Estoy ahora mismo pasando los efectos secundarios de la vacuna de AstraZeneca. Muy contento de haberla recibido, eso desde luego, pero bastante molesto: la reacción es más fuerte de lo que decían. Con el estado de ánimo que pueden imaginar, he querido volver al Quinteto con piano op. 57 de Dimitri Shostakovich. Y me ha venido a la mente esa imagen que siempre se me aparece al llegar al tercer movimiento de esta aconjogante partitura, imagen que quiero compartir con ustedes: aunque la melodía me recuerde mucho al “New York, New York” de Leonard Bernstein, enseguida pienso en un esqueleto vestido de flamenco o de gitana pecando taconazos y tocando las castañuelas (escuchen ahí abajo a partir de 1:42).
¿Un disparate? Yo creo que no: me parece que la música va precisamente “de eso”, es decir, de la muerte. De una visión grotesca, aterradora y al mismo tiempo llena de humor de lo que inevitablemente a todos nos espera. En cuanto a los aires españoles, a las castañuelas, a las risas de la muerte y todo eso, ¿acaso no es inevitable pensar en el lorquiano segundo movimiento de su Sinfonía nº 14?
En cuanto a la ilustración que les he dejado, se trata de un azulejo del cordobés Enrique Guijo en el Bar Los Gabrieles de Madrid, sobre un original del pintor Carlos González Ragel. Que era de aquí, de Jerez de la Frontera. Que es especializó en calaveras y “esqueleotomaquias”. Y que después de una vida regada por el alcohol, murió en un psiquiátrico en 1969. ¡Ole!
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