miércoles, 19 de diciembre de 2018

Magistral Achúcarro en el Maestranza


Tres fechas, que diría Bécquer: la Iberia de Rafael Orozco de 1992, el Mozart de Barenboim y la WEDO de 2015 y los Preludios de Chopin del pasado lunes 17 por Joaquín Achúcarro. Tres interpretaciones cruelmente destrozadas por el público del Teatro de la Maestranza mediante un aluvión de toses que casi ninca conocieron pañuelo amortiguador. Independientemente de que estuvieran provocadas por alguna enfermedad o, más bien, por una mezcla de aburrimiento y nerviosismo, estamos hablando de una educación sencillamente nula. Y no se piensen que hablamos de cuatro o cinco individuos: el otro día las toses llegaron desde todos los puntos del Maestranza, con timbres muy diversos e intensidad variable, casi siempre demostrando una enorme capacidad para sincronizarse con los momentos más mágicos de la partitura.

Entre una y otra tos algo pudo disfrutarse de la interpretación del pianista bilbaíno, quien a sus ochenta y seis años no solo mantiene una agilidad digital suficiente para abordar tan exigente partitura, sino que además ha alcanzado esa madurez que le permite ofrecer una visión personal y en buena medida reveladora; no la más arrebatada posible, tampoco la más visionaria, y desde luego no la más rica en concepto, pero sí de enorme interés en la mayoría los veinticuatro preludios. En este sentido, poco tengo que añadir a lo ya dicho en lo que escribí aquí acerca del CD con esta misma obra que el maestro grabó el pasado año. Quizá subrayar la flexibilidad de su fraseo, el alejamiento de todo mecanicismo, la lógica interna con que plantea cada frase. Lógica siempre en función del contenido expresivo de cada pieza, nunca jamás en pos de la belleza en sí misma. Achúcarro hace música de verdad.

 
Ya con los tosedores algo menos activos –aun así, hubo más de un pasaje destrozado por el ruido–, el maestro ofreció una serena y hermosa interpretación de Le plus que lente que a mí, a decir verdad, me hubiera gustado precisamente eso, algo más lenta. Siguieron otras dos obras maestras de Debussy, La puerta del vino y La soirée dans Granade. Interesa comparar esta última con la que acaba de grabar Javier Perianes: mientras el de Nerva se decide por un sonido particularmente aéreo y por subrayar los aspectos más oníricos de la pieza, el bilbaíno mantiene una sonoridad densa, con cuerpo, sin renunciar por ello a la sensualidad embriagadora que desprenden los pentagramas, al tiempo que se mantiene algo más a ras de tierra y opta por la carnalidad voluptuosa, digámoslo así, antes que por la ensoñación. Cerró Achúcarro esta sección de la manera más coherente posible, con el Homenaje a Debussy de Manuel de Falla dicho con la más honda carga expresiva.

No es ningún secreto que Maurice Ravel es el compositor más afín a nuestro artista, y por ello nada debe extrañar que lo mejor del concierto fuera Gaspard de la Nuit. Creo que es la tercera vez que le escucho este genial tríptico en vivo. Antes de escribir estas líneas he vuelto a escuchar la grabación que realizó para el sello Ensayo en 1999. No sabría decir si la recreación sevillana ha sido todavía mejor. Siempre quedo asombrado por cómo el maestro, recrea sin menor prisa las irisaciones acuáticas provocadas por la ondina logrando que se escuche perfectamente diferenciada cada una de las notas sin que se pierdan las texturas sonoras globales ni la progresión –paulatina, siempre natural– de las tensiones, en una recreación que es antes sensual que doliente, pero que en cualquier caso se encuentra llena de belleza. Por cómo mantiene milagrosamente la concentración  en el balanceo del ahorcado –nada menos que 6'25'' en el disco– al tiempo que atiende a todo el peso expresivo de los silencios. Y a cómo renuncia a la electricidad y a la brillantez en "Scarbo" para centrarse en los aspectos más atmosféricos de la pieza, bien pertrechado por un increíble dominio de la mano izquierda que le permite obtener como poocos pianistas lo han hecho todas esas sonoridades oscuras creadas por Ravel, todo ello hasta alcanzar un clímax de enorme fuerza dramática.

Quizá ayudado a la hora de adentrarse en la partitura por las explicaciones programáticas que ofreció Achúcarro, quizá también con ganas de compensar el torpedeo al que algunos –demasiados– asistentes al evento habían llevado a cabo con sus toses –y con sus móviles, y con sus caramelitos, y con la caída de objetos muy variados–, el público reaccionó con un entusiasmo fuera de lo común para una página tan recogida. El maestro no se hizo de rogar y ofreció tres propinas. Dos de ellas fueron las mismas que le escuché en Úbeda en 2012: Claro de Luna de Debussy, Preludio para la mano izquierda de Scriabin. Este último resultó particularmente excelso: ¡qué manera de graduar las dinámicas y de darle sentido orgánico al fraseo! Cerrando la velada, y en respuesta al tan fulgurante como merecido éxito, llegó la preciosa Habanera de Ernesto Halffter para enlazar con las obras escuchadas con anterioridad. Una noche para recordar, por lo bochornoso y por lo excelso.


4 comentarios:

Hades dijo...

Estimado sr. López.

En primer lugar, gracias por acercarnos el recital del maestro Achúcarro a quienes no pudimos asistir.

En segundo lugar, ¿leyó el mensaje que le envié via Facebook?

Reciba un cordial saludo.

Carlos

Hades dijo...

Estimado sr. López.

En primer lugar, gracias por acercarnos el recital del maestro Achúcarro a quienes no pudimos asistir.

En segundo lugar, ¿leyó el mensaje que le envié via Facebook?

Reciba un cordial saludo.

Carlos

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Pues no, ningún mensaje encuentro en Facebook.

Hades dijo...

Qué extraño. En mi perfil aparece el mensaje como enviado. ¿Podría facilitarme alguna otra forma de contacto? Muchas gracias.

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