¿Es tan buena esta Sinfonía clásica? A mi entender, la cuerda de la formación holandesa se queda algo corta en algunos pasajes, y quizá la batuta podría extraer aún un poco más de poesía en el segundo movimiento. También enriquecer su lectura con algún detalle creativo: pienso en ese portentoso final de la Gavotta que hacía Celibidache. Pero aun así, creo que esta versión se encuentra entre las mejores de todas cuantas he escuchado, que son las cuarenta y una que tienen ustedes en esta comparativa. Tan solo Giulini y el citado Celi me convencen todavía más que Shani, cuyo secreto parece ser, sencillamente, no tener ningún secreto. Nada hay de “especial” en esta lectura. Simplemente, el joven artista hace lo que hay que hacer de manera más satisfactoria que muchos grandes de la batuta, desde Koussevitzky hasta Muti pasando por Karajan o Rostropovich: la solidez de la arquitectura, la limpieza del trazo, la mezcla de agilidad y elegancia, el sentido del humor –más picarón que suave, pero no en exceso ácido–, la sal y pimienta en su punto justo… El resultado es una lectura clásica mas no distanciada, equilibrada pero rebosante de frescura. Y todo ello con un sonido cien por cien Prokofiev.
Con esta misma sintonía con el idioma del compositor deslumbra en lo que viene a continuación: una sensacional recreación del Concierto para piano nº 3 del autor de Pedro y el lobo. Ahí están ese tratamiento tan peculiar de las maderas, ese sentido de la ironía, ese impulso rítmico que debe resultar obsesivo pero no machacón, esa capacidad para resultar incisivo sin estridencias y ese vuelo lírico tan importantes en este universo. Puestos a pedir, hay un par de frases en el primer movimiento que podrían desprender aún mayor melancolía, más ensoñación y delectación melódica, pero en cualquier caso todo él convence por su vigor e intensa comunicatividad. El tema con variaciones ofrece plenamente la gama expresiva que demanda. Y el tercer movimiento es portentoso, quizá insuperable. Entregadísima y excelente la orquesta.
La solista es Marta Argerich. ¿Qué decir de ella? Esta recreación suya no es mejor que las no sé cuántas que ha grabado a lo largo de las últimas décadas. Tampoco es peor. La obra ha sido siempre suya. Y lo sigue siendo, hasta el punto de que uno llega a creerse que Prokofiev la escribió pensando en ella, en su pianismo percutivo, ágil y lleno de nervio, en su temperamento ardiente y sin miedo a desplegar potencia sonora, como también en su capacidad para el fino matiz y para la ironía, como también para la concentración –pone el corazón en un puño la cuarta variación– y para el vuelo lírico. Ya se imaginan lo que voy a decir: entre la batuta y la solista bordan una versión de referencia.
Tres propinas hubo: ¡Mi madre la oca a cuatro manos! Shani en el lado derecho, la de Buenos Aires en el izquierdo llevando la voz cantante. Laideronette efervescente y muy nerviosa –puro "Argerich Style"–, Jardin féerique intensísimo y, para terminar, la introducción a la suite llena de magia.
Estoy deseando escuchar más cosas de Lahav Shani. Veremos.
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