Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
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5 comentarios:
¿Y en qué saco nos mete a los que disfrtutamos por igual de Onofri y Barenboim, a los que nos gusta la variedad y diversidad de enfoques en la interpretación musical, a los que no vemos la música como una pugna entre bandos como si de un partido de fútbol se tratase?
Es posible, incluso probable, que los que comulgan plenamente con las maneras de hacer de Barenboim, disfruten también, en el repertorio del clasicismo, de la apolínea y sensual elegancia de Pinnock, del severo dramatismo de Brüggen, de la imaginación de un Koopman o de un Jacobs, de las asperezas y los claroscuros de un Harnoncourt... Incluso, en determinadas ocasiones, de la sequedad de un Gardiner o de la sosería de un Hogwood. Pero me parece difícil hacerlo con el señor Onofri y su tajante negación del sentido orgánico del fraseo, sus tempi disparatados que no permiten a la música respirar, su tosquedad a la hora de planificar, sus contrastes extremos entre una levedad ridícula y una inscisividad pasada de rosca, sus vulgaridades y sus amaneramientos, o sus efectismos pensados para conseguir por la vía más fácil el aplauso del público. Repito una vez más que su sinfonía nº 88 de Haydn al frente de la Sinfónica de Sevilla es la más disparatada y bochornosa interpretación de este autor que yo jamás haya escuchado, en vivo o en disco.
Y sí, en Sevilla en asunto se plantea "como un partido de fútbol". Porque los mismos que ponen por las nubes al signore Onofri (y escriben con frecuencia notas para la Barroca de Sevilla, pura casualidad) son los mismos que han hecho un descaradísimo boicot desde la prensa a la Fundación Barenboim-Said, cosa que he explicado ya mil veces en este blog y que ahora encuentro innecesario repetir. El partido, en cualquier caso, está ganado por ellos: se rumorea que el nuevo director del Maestranza trae como figura estrella del foso de la próxima temporada a Onofri, quien por descomntado se pondrá al frente de la Barroca. Y a Barenboim es posible que no le veamos a volver el pelo. La pedantería y el mal gusto ganan por goleada sobre la gran música. ¿Hay quien se sorprenda?
Es sostenible mantener tantas orquestas profesionales en Sevilla? La Sinfónica, la Barroca, la de Barenboim, etc etc etc. Cuántas veces los aficionados a la música nos vemos que en un mismo día incluso coinciden los conciertos? Nadie habla de la poca gente que a estos conciertos asisten (los jueves, la ROSS en sus conciertos de abono, no llena la mitad de los asientos, lo digo porque llevo asistiendo a estos varios años). Y si hablamos de la edad de los asistentes, nos echamos a llorar. Cómo puede ser que en los conservatorios profesionales de música de Sevilla muchos alumnos se quedan fuera pues no pueden abastecer tanta demanda, y que en las salas de conciertos la media de edad se sitúe por encima de los 35 años? Qué cultura musical estamos fomentando en nuestros hijos? Y mejor no hablemos de las operas, donde casi la mayoría de la gente asiste a la representación sin antes escuchar lo que va a oír, sin tener ni idea de lo que va a ver (cuántos de los asistentes a Andera Chenier la han escuchado antes?). Tendríamos mucho que aprender de modelos Europeos de educación musical. Ver las salas de conciertos medio vacías y con una media de edad que supera fácilmente los 40 años, a mi entender, es un fracaso. No hemos sabido inculcar a nuestros hijos el verdadero amor por la música.
Enhorabuena Fernando por tu blog. Es difícil encontrar gente que realmente sea crítica y que nos haga ver que no es oro todo lo que reluce.
Gracias, Miguelillo.
Dos comentarios. El primero podría levantar muchas ampollas, así que espero que esto no lo lea nadie. Va sobre la contradicción que señalas entre la abundancia de alumnos matriculados en conservatorios y la relativa escasez del público de los conciertos. Lo tengo comprobado: a MUCHOS músicos NO les gusta escuchar música. Les gusta hacerla. Pregunte usted a un estudiante (¡o profesor!) de violín sobre las sonatas para piano de Beethoven, a uno de flauta sobre los cuartetos de Bartók o a uno de canto sobre los poemas sinfónicos de Strauss. Le puedo asegurar que en los muchos años que llevo dando clases en institutos, en casi ninguno he podido hablar de música con los profesores de dicha materia. Bueno, ahora recuerdo que con un profesor que tocaba la trompa pude conversar sobre Hermann Baumann. Y luego está mi amigo José Amador Morales, que ese sí sabe un montón. Porque es melómano de verdad y, además de tocar, escucha discos y acude a muchísimos conciertos. Rara avis.
Lo segundo: no creo que sobren orquestas en Andalucía. Lo que falta, y mucho, es educación musical. Y no, no consiste en poner a los nenes a tocar más horas la flauta en el instituto. Se trata de hacerles escuchar, con atención y con reflexión, sinfonías de Beethoven y cosas así. Pero claro, si los profesores son los primeros a los que no les gusta sentarse a escuchar, al resto del profesorado la asignatura de marras le parece "una maría" y las autoridades educativas piensan que la música es, como el arte o la literatura, un "adorno" de lo realmente imnportante, apaga y vámonos... Por no hablar de la atención que recibe en la mayoría de los medios de comunicación. Qué desastre.
Totalmente de acuerdo con lo que comentas, Fernando. Aunque profesionalmente me dedico a algo que nada tiene que ver con la música, soy un gran melómano y alguna vez he asistido a clases particulares de violín (por matar el gusanillo). De los cuatro profesores que he tenido a lo largo de varios años, todos alumnos de conservatorio, ninguno de ellos tenía realmente una formación musical completa, al menos como yo la entiendo, que es amar realmente la música. Para mí es inconcebible que, al comenzar a hablarle de obras, grabaciones, orquestas.... me ponían cara de póker, como si no supieran de qué va la cosa. Siempre que he podido he viajado a salas sinfónicas y teatros de ópera de medio mundo, y siento la música como mi gran pasión, y no puedo entender que alumnos que se quieran dedicar profesionalmente a esto, carezcan de este amor a la música en mayúsculas. Pienso que, en primer lugar, antes de conservatorio y escuelas de música, nuestro deber como padres debería ser educar a nuestros hijos en este gusto musical. La pruebas de acceso a los conservatorios se limitan a dar unas palmadas y entonar una canción. ¿Alguien le preguntaba los padres y a los niños sin alguna vez han ido a un concierto, si en casa escuchan música, si saben identificar alguna obra? Cuantos niños a los cuatro años dejan el conservatorio completamente asqueados de la música, sin querer saber más de ella el resto de su vida? La verdad, pienso que hemos perdido el norte con esto de la música, es una total contradicción. Saludos
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