sábado, 18 de mayo de 2019

Harnoncourt y Berlín, fusionados en "la grande"

Acabo de escuchar el registro en vivo de la Sinfonía "La grande" de Franz Schubert a cargo de Harnoncourt y la Filarmónica de Berlín correspondiente a marzo de 2006, que ha sido editado en el sello de la propia orquesta. Me ha gustado mucho. O, al menos, bastante más que su grabación con la Concertgebouw de 1992 para el sello Teldec, que pude conocer en su momento y que volví a escuchar ayer por la noche. Versión aquella sanguínea y combativa que ponía de relieve los aspectos épicos sin atender a los muchos otros componentes expresivos de la magna partitura schubertiana. Peor aún: mostrándose en exceso seca, rígida y marcial, particularmente en un segundo movimiento demasiado nervioso y carente de humanismo. Aquí las cosas han cambiado no de manera radical, pero sí lo suficiente como para poder hablar de una muy interesante fusión entre las maneras harnoncourtianas y la tradición de la Filarmónica de Berlín, que no en vano firmó dos de las más grandes recreaciones de la partitura que se hayan escuchado: con Furtwängler y con Barenboim.


Ya desde el arranque se aprecia el giro: mientras la trompa de Ámsterdam fraseaba de manera recortada -aquí en la introducción, y también en sus tan fascinantes como decisivas intervenciones "en la lejanía" a lo largo del movimiento-, la de Berlín -Baborak o Dohr, no queda claro- difumina las notas finales de cada frase a la manera tradicional, con maravillosos resultados expresivos. Y muy pronto queda claro que el berlinés ha llegado a una especie de acuerdo con sus paisanos: la articulación sigue siendo incisiva, el vibrato se modera y los metales adquieren un peso especial, pero todo ello se hace con menor rigor que en la interpretación holandesa. En cualquier caso lo más importante no es eso, sino que Harnoncourt, quién lo diría, pierde rigidez y gana en flexibilidad, en atención a la belleza del canto, en sentido del misterio... Incluso desde el punto de vista técnico el maestro también parece haber mejorado, porque ahora se escuchan con más claridad las voces intermedias de la cuerda. Lástima que el final del movimiento, enérgico a más no poder, resulte en exceso marcial y pierda grandeza.

El Andante con moto, sin ser ninguna maravilla, es ahora menos insatisfactorio: el fraseo nervioso y digamos "saltarín" de la cuerda se ha moderado un poco, las frases líricas están dichas con apreciable sensualidad y el gran clímax "con freno antes del abismo" suena ahora mucho más lógico y natural, menos forzado. Hay sensibilidades a las que les molestará el fraseo sin vibrato de los violonchelos justo después del mismo, pero en cualquier caso hay voluntad por cantar la música.

El Scherzo me ha parecido magnífico, puro fuego controlado y rusticidad bien entendida, beneficiándose de una orquesta gloriosa e implicadísima cuya cuerda musculada le sienta la mar de bien a la página. Y el Finale -al contrario que en Ámsterdam, sin repetición- también sería portentoso (¡por momentos parece Barenboim!) si no fuera por alguna contundencia en los timbales no ya excesiva, sino decididamente hortera que nos recuerda, lástima, que nos encontramos ante uno de los directores más interesados por la provocación que se hayan conocido. En cualquier caso, este "acuerdo cordial" con la Berliner Philharmoniker enriqueció de manera muy sensible su visión de la D. 944 y convierten a este registro en el definitivo de los tres realizados por el maestro. Porque el antiguo vídeo con la Sinfónica de Baden Baden, créanme, no merece en absoluto la pena.

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