momento de escuchar las obras que reseña. De hecho, creo que son estas listas las entradas que más disfruto de su blog, por ser una aproximación invaluable al repertorio grabado para quienes no estamos suscritos a revistas especializadas.
Saludos cordiales como siempre,
Cristian.
Justo este domingo la Filarmónica de Viena tocó esta obra+ Capricho español de Rimsky-Korsakov + 6a de Dvorak, dirigiendo Viotti jr; el podcast aún se puede oir hasta este finde!!!
¡Por favor, páseme el enlace del podcast! Tengo por Viotti y la Filarmónica de Múnich tanto el Capricho Español como la Séptima de Dvorák (la que hacen es esta, no la número seis). De hecho, la idea era publicar sus correspondientes comparativas esta misma semana. Ahora bien, si cuento con una interpretación con la Filarmónica de Viena, mucho mejor para saber qué nos vamos a encontrar este lunes en Sevilla.
Sí, perdona, tocó la 7a, me he equivocado al teclear….Entra en oe1.orf.at y entras en la web del primer canal de la radio austríaca; arriba hay una barra de herramientas en POGRAMM, te sale un calendario y haces clic en el 16 domingo; sale la programación siguiendo el esquema de las partes del día a la alemana; en Vormittag hallarás la primera parte con Rimsky y Rachmaninov y en Nachmittag la segunda con Dvorak; era el último concierto de abono de esta temporada; hace pocos días pude oir la 9a por Muti conmemorando el 200 aniversario del estreno!! Globalmente hablando un estupendo concierto
¡Millones de gracias, Manuel! Ya lo he descargado.
De nada, cada domingo o bien transmiten conciertos de la Filarmónica de Viena o bien transmisiones de Ámsterdam o Munich [la Orq de la Radio Bávara];, de Viena este año han dado Brahms por Levitt y Thielemann [ahora en otoño sacarán los dos conciertos en cd como ya sabrás], uno de Mehta y Argerich con el Concierto en sol de Ravel [bisaron el tercer movimiento!!!!] y uno de otro “hijo”, Philipp Jordan , hijo de Armin Jordan, que era un monográfico sobre el Mar —> hicieron Mar en calma y viaje feliz de Mendelssohn, el Poema de Chausson, los Intermedios de Peter Grimes y El Mar de Debussy. La Orquesta aquel día desmintió su supuesta mala fama en el repertorio francés
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