¿Cómo es esta versión? Para empezar, al igual que en la ocasión anterior, se reconstruye la liturgia de Leipzig del Viernes Santo, incorporando piezas ajenas a la Pasión bachiana y al propio Bach. En segundo lugar, he aquí la gran diferencia, mientras en aquella grabación se optaba por una visión “minimal”, aquí las fuerzas congregadas se adaptan a las dimensiones del Royal Albert Hall: orquesta y coro son relativamente grandes (¡cuatro flautas traveseras!), lo que a mí me parece un total acierto, y no solo por cuestiones acústicas. Por lo demás, se trata de una versión “históricamente informada” pero, como ya intenté explicar en mi comentario del disco, desde un ángulo expresivo diametralmente opuesto al de un Herreweghe, para muchos –no para mí– la referencia en este repertorio. Butt subraya los aspectos más dramáticos –léase “teatrales”, pero también “desasosegantes”– de esta música y se desinteresa por las sonoridades delicadas e ingrávidas, por la suavidad o por la dulzura, lo que tampoco le impide –nada de sequedad o de rigidez– frasear con holgura y sentido melódico. Los tempi, por descontado, son rápidos, pero no hay ligereza en la expresión, siempre intensa y contrastada. La orquesta responde bien y el coro lo hace de manera superlativa, todo ello con un espléndido apoyo del continuo. A la postre se trata de una realización modélica por parte de Butt y su equipo, defraudando tan solo el increíble coro final (“Ruht wohl”), dicho sin toda la magia posible.
Bueno, en realidad no es todo tan magnífico como hasta aquí puede parecer por mis palabras. Otra vez flojean los cantantes solistas. Repiten Nicholas Mulroy como Evangelista y Mathew Brook como Jesús. El primero se muestra muy certero e intenso en lo expresivo, pero su voz –emisión poco convincente– no es seductora. El segundo sí que posee un apreciable instrumento, mientras que su recreación resulta algo monolítica. Pero ambos están bien, cosa que no se puede decir del discreto contratenor Tim Mead y menos aún del deficiente barítono Konstantin Wolff. Aceptable el tenor en Andrew Tortise y notable la soprano Sophie Bevan.
Pese a estos reparos que desequilibran seriamente el resultado, encuentro la audición por completo recomendable. Diré más: quizá sea la número uno para quien se acerque por primera vez a la obra, porque la reconstrucción litúrgica permite entender muchísimo mejor qué fue y para qué se pensó esta música, independientemente de sus valores universales. Y resulta conmovedor ver a más de la mitad de los prommers (¡qué le gusta un coro a estos ingleses!) cantando con plena solvencia cuando Butt invita a todos a participar, con toda pertinencia, en la celebración.
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