Verdaderamente asombra que a semejante edad se pueda exhibir un sonido violinístico tan hermoso, tan homogéneo, tan lleno de carne, tan perfectamente afinado. Y un fraseo tan cantable y natural, tan ágil cuando debe serlo y tan desenvuelto en el virtuosismo –espléndidas las cadenzas, de Sam Franko y Joseph Joachim respectivamente–. Pero asombra aún más la sensibilidad de esta niña, la capacidad para desplegar poesía de altísimos vuelos atendiendo al mismo tiempo a lo que de coqueto y galante tiene esta música, sin confundir estos conceptos con ingravidez, trivialidad o cursilería, cosa que sí le pasará en su siguiente registro, dirigiendo ella misma a la Filarmónica de Londres. ¡Qué mal evolucionaría la artista!
La sonoridad de la Filarmónica de Berlín resulta en exceso musculada para una obra como ésta. Por fortuna la dirección de Karajan, ya que no lo suficientemente incisiva o contrastada, es de trazo fino, ofrece convicción en los movimientos extremos y despliega la más conmovedora concentración en los adagios. Esta vez el disco lo he escuchado en Blu-ray audio, que suena de escándalo y recoge a la perfección el sonido verdadero de la formación alemana. Mi consejo es que realicen la compra y, en caso de que no pueda ser, escuchen estos registros al menos en YouTube o en alguna plataforma de streaming.
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