Por lo demás, la de Sevilla y la de Buenos Aires pueden considerarse como la versión "definitiva" de Barenboim sobre la obra. La más globalmente lograda, la que alcanza mayor sentido orgánico en su desarrollo, la más flexible e imaginativa, la que mejor aúna reflexión con ardor (¡humanístico a más no poder el segundo movimiento, tremebundo el Finale!), la más visionaria... Y también la tocada con mayor entrega: sometidos a un verdadero tercer grado por parte de la batuta, los miembros de la WEDO dan una verdadera lección de compromiso expresivo. La Filarmónica de Berlín –en aquel concierto del muro de 1989– sonaba más suntuosa y perfecta, pero no más beethoveniana que esta, que por cierto ofrece una compactísima sonoridad en unos contrabajos que –en este sentido sí que no caben reproches– están perfectamente recogidos por la toma si se escucha en HD.
Nunca podremos olvidar la hondura trágica que Fürtwangler alcanzaba en el Poco allegretto. Ni el increíble ejercicio de disección de planos sonoros y la mezcla entre control y tensiones sonoras que conseguía Klemperer. Ni la electricidad que –con cierta rigidez y escorándose hacia la superficialidad– era capaz de desplegar Carlos Kleiber. Pero hoy por hoy, creo que esta quinta grabación de Barenboim se erige como una de las más admirables que ha recibido esta archigrabada sinfonía. Y quizá en la más recomendable para quien se acerque a escuchar la partitura por primera vez, me atrevo a decir. La tienen ustedes en las plataformas habituales.
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