Anoche pude ver los dos primeros tríos de la op. 1, y me fui a la cama conmocionado: Michael está francamente bien y Kian realiza una magnífica labor, pero lo increíble es lo de Daniel, quien se supera a sí mismo con respecto a su antigua y ya memorable grabación para EMI, con Zukerman y Du Pré, escalando unas cimas pianísticas tal vez nunca alcanzadas.
Lo digo literalmente. Este señor se ha convertido ya, con permiso del genial Claudio Arrau, en el más grande pianista de los que hay testimonio sonoro. Cada año que pasa se muestra más rico en concepto, más creativo en los matices, más sensible y, en definitiva, más inspirado. Quedó claro en las Diabelli y en el Quinteto de Schumann de estos últimos días. Para encontrar algo similar habría que remontarse al Chopin del citado Arrau en su madurez, quizá tambien al último Debussy que grabó el maestro chileno. Y poco más. Insisto: esto es pianismo al más alto nivel que se ha escuchado nunca en cualquier repertorio. Esperamos como agua de mayo cualquier otra nueva grabación del de Buenos Aires.
PS. Este texto es una nueva versión de uno que publiqué esta mañana y que un amigo me pidió modificara.
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