Los tres ciclos de lieder de Mahler que Janet Baker grabó junto a Sir John Barbirolli para el sello EMI paran por derecho propio a la historia del disco como verdaderas cimas de la interpretación mahleriana. Dos de ellos acaban de aparecer en las plataformas de streaming en un nuevo y excelente reprocesado que mejura de manera sustancial los anteriores, y con la posibilidad –siempre que se pague lo suficiente: es mi caso– de escucharlos en HD: los Kindertotenlieder y los Lieder eines fahrenden Gesellen, que se grabaron en mayo de 1967 con la Orquesta Hallé.
Los Kindertotenlieder son quizá los mejores que existen, con permiso de Celibidache/Fassbaender. Copio lo que ya escribí por aquí con anterioridad:
"Baker tiene la oportunidad de demostrar que pocas liederistas ha habido como ella en toda la historia de la fonografía. Ciertamente su instrumento, aunque bellísimo, no posee la increíble calidad del de la Ferrier –ni se muestra tan holgado en el grave, claro está–, pero su manera de decir no encuentra parangón. Dame Janet no se distancia: canta con la emoción y el dolor en los labios, ofreciéndonos una recreación particularmente llena de congoja sin merma alguna de la exquisitez en el fraseo y la depuración canora que caracteriza a su arte. Junto a ella, un no menos doliente Barbirolli supera –con mucho– a Walter y a Klemperer olvidando las prisas, dejando a la música respirar con gran holgura, clarificando el tejido orquestal –desarrolladísimo su sentido del timbre– y ofreciendo multitud de detalles ora de elevadísima poesía, ora lacerantes a más no poder. A destacar como la segunda mitad del último lied, paladeada con enorme concentración, no encuentra en la voz de Baker y la batuta de Sir John una consoladora transfiguración final, sino que se encuentra llena de resignado amargor. En fin, toda una experiencia".
A casi el mismo nivel se mueven los Lieder eines fahrenden Gesellen. De la dirección de Barbirolli hay que admirar no ya lo maravillosamente que se encuentra expuesto todo, sino la manera en la que, adoptando una considerable lentitud en el tempo, logra borrar toda frivolidad más o menos saltarina en “Ging heut’ morgen übers Feld” –esta melodía se escora con facilidad hacia la cursilería: escúchese lo que algunos directores hacen cuando la abordan dentro de la Sinfonía nº 1– mientras que al mismo tiempo –pura cuadratura del círculo– potencia su lirismo contemplativo, su sensualidad y su goce de la naturaleza sin olvidar el imprescindible regusto amargo. Por no hablar, ya en líneas generales, de la concentración, de la magia poética y de la hondura meditativa que emanan de su batuta. En cuanto a la Baker, que con exquisito gusto sabe sortear los problemas que le supone un instrumento un punto más lírico de la cuenta, resulta imposible encontrar un solo cantante que logre aunar belleza canora, morbidez en la dicción, elegancia y sensibilidad poética como ella. Pueden preferirse enfoques más escarpados y dolientes, como el de Dieskau en aquella inalcanzada grabación con Furtwängler, pero esta recreación queda por derecho propio en la historia de la interpretación mahleriana.
De propina, y para completar la duración del
vinilo, los dos artistas registraron una lectura de “Ich bin der Welt
abbanden gekommen” que quizá sea la mejor recreación de cualquier lied
de Mahler que yo haya escuchado: el adjetivo sublime se queda corto.
Difícil de encontrar en CD, tenerlo ahora en las plataformas es todo un
privilegio.
Dos años más tarde, y para completar la edición de la Quinta sinfonía, Sir John y Dame Janet se volvieron a reunir para grabar, esta vez con la fabulosa New Philharmonia, la serie completa de los Rückert-Lieder. Aquí el maestro no tiene la oportunidad de desplegar su garra dramática, pero vuelve a elevarse a lo más alto haciendo gala de una delicadeza y de un refinamiento tímbrico que resultan ideales –sobre todo para las dos primeras canciones– y de esa honda concentración que sí que esperábamos. Baker se encuentra completamente en su salsa en estas páginas mucho antes íntimas que intensas, necesitadas de la dicción más elegante y de la sutileza más exquisita posibles. Lástima que en “Ich bien der Welt”, aun maravillosa, no esté tan increíblemente maravillosa como en la ocasión anterior. Estos Rückert no han aparecido en streaming en su nueva remasterización, al menos de momento: gracias desde aquí al amigo que me ha permitido escucharlos en el CD que viene en la cajota gorda y cara que acaba de salir dedicada al maestro londinense.
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